La estratégica localización geográfica de Ceuta es una de las razones fundamentales para su antigua y constante ocupación humana. Estamos ubicados en la puerta de salida del mar Mediterráneo hacia el océano Atlántico y cabeza del puente imaginario que une África y Europa.
Antes de ser un paso fundamental para los contactos humanos entre ambas orillas ya lo era para las rutas migratorias de aves, cetáceos y grandes tunidos. Precisamente la masiva presencia de atunes y otras especies similares fue la principal razón para la instalación en el siglo I a.C. de una primera factoría dedicada a las salazones y salsas de pescados.
Tal fuerza ejerció la demanda de este tipo de productos en los mercados romanos que a mediados del siglo II d.C. se amplió el establecimiento salazonero de la antigua Septem Fratres hasta ocupar todo el istmo ceutí.
Esta actividad de procesamiento de pescado estuvo en funcionamiento hasta principios del s.VI d.C, puede que hasta justo antes de la ocupación bizantina de la ciudad en el año 533 d.C.
Con la presencia bizantina podemos decir que comienza el carácter militar de Ceuta. Si por algo los bizantinos deciden tomar Septem es por su privilegiada posición para controlar el crucial paso del Estrecho de Gibraltar.
Una de las órdenes que emitió el emperador Justiniano I relativa a Ceuta fue la reconstrucción de las fortificaciones de la ciudad y el establecimiento de una base de dromones, que es el tipo de nave de guerra ideada por los bizantinos.
Estos mismos barcos fueron prestados por el controvertido personaje del Conde Don Julián para que las tropas árabes, comandadas por Ibn Tariq, cruzaran el Estrecho de Gibraltar en el año 711 d.C. e iniciaran la conquista musulmana de la Península Ibérica.
Dos siglos después de este trascendental acontecimiento histórico, en el año 931 d.C, el califa cordobés Abderramán III se hace el control de Ceuta y manda erigir una imponente fortaleza militar que rodeaba con la zona ístmica de Sebta. A intramuros de esta inexpugnable ciudadela se construyeron los principales edificios políticos, culturales y religiosos, dando lugar a la inicial medina ceutí.
Según va creciendo la ciudad en población e importancia militar, económica y cultural se va ocupando la Almina, donde surgen los primeros arrabales.
Gracias a la intensa investigación arqueológica que se ha desarrollado en los últimos veinte años en el centro histórico, y en especial en la zona de la Almina, vamos conociendo algunos detalles importantes sobre la ocupación urbana de este espacio de la ciudad.
Entre ellos que la zona inicialmente urbanizada en la Almina fue la parte baja de su vertiente norte, próxima al mar, donde el terreno en menos abrupto que en la fachada sur.
También sabemos que la parte central y oriental de la Almina fue destinada, en un primer momento, como cementerio islámico, pero que la presión urbanística llevó finalmente a su ocupación urbana.
El crecimiento poblacional que se dio en el siglo XIII y XIV amplió los límites de los arrabales de la Almina hasta la misma cortadura del Valle, donde se trazó el flanco oriental de las murallas que defendían la ciudad.
Fue por dos de estas puertas, una de ellas situada en lo que hoy es el inició de la calle Juan I de Portugal y la otra a la altura de la actual Iglesia del Valle, por la que entraron los portugueses en el interior de la ciudad el 21 de agosto de 1415.
Con la llegada de los portugueses a Ceuta se produce la paralización completa de la intensa actividad económica, social, religiosa y cultural por la que destacó nuestra ciudad durante la presencia islámica en el territorio ceutí, sobre todo en los siglos XIII y XIV.
Lo militar, como ya sucedió en tiempos de los bizantinos, fue la razón fundamental de la existencia de Ceuta como urbe costera emplazada en África, pero controlando el tráfico marítimo en dirección norte-sur y este-oeste.
La Almina es abandonada y duerme un largo sueño del que despertará hasta finales del siglo XVII debido al estruendo de los cañonazos dirigidos contra la ciudad por el sultán Mulay Ismail, decidido a hacerse con Ceuta.
Su empresa militar duró treinta y tres años, considerándose uno de los asedios militares más prolongado de la historia.
Las consecuencias de esta acción militar fueron muchas, entre ellas el reforzamiento de Ceuta como plaza militar, cuya plasmación urbana fue la continuación refortificación de todo su borde marítimo y, en especial, del flanco más expuesto, que era el que miraba al continente.
Hasta tres líneas de defensa fortificada fue necesario trazar para evitar la toma de la ciudad por las tropas alawitas. Todo este esfuerzo defensivo evitó la toma de Ceuta y nos ha legado un impresionante patrimonio cultural.
Con el levantamiento del cerco de Muley Ismail no acabó el hostigamiento, más o menos continuo, al que tuvo que hacer Ceuta en las décadas y siglos posteriores.
A mediados del siglo XVIII parecía que el destino de la ciudad iba a tomar otro rumbo. La corona española emprendió la construcción de equipamientos urbanos importantes como el Hospital Real o la reconstrucción de los edificios civiles y religiosos que se llevaron la peor parte del asedio de los treinta y tres años.
Incluso se barajó la posibilidad de emprender un plan urbanístico para Ceuta, pero todo esto quedó frustrado tras la decisión de reforzar el papel de la ciudad como presidio. Algún burócrata debido pensar que una ciudad a la que durante más treinta años intentaron entrar por la fuerza y no lo consiguieron era igualmente eficaz para evitar que de ella pudieran salir los presos a las que se deseaba tener bien lejos.
De este modo, Ceuta se convirtió en unos de los presidios más importantes y conocidos de España entre finales del siglo XVIII y todo el siglo XIX. De presidio fronterizo pasó a penal en torno a 1830, estando considerado el de Ceuta uno de los más terribles penales de esta época.
No siendo suficiente “castigo” la consideración de penal para Ceuta, nuestra ciudad fue, de nuevo, el escenario de otro importante conflicto militar con nuestros “vecinos”.
Me refiero a la Guerra de África (1856-1859). En esta guerra murieron muchos compatriotas, una buena parte debido al cólera.
Su esfuerzo sirvió, al menos, para ampliar los límites de la ciudad y para concluir más de cuatrocientos años de escaramuzas con las tropas del reino de Marruecos.
Esta pacificación reforzó las incipientes voces que dentro y fuera de Ceuta reclamaban la abolición del penal y otro futuro para nuestra ciudad. Estas voces consiguieron hacerse escuchar en la capital del reino y, finalmente, en 1910 se aprobó la abolición del penal de Ceuta.
En estos mismos años se iniciaron las obras de construcción del puerto de Ceuta y comenzó la implicación de España en el protectorado de Marruecos. Se abrieron nuevas oportunidades para nuestra ciudad debido a que España dirigió su mirada hacia África.
Ceuta se convirtió en un puerto fundamental para la política española en Marruecos y empezó su despegue económico y comercial. Muchos compatriotas, sobre todo andaluces, vieron en Ceuta el nuevo “El Dorado” y no tardaron en cruzar el Estrecho para asentarse en nuestra ciudad.
Muchos de ellos eran pescadores de Almería y Málaga que buscaban trabajo en la pujante industria pesquera y conservera que tuvo Ceuta hasta los años setenta del pasado siglo veinte.
El conocimiento histórico nos permite identificar y reconocer algunas pautas en el devenir de una ciudad tan compleja como Ceuta. Parece evidente que la propia geográfica de Ceuta, rodeada de mar por tres de sus cuatro lados, con una geomorfología abrupta y con profundas ramblas, como la conocida en época medieval con el apelativo de “Suhay” y excavada por los portugueses para abrir un foso marítimo, han facilitado su defensa militar.
Sin embargo, estas murallas que la defendieron, también la oprimieron e impidieron que Ceuta avanzara, en determinados momentos históricos, en su crecimiento económico y comercial. Resulta evidente que un lugar tan bien situado estratégicamente ha sido y es deseado por muchas naciones con intereses en la región.
No es menos evidente que cuando uno es atacado la prioridad es la defensa. A todos nos gustaría que la humanidad hubiera avanzado algo más en su evolución mental y ética para hacer innecesarias las fronteras y los enormes gastos en armamentos y ejércitos.
Esto último, la consecución de una globalización positiva e inclusiva, es un objetivo al que no podemos renunciar, pero del que estamos aún lejos de alcanzar. Lo deseable sería que la colaboración mutua presidiera la relación entre países vecinos, como España y Marruecos.
Sin embargo, llevamos más de seiscientos años de desencuentro entre dos mundos culturales que todavía no han encontrado la manera de dialogar y llegar a acuerdos que beneficien a ambas partes.
Cuanto más campo abierto ha tenido Ceuta a lo largo de la historia para desarrollar su papel de puerto comercial más crecimiento económico ha tenido nuestra ciudad y su hinterland.
Con cada día más insistencia se escuchan voces entre la clase política marroquí que acusan a Ceuta de lastrar el desarrollo económico del norte de Marruecos. Yo creo que se equivocan y que la historia atestigua es todo lo contrario de lo que piensan y dicen.
Ceuta alcanzó su cenit económico, comercial y cultural en el siglo XIII, cuando nuestra ciudad se convirtió en la llave de la puerta de entrada de mercancía del Mediterráneo hacia África y la llave de puerta de salida de los productos del continente africano con destino al mencionado mar.
Además de entrada y salida de mercancía, esta misma puerta que se abre en Ceuta ha servido para el intercambio y enriquecimiento cultural y artístico. Nuestra ciudad ha sido y es punto de encuentro entre distintas culturas.
La consideración de Ceuta como llave del Estrecho fue plasmada, de manera simbólica e icónica, en la bandera de Ceuta en época almohade. Muchos siglos después el periodista Manuel Tello Amondareyn escribió un libro sobre nuestra ciudad que, precisamente, tituló 'Ceuta, llave principal del Estrecho'.
Esta consideración de Ceuta como la clave de una puerta imaginaria entre dos continentes, entre dos mares, y entre dos civilizaciones es una realidad consciente o inconsciente que uno percibe cuando contempla este sagrado y mítico lugar.
Sería necesario que nuestras autoridades poseyeran un mayor conocimiento de la historia de Ceuta y de su verdadera esencia. Sus discursos me parecen cada día más vacíos, incoherentes e incongruentes. Son de una pobreza extrema. De una indigencia espiritual, -como el otro me comentó un querido amigo-, escandalosa. Les falta amplitud de mira, perspectiva histórica, conocimiento de realidad presente y capacidad de anticipo futura.
Desconocen los símbolos que condensan el genius loci de Ceuta y carecen de una energía psíquica necesaria para imaginar un mundo distinto y diseñar proyectos que nos permitan lograr un mundo más bondadoso y sabio. En su obtusa realidad no cabe la participación cívica ni la consecución de propósitos colectivos.
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