Lo dije recientemente: “Las palabras aparecen confundidas si quien las dice no las supo pensar”. Esto me ha sucedido en estos días, y es que ha contactado conmigo una periodista de un medio nacional, la cual estaba completando un reportaje sobre salud mental.
Siempre es bueno que la salud mental esté en el foco, y es así que me presté a compartir mi testimonio como persona con experiencia propia, y con un recorrido de superación que hace que mi consejo conserve cierto valor.
El caso es que, en un momento de la conversación, quiso saber mi opinión sobre una circunstancia compleja: ¿hay que decir en el entorno que padecemos un trastorno mental grave?
Entonces, hablé sin demasiado rigor, y caí en la cuenta de que no tenía interiorizada una respuesta; así que aprovecho este espacio para establecer algunas certezas.
En general, lo idóneo es hablar de los problemas de salud mental tal como lo hacemos de cualquier otro problema de salud, es decir, con toda naturalidad. Sin embargo, este sencillo argumento queda enturbiado por la percepción de rechazo que, aún hoy, existe en la sociedad, y siendo así, surge la duda a la hora de romper el silencio.
A pesar de todo, y al cabo de unos cuantos pensamientos, llego a la conclusión de que, si queremos cambiar la sociedad a nuestro favor, hay que jugar con todas las cartas boca arriba. Es decir, nuestro entorno debe conocer que somos usuarios de las unidades de salud mental; que nos administramos fármacos en su caso, y que estamos realizando un esfuerzo extraordinario para estar a nivel con los demás.
El caso contrario sería aceptar que somos personas raras, que sentimos vergüenza, que debemos vivir en el aislamiento, y que el único rol posible es la pasividad.
La noticia de nuestro estado de salud mental debe darse en nuestro entorno afectivo y de amistad, ya que así estaremos despertando una especial sensibilidad, y una receptividad, que serán muy útiles para entablar un vínculo comunicacional y emocional.
Mayor determinación se necesitará para abrirse en canal y visibilizarse en el entorno laboral. En este sentido, nuestra organización Salud Mental España desarrolla el programa “Trabajar sin máscaras, emplear sin barreras”, cuyo título nos pone sobre la pista sobre cómo debe ser una realidad normalizada.
En efecto, la normalización de los procesos que rodean a la discapacidad psicosocial exige una concepción muy profunda y sincera de la naturaleza humana.
El derribo de las barreras psicosociales, el establecimiento de los mecanismos de accesibilidad psicosocial, tienen que ver con la adaptación en los tiempos de respuesta.
El reconocimiento de que los problemas de salud mental son un fenómeno natural que a todos afecta, debe servir para crear una red de seguridad en todos los estratos sociales.
Es necesario hablar para que nadie se sienta extraño, y para que todos y todas seamos partícipes de ese mandamiento que es la sociedad del bienestar.
Y para terminar mi opinión, considero importante afrontar con positividad todas nuestras obligaciones, nuestros vínculos y responsabilidades, ya que tengo observado que la gente se contagia de la energía que fluye desde nuestro interior.
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