Caminaba entre varios frentes. Patria, el amor, la honestidad, el querer cumplir con mi trabajo. Cuando tropecé en algo que me quemaba todo entero.
Era las ganas de hacer mi trabajo por España lo que me acorraló y me cogió de sorpresa.
Mis llantos, mis lagrimas se fueron conmigo al más allá, donde todos los que hemos luchado por nuestras causas estamos en un pedestal. Esos que todos los años nos traen una corona de flores para acordarse de que hemos existido.
Y con un saludo y reverencia, te dan las gracias por algo que has hecho bien en tu corta vida, dedicada a cuidar por nuestra Patria.
Tu firmeza hacia un enemigo ficticio, como fue en este caso el fuego, fue una bandera bien enarbolada por tu corazón que te indujo a estar en el centro de la lucha por evitar males mayores a nuestra integridad territorial.
Fue ese ímpetu el que dio al traste todo lo que tenías programado para tu futuro personal. Pero antepusistes todo para evitar que nuestro parque forestal no quedara mermado.
Olé tu voluntad y hombría.
Aunque fueras la víctima de las llamas.
Todos estuvimos presentes en ese entierro y homenaje hacia tu entereza.
Eras una víctima que encontró en su camino el mal del monte.
El fuego.
Ese lugar que deberíamos de cuidar como un niño chico.
Ese espacio natural que a sabiendas de que durante la época estival debe de estar más mimado que nunca. Con sus brigadas de refuerzo quitando las malezas secas para evitar lo que todos tememos que algún descuido o algún mal intencionado haga la gracia del día, de meter candela a los pulmones de nuestro planeta.
Los bosques.
Ser previsor y buscar ideas para no tener que llorar ninguna desgracia.
Es esencial.
Evitar el dolor de una persona, una familia, una comunidad y un país.
Prevenir es evitar curar.
De todas formas muchas gracias por tu entereza, valor, entrega y respeto a las órdenes de tu Patria.
Ojalá que no tengamos que gastar más tinta en recordar a nadie más por este concepto del fuego en el monte.