Siendo necesaria la sesuda labor administrativa en los procesos del movimiento asociativo, donde me encuentro más suelto es en la sensibilización, explicando los alrededores de la esquizofrenia con mi testimonio en primera persona.
Aquí, mi conclusión es a la vez autocrítica y esperanzadora: “Casi imposible significa posible”. Autocrítica en lo social, porque corresponde a la sociedad propiciar un entorno de acogimiento a una realidad distinta. Autocrítica en lo individual, porque en última instancia, nos corresponde a nosotros viajar por los adentros hasta encontrar el cofre de la fuerza interior, acaso el tesoro más preciado.
Por otra parte, ya sé que la esquizofrenia es una enfermedad crónica, pero hablo de curación cuando la persona diagnosticada recupera la alegría de vivir, recompone los afectos de su entorno, y sale a la calle en busca de un proyecto de vida que le haga verse en el futuro.
Aún recuerdo la primera vez que acudí a unas jornadas de salud mental. Allí tomó la palabra David Crepaz-Keay, Jefe de Inclusión Social y empoderamiento de la Mental Health Foundation, quien con un simpatiquísimo lenguaje dejó entrever las carencias y limitaciones de la atención psiquiátrica establecida. En realidad, estaba siendo el pionero en llevar la buena de la participación de los usuarios en las unidades de la salud mental. El hecho que él mismo fuera una persona con problemas de salud mental le otorgaba gran veracidad en el relato, y poder de convicción. (Por momentos me vi metido en ese papel de sensibilización desde la experiencia en primera persona).
Siguiendo los pasos de David, he ido madurando mi mensaje de puertas abiertas a la esperanza, y he ido ganando en mi tono reivindicativo por una asistencia de calidad. Aun así, ocho años después, mi discurso sobre los hitos que llevan a una persona con esquizofrenia a despegar está inconcluso en su forma final. Pero me llaman para una ponencia en un congreso sobre salud mental en Huelva, y he de hacer acopio de certezas, y armar una exposición con principio, nudo y desenlace.
En este punto hay que tener muy claro quién es el público; y mi experiencia me dice que hay dos clases de receptores. Por un lado, técnicos del mundo asociativo y profesionales sanitarios, en busca de las últimas tendencias. Por otro lado, familiares preocupados, porque están conociendo un desequilibrio de salud mental en su seno.
A los profesionales les pediré que cedan un poco de jerarquía en favor del usuario de los servicios de salud mental, para que se sientan protagonistas de su historia de recuperación, y en la seguridad que la sensación de control es positiva y tiene un valor terapéutico.
A los familiares les diré que no está escrito en ningún manual que una persona con esquizofrenia tenga que renunciar a su aventura vital. De otra forma: el anuncio de una enfermedad mental no es el fin, sino el comienzo de una historia de superación.
Por último, y por si hay algún político en la sala, diré que el texto de la Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad es de obligado cumplimiento por el Estado Español, y que antes que cualquier otra cosa, lo que hay que hacer es implementar la Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud.