Uno de los temas de mi investigación filosófica ha sido seguir la huella del filósofo andalusí Ibn Tufayl, que había trabajado en Ceuta, por lo que se refiere a su teoría del último grado del conocimiento. Pues bien, en pleno Racionalismo, después de F. Bacon y de Descartes, en Spinoza vuelve a brotar la huella de aquel conocimiento superior a la razón que presentó Ibn Tufayl en su obra Ḥayy ibn Yaqẓān (حي بن يقظان) en la Edad Media, al que Spinoza lo llama tercer género de conocimiento y que conduce al hombre a la suprema perfección y felicidad. La idea de tabula rasa del protagonista de la novela de ficción de Ibn Tufayl, también fue de interés del empirismo inglés como en el filósofo J. Locke.
Como el río Guadiana, que aparece y desaparece, el pensamiento árabe del andalusí cuyo nombre fue traducido al latín como Abentofail, en Europa se ocultó a la sombra de su discípulo, el gran filósofo cordobés Averroes, cuyo averroísmo latino se tradujo al latín, y desde el sur de Europa, sí que se extendió por todo el continente, e influyó en el padre del catolicismo: Santo Tomás de Aquino. Averroes sí que apareció como uno de los filósofos famosos de su época, tal como se le ve en el cuadro de la Scuola di Atene de Rafael ( 1511) con un turbante y un gran bigote. Pero llevó al olvido la obra de Ibn Tufayl, hasta que, siglos más tarde, volvió a mostrarse la huella de Ibn Tufayl en la Edad Moderna.
Aunque había habido antes algunas traducciones del árabe de la obra de Ibn Tufayl al latín de Pico della Mirandola, y al hebreo de Mosés de Narbona, estas se perdieron. Pero, en el Norte de Europa, desde la nueva traducción del inglés E. Pococke en 1671, que lo tradujo al latín con el nombre de Philosophus Autodidactus, el empirismo inglés volvió a interesarse por la idea de que nuestro conocimiento es como una tabula rasa, como vivifica el protagonista de la novela de ficción filosófica de Ibn Tufayl, Hayy Ibn Yakzan, un niño salvaje que es criado por una gacela en una isla desierta y que descubre la filosofía de Aristóteles por sí mismo, hasta llegar al nivel más alto del conocimiento y al éxtasis del sufismo.
"Sin embargo, en ese año Spinoza ya tenía elaborada su teoría del conocimiento, y por tanto, desde la rigurosidad de la investigación científica, solo podemos hablar de coincidencias entre ambos filósofos"
Así, en la Edad Moderna, volvió a aparecer la huella del filósofo de Guadix o quizás de Purchena en 1671. Resulta que el padre de Edward Pococke había estado en contacto con la obra en árabe de Ibn Tufayl cuando trabajó en los países árabes, su hijo se fijó en ella y la tradujo al latín .
En literatura, el andaluz sí que influyó claramente en la primera novela inglesa, la de Daniel Defoe Robinson Crusoe. Pero también se sospecha que anteriormente a la traducción de Pococke al latín de 1671, Ibn Tufayl habría influido en la obra de El Criticón de Baltasar Gracián, que conocería la historia, no por las traducciones anteriores al latín o al hebreo, perdidas, ni por la lectura directa del árabe, que desconocía, sino por alguna tradición oral y algún documento parecido.
En lo que respecta a la Filosofía, tan solo un año después de la traducción por Pococke al latín, en 1671 Baruch de Spinoza, lo tradujo al holandés y es sospechoso el parecido del tercer grado de conocimiento del judío de origen español, con el del filósofo andalusí. Sin embargo, en ese año Spinoza ya tenía elaborada su teoría del conocimiento, y por tanto, desde la rigurosidad de la investigación científica, solo podemos hablar de coincidencias entre ambos filósofos.
En el tercer grado del conocimiento Spinoza nos explica en la Ethica geometrico ordine demonstrata cómo podemos llegar a la unión con el Absoluto y conocer las esencias sub specie aeternitatis: Concebimos las cosas como actuales de dos maneras; o bien en cuanto concebimos que existen en relación a un tiempo y lugar determinado, o bien en cuanto concebimos que están contenidas en Dios y se siguen unas de otras en virtud de la necesidad de la naturaleza divina.
Ahora bien, las que se conciben como verdaderas o reales de esta segunda manera, las concebimos desde la perspectiva de la eternidad, y sus ideas implican la esencia eterna e infinita de Dios. [E5p29esc].
"Mas esta esencia divina se identifica con su misma posesión, y su posesión misma es la esencia; luego él era la misma esencia divina (El Filósofo autodidacto 96)"
Ibn Tufayl también nos había explicado cómo el protagonista Hayy de su novela de ficción filosófica El filósofo autodidacta, llegó a la unión intuitiva con Dios, en el nivel más alto del conocimiento: de aquí infería necesariamente que quien consigue poseer el conocimiento de la esencia divina, posee la esencia divina, pero él (Hayy) había logrado el conocimiento, luego poseía la esencia. Mas esta esencia divina se identifica con su misma posesión, y su posesión misma es la esencia; luego él era la misma esencia divina (El Filósofo autodidacto 96).
No se conoce ninguna prueba que muestre que antes de 1671 Spinoza hubiera tenido ya en sus manos la obra de Ibn Tufayl, bien en su lengua original árabe o bien en la traducción hebrea, desde la que podría haber cogido su tercer nivel de conocimiento que ya tenía consolidado. Pero tuvo gran interés en esta traducción, pues tan solo un año después, en 1672 el filósofo judío la tradujo al holandés. Sin embargo, en su biblioteca personal sí que se hallaron muchas obras de la literatura española del siglo de Oro y sobre todo de Maimónides el gran filósofo judío cordobés, contemporáneo de Ibn Tufayl. Si algún día algún investigador encontrase la obra de Ibn Tufayl en árabe entre los papeles de Spinoza, podríamos decir que Spinoza sí que aceptó y siguió la teoría del último grado del conocimiento de Ibn Tufayl. Pero tanto la biblioteca como los enseres personales de Spinoza fueron vendidos para pagar su entierro, pues gran filósofo racionalista fue expulsado de la Sinagoga y estuvo solo, alejado de los suyos.
En definitiva, ambos filósofos coincidieron en considerar que el nivel más alto de nuestro conocimiento, nos permite unirnos con Dios. De esta manera la huella de Ibn Tufayl brotó de nuevo en la modernidad. Como el río Guadiana volvió a salir a la superficie del pensamiento filosófico.
Manuel Valero Domènech
Doctor en Filosofía
Profesor de Enseñanza Secundaria en Melilla.
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