La experiencia acumulada en las últimas décadas le sirvió de aval para que la Junta de Andalucía le encargase hace dos años dar forma a un programa inédito hasta ahora en cualquier Administración autonómica y que persigue la prevención, detección y actuación ante casos de violencia machista en menores de edad.
Una lacra que Juan Ignacio Paz, psicólogo y asesor técnico del Gabinete de Estudios y Programas del Instituto Andaluz de la Mujer, alerta de que anida entre los jóvenes más de lo que se presupone y que requiere tratamiento para atajarla de raíz. Su ponencia, a partir de las 18:30 en el Palacio de la Asamblea, forma parte de la primera jornada del II Ciclo de Conferencias sobre Violencia de Género.
“Trabajamos con chicas de entre 14 y 18 años que sufren cualquier tipo de abuso por parte de sus parejas. Y a nuestros programas llega de todo: desde quien lo hace por su cuenta hasta quien es llevada por sus padres prácticamente por las orejas o quien ha necesitado que las convenzan de su situación porque pese a ser agredidas o vejadas no lo reconocen”, aclara. El resultado, en ese bienio de arranque del proyecto, arroja un saldo de 170 menores en toda Andalucía arropadas por un respaldo psicológico y afectivo que intenta recomponer ánimos tras las experiencias sufridas. “Intervenimos con ellas, pero también con sus padres y madres, y les ofrecemos orientación y apoyo, y sobre todo tratamiento grupal. Son chavalas que en un 70 por ciento de los casos han sufrido violencia psicológica y física, pero también sexual, la que deriva de la imposición de ‘yo decido dónde, cuándo y cómo practicarlo”, asegura Juan Ignacio Paz.
Pese a las reticencias iniciales que afloran en la mayoría de las ocasiones, el responsable del programa celebra que “en el 85 por ciento de los casos, se integran en la dinámica y continúan con nosotros”. En casi todos se repite un patrón similar: menores de edad acosadas, golpeadas o humilladas por sus parejas que no suelen reconocer que están convirtiéndose en víctimas de la violencia de género más precoz. “En las investigaciones y estudios realizados en Andalucía se comprueba cómo las jóvenes no perciben su condición de víctima. Y si lo hacen, reconocen sólo la física. No ven los primeros factores de abuso, pero los adultos que estamos cerca, tampoco. Nos preocupamos cuando vemos un golpe o percibimos que nuestra hija está deprimida, pero tenemos que ir más allá y estar atentos a los primeros síntomas: cómo el maltratador la aísla, la controla, cómo la propia víctima empieza a cambiar para adaptarse a lo que le impone su pareja. Las llamadas excesivas, el uso constante del WhatsApp para demostrarle dónde está...”.
Y el joven maltratador, por su parte, también evidencia su condición: “Es una persona celosa, posesiva, violenta, que reproduce el mito del amor más romántico pero no cree en la figura de la pareja igualitaria, y eso deriva en una posición en la que pretende ser superior que acaba en el maltrato”. ¿Pero de dónde nace ese comportamiento de posesión en edades y generaciones que se presuponen más abiertas a valores de tolerancia? “Quizás hemos dado por hecho principios como la igualdad cuando lo que está presente en ellos es una ideología sexista, donde el hombre se sitúa por encima de la mujer. Falla cómo nos socializamos como niños y niñas, falla una educación emocional y afectiva, modelos de amor y pareja más parecidos a los de nuestros abuelos”, sostiene Paz, que señala entre los factores de riesgo al carrusel de estereotipos con los que los jóvenes son bombardeados desde los medios de comunicación. “No hay una educación afectiva ni emocional, y el joven en su lugar lo que recibe son mensajes equivocados de argumentos de cine, de música, de videojuegos, que nada tienen que ver con la realidad”, sostiene.
No existe tampoco un perfil definido en ambas orillas, ni en el maltratador ni en la víctima. Es una lacra que no entiende de “capas sociales ni de niveles socioeconómicos” porque “el ataque es siempre emocional, de ahí que no exista un perfil tipo de inteligencia, ni de conocimiento, ni de cultura... Cualquier personal es vulnerable”.
Detectado el problema y asumida la condición de víctima, el trabajo con las menores trata, a través del diálogo y tratamientos personales y en grupo, “que lo que la joven ha vivido por el maltrato de su pareja deje la menor huella posible, que la cicatriz deje cuanto menos daño mejor”. A favor juega “que los jóvenes tienen mucha más capacidad de superación que los mayores”, pero si el trabajo no se cumple con eficacia “el riesgo llega en forma de recaída en otra relación violenta”.
Hay demasiadas ocasiones en las que, además, la violencia de género es una penosa herencia: la recibieron sus madres y también la sufren sus hijas. “Sí, ocurre en aquellos ambientes en los que se ha vivido el aprendizaje de una conducta determinada que es la de ‘mejor callarse’ para sobrevivir al maltratador. La cadena de violencia se repite, y puede ocurrir hasta en un 70 por ciento de los casos”, alerta Paz.
Tres días de ponencias y debates para concienciar sobre una lacra social
Un reguero de muertes repartidas por toda España. La última, el lunes en Gerona, se cobró la vida de una mujer natural de Gambia a manos de su pareja. La lista suma y sigue. Sobre el origen y consecuencias de esa auténtica lacra social gira el II Ciclo de Conferencias sobre Violencia de Género, que arranca hoy y se extenderá hasta el viernes. En esta segunda edición, se centrará en los efectos sobre los menores de esa batalla campal entre padre y madre en la que pueden sumirse los hogares en los que aparece el problema.
La inauguración, a las 17:00, precederá a la primera ponencia: Consecuencias de la violencia de género en niños y adolescentes: factores de riesgo y de protección, a cargo de Pedro Javier Amor, profesor de la Facultad de Psicología de la UNED en Madrid. A las 18:30 será el turno de Juan Ignacio Paz, que desgranará el proyecto que coordina con la conferencia titulada Trabajando con la juventud para prevenir, detectar y actuar ante la violencia machista.
Mañana jueves, Pedro Joaquín Herrera, viceconsejero de Justicia del Gobierno de Canarias, disertará sobre La mediación familiar como instrumento eficaz para la constitución de la guarda y custodia compartida. El servicio de mediación intrafamiliar. Dará paso a las intervenciones de Joaquín González, médico del Servicio de Urgencias del Hospital Universitario del Ingesa,y Remedios Gutiérrez, médico residente de Medicina Familiar y Comunitaria del mismo centro, que hablará sombre Maltrato y abuso sexual en la infancia. Detección y abordaje precoz. Cerrará la jornada Elena Palacios, inspectora jefa del Cuerpo Nacional de Policía y jefa del área de seguimiento y control de la violencia familiar, cuya intervención girará sobre Protección policial a las víctimas de la violencia intrafamiliar.
Ya el viernes, los asistentes a las jornadas en el Palacio de la Asamblea podrán escuchar las ponencias de Javier Rubio, psicólogo forense del equipo psicosocial del Juzgado de Ceuta; Sonia Casado, licenciada en Pedagogía; Viviana Berros, psicóloga y jefa de servicio del CAM, e Isabel Román, psicóloga del CAM.