La pregunta que simplemente puede parecer una simpática gilipollez trasladada al mundo de la política puede llegar a ser una perversión. Se avecinan tiempo de elecciones. La crisis, lo que hasta ahora era el monotema puede convertirse, como el conejo de la chistera de un mago, en cualquier otra cosa. Algunos intentamos hiperventilarnos, relajarnos y prepararnos mentalmente para algo que nos puede afectar como cuando te comenta el urólogo mientras se pone un guante de látex: no se preocupe que no le va a doler.
Seguramente una caterva de publicistas estarán preparando el asedio a las mentes de los sufridos votantes. Otra dispuesta a hacer estadísticas de nuestras ideas y que hasta el momento desconocíamos que era un simple porcentaje. La peor es la que se dedicará a averiguar del opositor si lleva la ropa interior con “palominos”, y dado el caso, airearlos convenientemente. Los ingredientes están preparados, añadir unos toques populistas, algún insulto provocado por el ardor guerrero, una pizca de toque racial, territorial, condición sexual y si se da el caso añadir un poco de religión, al gusto del elector más rediticio.
La máxima debe ser, si es algo negativo –vosotros más-, si es algo positivo –gracias a nuestra gestión- . Si ven que el electorado se duerme y parece que van a pasar de ir a votar queda un plan B: un tipo Belén Esteban, un personaje o colectivo bien subvencionado, algún video invitando a meter, provocar el miedo ¡Que viene el coco!… y lo que sean capaces de fabricar los Sres. publicistas, que para eso están. Como si fuera un documental del National Geographic es esencial adaptarse al medio, esencial parecer como ellos y demostrar mucha empatía. Iros preparando abnegados desempleados, discapacitados, jubilados, autónomos, homosexuales, inmigrantes… ¡A por ellos que se nos escapa un voto vivo!
Al final te encuentras en la misma situación que al principio, sintiéndote como si fuera la resaca de una mala borrachera. Todos están dispuestos a administrar nuestros impuestos, aunque para más de cuatro millones de personas el conejo de la chistera se les ha convertido en una gigantesca rata. Descubres sin remisión que por mucha edad que tengas te encuentras ante la tesitura de contestar a la pregunta que muchos tienen claro y no manifiestan públicamente: ¿A quién quieres más a papá o a mamá?