Una “walida” en árabe o una “madre” en español. Poco importa el idioma cuando un ser querido se va y más si es en cuestión de días. El vacío que sienten los cuatro hijos, diez nietos y tres biznietos de Hayya Soodia no podrá llenarse jamás. Era el centro de una gran familia, el pilar sobre el que todos se sostenían. En la mañana de este miércoles
Ceuta lamentaba la pérdida de una vida más a consecuencia del
coronavirus. Hayya Sodia fallecía a sus 86 años en el
Hospital Universitario de Ceuta tras luchar durante casi dos semanas contra este maldito bicho. Una víctima del Covid-19 que fallecía sin saber que lo era. La muerte no es el final, es la transición para nuestro verdadero destino: la eternidad. Pero el dolor de la despedida es inevitable. Si Mustafa pudiera escribir una última carta a su madre comenzaría con un “Querida walida”, seguido de un “fuiste una mujer buena, noble, bondadosa y demasiado fuerte”. “Hay madres y madres y cada uno dice que una madre es lo mejor que tiene, pero para nosotros era la mejor que podíamos tener. Ha trabajado por nosotros siempre, ha luchado con uñas y dientes desde que en el 85 se quedó viuda de mi padre. Ella era una de las viudas de Regulares que quedan en Ceuta y a las que nadie les ha dado ningún reconocimiento por el trabajo y esfuerzo de sus maridos”, ha comenzado explicando su hijo Mustafa Mohamed. Hayya trabajó y trabajó durante muchos años por sacar adelante a su familia. Así es como la recuerdan sus tres hijos y su hija. “Estuvo en Carranza y en la Almadraba en la fábrica de pescado trabajando. Por eso, era muy conocida en la ciudad desde hace años y era una mujer muy querida en el barrio del
Poblado de Regulares. Una mujer luchadora, que ha hecho de todo y ha trabajado mucho para sacarnos adelante”, ha continuado Mustafa.
Su “walida” como él la llamaba era una mujer sana, salvo por los achaques típicos de la edad y los muchos años de trabajo que comenzaban a hacer mella en su salud y su corazón. Una diabetes y algunos problemas de corazón eran únicamente lo que tenía a sus 86 años. Pero desde hace una semanas comenzó a encontrarse peor. “Le detectan a un familiar mío un positivo y claro ella estaba en la misma casa. Vivía con un hermano mío, sus nietos y su nuera. Pero ella no tenía nada, ni síntomas ni nada, sino que comienza a tener síntomas después. La llamaba y hablaba con ella todos los días, incluso hacíamos videollamada, pero ella estaba bien y hablaba tan normal. No tenía nada”, ha explicado su hijo. Al tener un familiar y conviviente positivo, hace unas semanas a Hayya le hicieron la prueba PCR para descartar que no tuviera coronavirus, “con la mala suerte de que lo había pillado y dio positivo”. “Le dijimos que no tenía nada para no asustarla, que era un resfriado y ya está, pero que no tenía Covid. Estaba en su casa, muy tranquila, y ya el domingo hubiese cumplido la cuarentena. El sábado hablé con ella sobre las 21.00 horas y estaba bien, pero a las 22.30 me llama mi hermano y me dice que estaba comenzando a sentirse mal, que no podía ponerse en pie y corriendo llamamos a la ambulancia”, ha relatado su hijo. Desde entonces y hasta este miércoles Hayya ha estado ingresada en el HUCE, pero en planta porque se encontraba “estable”. “No tenía fiebre, pero sí tenía problemas para respirar. Dentro de la gravedad, ayer habló con nosotros y tal. Tenía diabetes y problemas de corazón, pero no sabemos si se han agravado con esto. Eso lo dirán los informes médicos. Nosotros pensamos que le ha llegado la hora y así lo ha querido Dios y ya está”, ha roto a llorar Mustafa. Una mujer a la que todo el mundo quería. “Todo el barrio la quería. No tenia enemistad con nadie y luchó como nadie para que no le faltara nada a ninguno de sus hijos. Mi madre era mi vida, es lo mejor que me ha dado Dios. ¿Qué voy a decir de mi madre? Luchó por nosotros y estoy orgulloso de ella porque nos ha sacado adelante con mucha fuerza y mucho tesón. Pero si pudiera hacer algo en esta vida sería tenerla conmigo otra vez”, ha recordado.