Hoy (14 de mayo de 2023) se cumplen ocho años de mi segundo encuentro con la diosa. Un día como hoy descubrí la gruta artificial en la que ochocientos años antes depositaron una serie de ofrendas relacionadas con un ritual de magia propiciatoria de la fertilidad. Entre los objetos hallados, el más importante fue un colgante de plomo con la figura de una divinidad femenina desnuda, con los brazos en posición oferente y las piernas arqueadas dando a luz a una flor.
Fue un hallazgo inesperado, pero intuido a comienzos de ese mismo año. En aquella ocasión, escribí sobre una gruta sagrada dedicada al culto de la Gran Madre. El propósito de esta revelación, confirmada por los descubrimientos arqueológicos en la calle Galea, era revitalizar el papel de Ceuta como santuario de la vida. Deseaba entonces y sigo deseando ahora que Ceuta sea un lugar clave en la sustitución del mito de la máquina por el de la vida. La vida regresa cada mañana con la salida del sol después de haber sido renovación por las aguas sagradas del Estrecho de Gibraltar. Con la llegada del sol exterior también se eleva nuestro sol interior y así volvemos a la vida tras sumergirnos durante el sueño en las profundas aguas del inconsciente.
Reflexiono sobre esta recurrente idea en la mitología ceutí mientras contemplo el amanecer desde el mirador de Isabel II. Este elevado punto de Ceuta me permite apreciar la silueta pisciforme de la península ceutí, como la isla de Paumanok en la que nació Walt Whitman. No creo que sea simple coincidencia que Whitman y yo naciéramos en una isla-pez. Sin la inspiración y empuje de Walt Whitman nunca hubiera dado el salto a la escritura ni animado a desvelar el espíritu de mi ciudad natal. Él logró abrir mis sentidos a la naturaleza para captar lo que suele pasar desapercibido para la mayoría. Ahora siento el acogedor abrazo de Ceuta que retiene a quienes ama y acoge a todos los que se acercan a sus costas. Lleva haciéndolo desde el principio de los tiempos con la misma generosidad que le caracteriza.
Este elevado punto de Ceuta me permite apreciar la silueta pisciforme de la península ceutí
Me dejo acariciar por su brisa que me trae una indescriptible mezcla de fragancias primaverales y me acerca el sonido del canto mañanero de las aves. Los rayos del sol acuden a mí para calentar mi cuerpo, presa de la humedad del viento de levante. Las nubes que arrastra el aliento de Euro ocultan a intervalos la esférica imagen del sol.
Decido introducirme por los caminos con el mismo respeto como si estuviera entrando en un espacio sagrado. Realmente accedo a un templo colmado de sacralidad, magia y belleza. Es algo extraño…siento que los majestuosos pinos están vivos y conscientes de mi presencia. Todos tienen sus ramas dirigidas a las aguas del Estrecho. Me sobrecoge la altura de estos árboles y sus elegantes portes. Calculo que deben superar los cien años de edad.
Me entusiasma contemplar las flores de las collejas a punto de eclosionar. No menos me emociona adentrarme en una senda abierta entre los helechos que hacen de Ceuta un auténtico “Evergreen”.
Un embriagador aroma me hace detenerme para aspirarlo con toda la fuerza que puedo. Aprovecho unos troncos situados a pie del camino para sentarme. Cuando vuelvo la cabeza hacia un lado de la senda observo que acabo de atravesar un círculo que bien podría ser una puerta a otra dimensión. Llego de esta forma a la pareja de quejigos andaluces que representan a Filemón y Baucis. Hacía mucho tiempo que no venía a visitarles. Me gusta sentarme junto al tronco de Baucis.
El paisaje que tengo ante mis ojos es impresionante. Una ligera neblina no impide reconocer los detalles del litoral gaditano
Este árbol me sirve de Axis Mundi para conectarme con el espíritu de Ceuta y el mundo imaginal. Me invita a cerrar los ojos y tumbarme con la cabeza apoyada en su tronco. Siento que pertenezco a este lugar y que mi función es escuchar a la naturaleza para su transcribir sus mensajes a esta libreta. Su mensaje es claro: ¡Abrid los corazones para que el espíritu del lugar se aloje en vuestro templo interior! Este es el significado del símbolo materializado en el talismán de plomo que hallé hace ocho años. Si lo hacemos nos daremos cuenta que vivimos en un templo y nos afanaremos en su reconstrucción sostenido sobre las siete colinas que dan nombre a Ceuta.
Vivimos en la epidermis de nuestro ser. Solo cuando profundizamos en lo que realmente somos se abren las puertas de la percepción suprapersonal que permite reintegrarnos en la naturaleza y el cosmos. Gracias a la doble visión de la que hablaba William Blake podemos reconocer al espíritu de Ceuta dispersándose desde el pecho del Atlante dormido.
…Si bien esta mañana soplaba un suave viento de levante, al atardecer las rachas de poniente son bastante fuertes. El paisaje que tengo ante mis ojos es impresionante. Una ligera neblina no impide reconocer los detalles del litoral gaditano, en especial la amplia bahía de Algeciras y el Peñón de Gibraltar. Mientras contemplaba la puesta de sol he recibido una videollamada de mi querida amiga África. Quería compartir conmigo el atardecer si saber que yo me encontraba a pocos metros de su casa haciendo justamente lo mismo que ella. La sincronía ha sido muy emotiva, así como el abrazo que nos hemos dado cuando he ido saludarla. Así ha terminado un día muy especial.