Ha comenzado un nuevo curso escolar

Coincidiendo con la finalización del anterior, se produjo un hecho de extraordinaria relevancia que invitaba a presagiar novedades. Ahora la política educativa de Ceuta la dirige un Gobierno socialista. O al menos eso pensábamos. Sin embargo, hay que hacer un esfuerzo no menor para encontrar alguna diferencia. Exceptuando la rutinaria sustitución de personas en los cargos directivos, es imposible distinguir ambas administraciones. El PSOE se ha especializado en frustrar expectativas.

Es cierto que cualquier cambio de alguna envergadura requiere su tiempo. Esta característica se aprecia con mayor intensidad en un ámbito tan complejo y poliédrico como el educativo. Por eso sería injusto exigir lo imposible. Nadie puede resolver de manera inmediata los gravísimos problemas estructurales que afectan a nuestro sistema educativo desde tiempo inmemorial.

Pero la dificultad de esta empresa tampoco se puede esgrimir como coartada para justificar la inacción y el inmovilismo. Que es precisamente lo que está sucediendo. Al equipo ministerial del PSOE (reeditado) sí cabía demandarle dos actuaciones inmediatas que estaban perfectamente a su alcance, más que justificadas, que se ajustan milimétricamente a sus planteamientos cuando hacían oposición, y que son muy necesarias para mejorar la calidad de la enseñanza y, con ello, r mitigar el abultado fracaso escolar. Una. La reversión de los recortes que impuso el “decreto maldito” del año dos mil doce (en el que figura, entre otras cosas, las ampliación del horario lectivo del profesorado).

Dos. La ampliación de las plantillas (de profesorado y de personal de servicios), imprescindible para mejorar ratios, pero sobre todo, para “reconstruir” el entramado pedagógico de “atención a la diversidad” desmantelado por el Gobierno de la derecha, siempre más preocupado de sus élites blindadas en la enseñanza privada concertada. Eso era posible.

Y no han querido hacerlo. Las normas que regirán este próximo curso, son las del PP. Los criterios de confección de plantilla son los del PP. La asignación de cupos de profesorado y de personal de servicios, es la que diseñó el PP.

Desgraciadamente, el pronóstico fatalista de quienes desconfiaban de la regeneración ideológica del PSOE se ha cumplido, incluso desbordando las previsiones más pesimistas, en un tiempo record. El inventario de promesas traicionadas es tan extenso que zanja definitivamente cualquier controversia a este respecto. PSOE e izquierda se han convertido en términos irreversiblemente incompatibles. Pero es que en el caso que nos ocupa, ellos mismos se han encargado (involuntariamente) de levantar el acta y certificar su vergonzante pirueta.

El pasado mes de febrero, el Grupo Parlamentario del PSOE (cuando no pensaba ni remotamente que podría gobernar) registró en el Congreso de los Diputaos una Proposición No de Ley “exigiendo más recursos para la educación en Ceuta y Melilla”. Debidamente argumentada, y plena de oportunidad y razón. Se debatirá en breve. Ahora, siendo ellos titulares del Ministerio de Educación.

Y habiendo actuado en flagrante contradicción con su vibrante alegato. Tienen suerte de que la ausencia de vergüenza ya se ha generalizado de tal modo que no se sanciona socialmente. Se acepta de manera (casi) unánime que la mentira no es sólo compatible con la democracia, sino que es uno de sus elemento esencial (se trata, básicamente, de un concurso de seducción carente de principios y escrúpulos).

Tampoco en esta ocasión debemos olvidar la connotación específica de Ceuta que condiciona todas las decisiones de la Administración General del Estado. Más allá de siglas e ideologías, la percepción negativa que tienen de nuestra Ciudad funcionarios de elevado rango y políticos de niveles secundarios, está muy extendida y es demoledora para nuestros intereses.

Una realidad tan maquiavélicamente enrevesada como la ceutí (y melillense) en materia educativa, la despachan con tanto desprecio como ligereza apelando a lo mucho que cobran los privilegiados docentes allí destinados para dar clase a “cuatro gatos” (intentar explicar a aquellas mentes atrincheradas en prejuicios indestructibles el significado del plus de residencia, es una misión imposible).

Los partidos que hasta ahora han gobernado España no han tenido ni la voluntad ni la convicción necesarias para combatir este fenómeno que actúa como una potente y eficaz carcoma contra Ceuta. Es más, se terminan adaptando y plegando a sus opiniones, criterios y decisiones. Pero no podemos caer en el error de imputar siempre a terceros la causa de nuestros males. No hay sentimiento más estéril que el victimismo. Es obligada una mirada introspectiva.

Y ahí cosechamos un suspenso clamoroso. Nos agreden con saña porque son conscientes de la impunidad de la que gozan. En Ceuta nunca pasa nada.

Todo se amortiza con irritante indiferencia. Ilustraré esta sentencia con una anécdota reciente. Coincidí, en una cola para gestionar billetes de barco el viernes en que se produjo el monumental caos en el puerto, con un joven que dijo trabajar en el puerto de Tarifa, y me dijo textualmente: “Esto pasa aquí porque ustedes lo aguantan todo, si esto pasa en Tarifa, no sale nadie vivo” Probablemente lleve toda la razón.

A su modo, definió con esmerada precisión la indolencia vital de un pueblo enfermizamente adocenado. Ha comenzado un nuevo curso escolar. No se nota nada. Las familias, principales afectadas de las inocultables carencias del sistema, no se sienten lo más mínimo concernidas. Llevan a sus hijos e hijas a clase, los recogen, y reciben las notas (con euforia o depresión). No hay más.

El profesorado, sindicalmente desactivado, se lamenta en voz muy baja (casi susurrante), en espacios limitados (la sala de profesores o el patio de recreo) y durante el tiempo excedente (siempre dentro del horario escolar). El concepto reivindicación devino en entelequia. Ningún Gobierno detectara la necesidad de invertir más en educación en Ceuta.