El pasado sábado pasé buena parte de la mañana a acompañar al equipo de SEO-Ceuta que en estos días lleva a cabo el conteo de los centenares de miles de ejemplares de Pardela Cenicienta que en su viaje migratorio pasan a pocos metros de las costas de Ceuta. Llegué a la cala del Desnarigado a eso de las ocho de la mañana. A esa hora ya estaban allí Joaquín y José Antonio. No hacía mucho que habían montado sus telescopios. Era una mañana fresca de poniente, con el horizonte limpio y el mar ligeramente encrespado en superficie. Los charranes patinegros emitían sus particulares chirridos y se lanzaban en picado al fondo marino para “desayunar”. Con el sol ya amanecido se despertaron los cormoranes y los alcatraces. Comenzaba un nuevo día en el que las protagonistas eran, sin duda, las pardelas cenicientas. En apenas una hora mis amigos de la SEO calcularon el paso de 8.000 ejemplares de estas hermosas aves marinas.
Serían las 9:30 h cuando las pardelas se arremolinaron junto a un barco pesquero que se dirigía de regreso al puerto ceutí. Con la ayuda de los telescopios y los prismáticos observamos que en el “desayuno colectivo” participaron, junto a las pardelas, cerca de cien alcatraces y una manada de delfines. Hace unos años tuve la suerte de presenciar un festín de este tipo en vivo y en directo desde el barco turístico “El Desnarigado”. Son de este tipo de experiencias perceptivas y emotivas que se graban a fuego en tu memoria. Pensé entonces, y cada día lo tengo más claro, que Ceuta es un santuario de la vida. Atrapados como estamos en las preocupaciones laborales y familiares olvidamos tomar distancia de los quehaceres diarios acercándonos a la naturaleza. Yo cada vez que lo hago recupero la vitalidad y amplió mi horizonte vital. Pienso en estos momentos que más allá del tiempo cotidiano y profano discurre una realidad próxima a lo eterno y sagrado. Me gusta subirme a algún altozano, como el Monte Hacho, y ver discurrir a los coches y las personas desde la distancia. Imagino a los demás pensado en sus asuntos profesionales y personales mientras que yo dejo mi mente en blanco para que escriba en ella la naturaleza. Los dictados de la Diosa Madre los voy apuntando en mi libreta consciente del valor de esa voz interior que me habla de lo que soy y del significado de la vida.
Quise el otro día sentarme a escribir mientras que mis amigos de la SEO estaban concentrados en el conteo de las pardelas cenicientas. Llegué incluso a tener en mi mano mi cuaderno rojo y bolígrafo azul, pero al instante apareció el veterinario Miguel Ángel Guirado y dos compañeros cargados de cajas que contenían los más de veinte ejemplares de pardelas cenicientas que habían recuperado en el tramo de costa situado entre Fuentecaballos y la playa de la Ribera. Siento una admiración por personas como Miguel Ángel. Además de un gran profesional, Miguel Ángel es un veterinario vocacional, entusiasta y muy comprometido con la defensa del medioambiente de Ceuta. Todos estos valores los ha transmitido a su hija Andrea. Resulta igualmente admirable la entrega de Andrea a la recuperación de las aves que por distintas causas necesitan cuidados para volver a volar. Ya sean gaviotas, palomas, vencejos o pardelas, Miguel Ángel y Andrea siempre están dispuestos a dejarlo todo con tal de salvar la vida de un ave.
Como les iba contando, Miguel Ángel y sus dos compañeros, llevaron hasta el espigón donde estábamos una gran caja de cartón llena de ejemplares de pardelas. Con gran mimo, a pesar de los picotazos que recibían, iban sacando estas aves para colocarles una anilla identificativa y después devolverlas al mar donde a pocos metros les esperaban sus compañeras de viaje. Nunca antes había tenido la oportunidad de tocar el suave plumaje de una pardela ni de mirar tan de cerca sus vivos ojos. Todos los que allí estábamos celebramos la suelta de las pardelas. Resulta muy gratificante ser partícipe o testigo de la recuperación de un ave marina protegida. Una de ellas no consiguió remontar el vuelo y se refugió en la hendidura de unas cercanas rocas. Si se quedaba allí era muy probable que no se recupera y terminara muriendo. Así que Clara Benhamú, una gran amante de la naturaleza, buena amiga y compañera de Septem Nostra, no dudó en quitarse la ropa y lanzarse al agua, sin temerle al frío, para rescatar este ejemplar de pardela. Lo logró con gran esfuerzo y con el resultado de más de un rasguño. Clara es una persona muy sensible que no entiende el maltrato gratuito a los animales y a los árboles. Su cara de satisfacción tras el exitoso rescate lo decía todo.
Pocos antes de regresar a casa grabé con mi cámara fotográfica unas breves declaraciones a Miguel Ángel Guirado. De una manera clara, escueta y emotiva, Miguel Ángel explicó que no recordaba un episodio de tantas pardelas desorientadas en los últimos quince años. Hizo un llamamiento a toda la ciudadanía para que avisara al 112 si alguien veía algún ejemplar de pardelas en algún punto de la costa. Para los profanos en la materia, pueden confundirlas con las gaviotas y esto les lleve a no reconocer a este tipo de ave protegida. También aprovechó Miguel Ángel esta improvisada entrevista para denunciar el alto grado de contaminación lumínica que sufrimos en Ceuta y que estaba detrás de este alto número de ejemplares de pardelas que terminaron heridas y algunas muertas en la fachada meridional de nuestra ciudad. En otros lugares que son testigos del paso migratorio de la pardela cenicienta, como Canarias, se apagan las luces más próximas a la línea de costa o se reduce el flujo lumínico. Por desgracia, siendo como es Ceuta el mejor sitio para presenciar el paso de estas maravillosas aves marinas, aquí no se adopta ningún tipo de medida. En Ceuta estamos todo el año en permanente feria.
Después de muchos años dedicados a la defensa del medioambiente ceutí, una de las principales conclusiones a la que hemos llegado es que al gobierno local nunca le ha interesado la protección del patrimonio natural de Ceuta. Hay que estar muy miope y ser muy cerrado de mollera para no reconocer la condición de Ceuta como un lugar de gran importancia ecológica. Nuestra ciudad no sólo ha destacado a lo largo de la historia como un punto estratégico en los movimientos de mercancías, personas e ideas, sino que todavía es más reseñable su dimensión de baluarte para la observación del paso de aves, tortugas, cetáceos y túnidos. Precisamente el origen de la Ceuta romana, y puede que también de la fenicia, estuvo de manera estrecha unido a la captura de los túnidos aprovechando sus movimientos migratorios juntos a las costas ceutíes.
Durante buena parte de la historia de la humanidad hemos explotado la naturaleza de manera irracional y despiadada. Se han talado y quemado bosques sagrados, desviados ríos, construido grandes presas, se han desmontado montañas para extraer minerales o metales preciosos, hemos llevado a la extinción muchas especies de animales y plantas, se han contaminado mares y océanos, y un extenso listado de despropósitos. Todo se ha cosificado movidos por la absurda idea de que sólo los seres humanos tenemos consciencia y alma. Tan lejos nos ha llevado nuestra errónea comprensión de la naturaleza y el cosmos, que nos hemos vuelvo seres “des-almados”. Esta distorsión de la realidad aún perdura, pero al mismo tiempo va cobrando fuerza una visión renovada de la naturaleza y de la condición humana. La explotación insensible de la naturaleza está cada día más cuestionada y empieza a brotar en el corazón de los seres humanos una percepción distinta de la tierra. Ciertos órganos sutiles que durante muchos milenios han permanecido inactivos comienzan a reactivarse.
Todos los días acompaño a mi hija de seis años, Sofía, a la cama y dedicamos un rato a la lectura. Fue Sofía la que el otro día me sorprendió al elegir un libro que a mí me encanta: “El Principito” de Antonie de Saint-Exupéry. Es un libro, como ustedes conocen, que trata de las distintas maneras de ver el mundo. Todos veían un sombrero donde el narrador de la historia no tenía dudas en reconocer una boa que se había tragado un elefante. Esto le llevó a desconfiar de su intuición y a abandonar su afición al dibujo. No volvió a dibujar hasta que conoció al Principito y éste le insistió en que le dibujara un cordero. Comienza así una historia cargada de simbolismo y secretos. El más importante, desde mi punto de vista, es el que le desveló el zorro que domesticó el Principito. “He aquí mi secreto”, le dijo el zorro, “es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
Sí, importante lección es la que le ofreció el zorro como regalo de despedida al Principito: lo esencial es invisible a los ojos. Si uno mira con los ojos del corazón a Ceuta lo que podemos ver es la fuente del agua de la vida que lucha por no secarse frente a tanto desatino. Cualquier esfuerzo que se haga a favor de la vida, como el que han hecho el equipo de SEO-Ceuta con la recuperación de un elevado número de ejemplares de pardelas, es una contribución importante para la renovación de la vida y por hacer visible lo invisible. Las pardelas siempre han pasado por estas fechas a pocos metros de Ceuta, pero ahora empezamos a verlas.