El pasado domingo narraba la aparición de un brujo en el cañaveral de la fábrica de cerveza. Un ser paranormal que intentó atrapar a varios vecinos de Marruecos que querían entrar por el cañaveral. Como resumen, para los que no conocen la historia, es importante saber que cuando la pareja de guardias civiles preguntaba a las víctimas que qué había pasado, respondían que cuando iban a pasar les salía un ser extraño, un fantasma vestido de negro, un espíritu grande con los ojos iluminados, riéndose como un loco y que intentaba atraparlos mientras huían aterrorizados.
Unas semanas más tarde, en el Fuerte de Piniers comenzaron a manifestarse fenómenos paranormales. Para poneros en situación es importante visualizar cómo son los fuertes y cómo se distribuían los guardias. En Piniers había varias habitaciones: unas individuales, otras compartidas. Eran alojamientos pequeños con suelos de madera con pequeños orificios. No había agua corriente ni luz, aunque gracias a un generador de gasolina disfrutábamos de iluminación unas tres horas al día. En esa situación vivían los guardias hasta veinte días al mes.
La noche que ocurrieron los hechos se encontraba en el fuerte el cabo 1º Jesús Espinosa Mena, los guardias Andreu, Ángel Viñolo, Lara, Antonio Paredes y nuestro amigo el Sevillano, el que, según Leonor, era el secretario del Brujo. Durante la cena, el cabo 1º Jesús -conocido por el Polilla- relató los fenómenos paranormales que habían sucedido en el cañaveral cuando se encontraba de servicio. En más de una ocasión repitió que nunca pensó que esos fenómenos pudieran ocurrir, pero después de vivir esa experiencia no tenía la más mínima duda. Continuó hablando de las muchas apariciones que nos había contado Leonor, vecina del fuerte de Mendizábal y experta en este tipo de fenómenos.
A partir de ese momento comenzó una charla sobre apariciones y comentábamos alguna vivencia contada por algún vecino, amigo o familiar. La conversación no era nada agradable, sobre todo para nuestro compañero Paredes al que no le gustaba hablar de estos fenómenos, decía que le ponía los vellos de punta, pero no era el único. Durante la cena el guardia Lara y el Sevillano manifestaron con rotundidad que no creían en esas chorradas, que eran invenciones de la gente, cosas de analfabetos. Ambos se reían del guardia Paredes cuando comentaba ‘parar ya’; otros aguantábamos la situación, pero tampoco estábamos muy a gusto con la conversación. Insisto que la misma se desarrollaba en un fuerte en pleno monte, sin luz. Un ambiente un poco macabro para hablar de fenómenos paranormales.
Terminada la cena nos fuimos a los dormitorios. El cabo Jesús apagó el generador de luz y el fuerte permanecía totalmente a oscuras. Normalmente usábamos velas mientras nos preparábamos para dormir o seguir charlando con los compañeros. En aquella concentración Andreu y Lara dormían en una habitación individual, los otros compartíamos aquellas pequeñas habitaciones.
Unos treinta minutos después de apagar la luz, Andreu -que todavía presta servicio en Ceuta- comenzó a oír unos ruidos debajo de la cama, como si estuvieran escribiendo a máquina en su habitación. Era sin duda el ruido de una máquina de escribir de la época. Pequeños golpes que empezaron a inquietarlo poco a poco, sobre todo después de la charla que habíamos mantenido en la que Jesús llegó a describir un hecho similar. En la habitación continua se alojaba el guardia Lara -el incrédulo de este tipo de fenómenos-. Es importante puntualizar que el fuerte es redondo y para salir de la habitación hacia la parte baja tenías que pasar por el dormitorio de los otros compañeros.
Todo parecía tranquilo a pesar de los golpes de tecla de la máquina de escribir. Andreu estaba mosqueado, pero tampoco le dio mucha importancia hasta que escucho gritar aterrado al guardia Lara, mientras salía de la habitación atravesando la de Andreu. El guardia Paredes salió de la suya al oír el grito de pánico del incrédulo compañero y al bajar por la escalera se encontró al brujo del cañaveral y gritó despavorido. Fueron unos instantes de miedo y sobresalto para todos los que estábamos en el fuerte. El guardia Lara comentó aterrorizado que habían tirado del somier de su cama fuertemente y que casi se cae de la misma, mientras Paredes comentó lo del brujo. El Sevillano -el otro agnóstico- también salió de su cuarto acojonado y de forma apresurada.
Todos pasamos un poco de miedo y, mientras contábamos nuestra experiencia, el Polilla y Ángel Viñolo no paraban de reír. Eso fue lo que ocurrió aquella noche. Una noche en la que los agnósticos salieron de sus cuartos aterrorizados y los menos agnósticos también. Estos hechos, como los de la semana pasada, ocurrieron de esta forma. Puede que algún detalle no coincida, porque sucedieron hace más de treinta años y la memoria puede fallar.
No gasten energía en descifrar lo ocurrido, ni recurrir a ‘Cuarto Milenio’ para solucionar el enigma, porque el cabo Jesús era experto en este tipo de fenómenos y Ángel Viñolo, su discípulo aventajado. Como sucedieron, pues bien.
Como comentamos el suelo del fuerte era de madera y tenía algunos orificios por donde podía entrar pequeñas cuerdas. Jesús nos conocía perfectamente a todos, porque convivíamos muchos meses juntos, sabía de qué pie cojeábamos. Aquella noche preparó el ambiente a la perfección. Debajo de la cama de Andreu colocó la máquina de escribir con una tanza que hacía funcionar la tecla al tirar de ella. En el cuarto de Lara metió una cuerda agarrada al somier que utilizó para tirar fuertemente de ella desde la planta baja ayudado por Ángel Viñolo. Así se presentó el brujo en el fuerte de Piniers. Pero ¿cómo lo hizo en el cañaveral?
Como narrábamos la semana pasada el vaquero no paraba de dar la lata intentado dar paso a personas por el cañaveral. Entonces el cabo Jesús dijo ‘me voy al cañaveral sin que me vean, cuando este allí enciende la luz para que piensen que estamos en la caseta’. Aprovechando esa circunstancia, el vaquero comenzó a darle paso a varias personas, mientras Jesús vestido con un traje de penitente -era por Semana Santa- se alumbraba el capirote y pulsaba un artefacto -caja de la risa- que se vendía en las tiendas de bromas por aquellos años. La broma dio resultado, porque el cañaveral dejó de utilizarse por un tiempo y durante meses se comentó en el río las apariciones.
No sé si los fenómenos paranormales existen, pero Jesús Espinosa Mena fue para todos los guardias civiles un fenómeno como persona, un extraordinario compañero y mejor amigo. Podríamos contar de él cientos de bromas que disfrutamos y sufrimos mandos y guardias del Puesto del Príncipe Alfonso. Muchas de ellas las padeció Ángel Viñolo. Igual algún día contamos algunas más.
Estas anécdotas la recordarán muchos compañeros de la época. De ellas sólo espero que sirva para recordar a Jesús, Paredes, Lara y Ángel Viñolo que ya no están entre nosotros. Que sirva para que los que estamos aquí disfrutemos recordando aquellos momentos y, por supuesto, para que tomen nota del compañerismo y camaradería de los guardias de la época.
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