No es nada nuevo eso de pensar, ni tan siquiera eso de pensar detenidamente en aquello que haya de hacerse. El ser humano tiene la facultad de pensar - más o menos desarrollada en unos y otros - pero hay épocas en las que se hace más necesario pensar mucho y bien porque la situación general así lo demanda. Ya no se trata, en principio, de cuestiones personales que no afectan al conjunto de la sociedad, sino que ésta es la que ocupa el primer puesto en las inquietudes generales de la gente y, a veces, con más urgencia de lo que venía siendo corriente. Somos nosotros, los seres humanos, los que hemos creado la sociedad a lo largo de miles de años; no es algo nuevo para nosotros, ni muchísimo menos, pero con frecuencia ocurre que nos olvidamos de esa "paternidad" y nos sorprenden las llamadas que nos hace.
Queremos, para nuestra comodidad, que no haya problemas y que todo se vaya desarrollando con tranquilidad y eficazmente. Algunas veces nos sorprendemos a nosotros mismos contemplando un paisaje bellísimo que nos ofrece un reportaje de la TV y sentimos en nuestro ánimo no poder estar viviendo en ese lugar. Además de su belleza natural se desprende de la imagen una sensación de paz extraordinaria; de esa paz que deseamos gozar en cada momento de nuestra existencia, cualquiera que sea el lugar de nuestra residencia, bien distinto al que nos ofrece la imagen de la TV. Quieras o no, el caso es que la realidad de la vida - en general - nos exige tratar de lograr cada día algo de esa paz y belleza natural que habíamos contemplado en un momento de esparcimiento. Y para eso hay que pensar mucho lo que se hace.
Cada día se nos presentan una serie de exigencias que nos van marcando nuestra propia naturaleza o el ambiente en que vivimos. Son cuestiones bien diferentes pero que no deben escapar al examen riguroso de nuestra mente y de la opinión de quienes estén dedicados al estudio y solución de cuestiones como las que se nos presentan. Bien está que, para pasar el rato en una tertulia de café, cada uno dé su opinión al respecto, con más o menos fundamento, pero eso no es lo adecuado para tomar decisiones importantes. Las cuestiones hay que estudiarlas con conocimientos claros y profundos sobre ellas, para ofrecer la solución correcta. Esto no se hace por algunas partes de nuestra sociedad y por ello se proponen soluciones que rayan en el engaño y también en la ruptura de un orden establecido legalmente.
Si hay cuestiones que se plantean con gran ligereza mental, llevados a veces por caprichos o aventurismos más o menos personales o que no reflejan la realidad del pensamiento de la totalidad de la sociedad, la obligación que se tiene por parte de quienes oyen esos juicios, propuestas o determinaciones, es la de poner los puntos sobre las íes una vez pensado mucho y adecuadamente cada cuestión que anda circulando libremente por el ámbito de nuestra sociedad. A veces la puesta en escena supera la calidad de lo que se quiere exponer y por ello es necesario mantener la mente clara y el ánimo sereno para enjuiciar correctamente lo que se ve en esos escenarios, más o menos improvisados. Hay una gran diferencia entre esos paisajes bellos y serenos que existen y esas otras escenas tumultuarias que también se ven. Anoche me llamó por teléfono mi nieto Javier; el más joven de la serie, que tiene 15 años. Lo hizo después de terminar el partido entre el Barcelona y el Madrid. Él es partidario del Barcelona y yo del Madrid. Llamó para felicitarnos mutuamente por el resultado, empate a dos, y quedamos en que nos reuniríamos para celebrarlo; pagando yo, naturalmente. Bueno pues ese espíritu y forma de comportarse es lo que uno piensa que debe ser el resultado de pensar mucho lo que se debe hacer en cualquier caso.
Queremos, para nuestra comodidad, que no haya problemas y que todo se vaya desarrollando con tranquilidad y eficazmente. Algunas veces nos sorprendemos a nosotros mismos contemplando un paisaje bellísimo que nos ofrece un reportaje de la TV y sentimos en nuestro ánimo no poder estar viviendo en ese lugar. Además de su belleza natural se desprende de la imagen una sensación de paz extraordinaria; de esa paz que deseamos gozar en cada momento de nuestra existencia, cualquiera que sea el lugar de nuestra residencia, bien distinto al que nos ofrece la imagen de la TV. Quieras o no, el caso es que la realidad de la vida - en general - nos exige tratar de lograr cada día algo de esa paz y belleza natural que habíamos contemplado en un momento de esparcimiento. Y para eso hay que pensar mucho lo que se hace.
Cada día se nos presentan una serie de exigencias que nos van marcando nuestra propia naturaleza o el ambiente en que vivimos. Son cuestiones bien diferentes pero que no deben escapar al examen riguroso de nuestra mente y de la opinión de quienes estén dedicados al estudio y solución de cuestiones como las que se nos presentan. Bien está que, para pasar el rato en una tertulia de café, cada uno dé su opinión al respecto, con más o menos fundamento, pero eso no es lo adecuado para tomar decisiones importantes. Las cuestiones hay que estudiarlas con conocimientos claros y profundos sobre ellas, para ofrecer la solución correcta. Esto no se hace por algunas partes de nuestra sociedad y por ello se proponen soluciones que rayan en el engaño y también en la ruptura de un orden establecido legalmente.
Si hay cuestiones que se plantean con gran ligereza mental, llevados a veces por caprichos o aventurismos más o menos personales o que no reflejan la realidad del pensamiento de la totalidad de la sociedad, la obligación que se tiene por parte de quienes oyen esos juicios, propuestas o determinaciones, es la de poner los puntos sobre las íes una vez pensado mucho y adecuadamente cada cuestión que anda circulando libremente por el ámbito de nuestra sociedad. A veces la puesta en escena supera la calidad de lo que se quiere exponer y por ello es necesario mantener la mente clara y el ánimo sereno para enjuiciar correctamente lo que se ve en esos escenarios, más o menos improvisados. Hay una gran diferencia entre esos paisajes bellos y serenos que existen y esas otras escenas tumultuarias que también se ven. Anoche me llamó por teléfono mi nieto Javier; el más joven de la serie, que tiene 15 años. Lo hizo después de terminar el partido entre el Barcelona y el Madrid. Él es partidario del Barcelona y yo del Madrid. Llamó para felicitarnos mutuamente por el resultado, empate a dos, y quedamos en que nos reuniríamos para celebrarlo; pagando yo, naturalmente. Bueno pues ese espíritu y forma de comportarse es lo que uno piensa que debe ser el resultado de pensar mucho lo que se debe hacer en cualquier caso.