Cuando cae la noche, ellos son el garante de la seguridad del Estado en el
A pesar de incidentes como los apedreamientos a los servidores públicos, el restablecimiento progresivo de la normalidad es palpable. Antes era impensable la entrada de las fuerzas de seguridad en la barriada.
Los cambios son “significativos” porque, cuando empezaron este servicio, hallaron un Príncipe “oscuro, sucio, en el que lo único que encontrabas por la noche eran malos, tiros al aire, coches quemados y derrapes”, en definitiva, conflictos permanentes. “Poco a poco se va viendo una normalidad. Por la necesidad de ellos de que hubiese policía y la nuestra de entrar, ha habido un equilibrio”, reflexiona el superior, quien apunta a la apertura de establecimientos o la gratitud de las familias como una señal de esa recuperación. No obstante, confía en que estas mejoras “vayan a más y mejor” y que, “policialmente, pueda ser un barrio más de Ceuta”.
El respeto mutuo tiene en las futuras generaciones su piedra angular a la vista de la animadversión que generan en ciertos grupos de adolescentes. El oficial pone como ejemplo que, al principio, les chocaban la mano a los niños y les preguntaban si querían ser policías. Ninguno decía que sí. Ahora la mayoría quiere serlo, “y eso es un éxito”.
El Príncipe no es el único punto negro de la ciudad que patrulla el Subgrupo de Noche, aunque es el que centra sus mayores esfuerzos. Esta misma semana juzgaron al detenido en una intervención en el Recinto, al que algunos ya conocen como ‘Príncipe2’, y que terminó en atentado contra la Policía. Incluso Calamocarro donde, en agosto de 2017, arrestaron a tres personas por tráfico de seres humanos, o Juan Carlos I, donde interceptaron el arma de fuego con el que atracaban los autobuses. Porque, aunque se les encuadre en el Príncipe, dan respuesta policial en todos los puntos negros a cualquier hora y en cualquier momento.
Sin embargo, en las callejuelas existen más probabilidades de cruzarse con alguien sobre el que pese una orden de busca y captura. Como un hombre que levanta sus sospechas, las cuales, confirman con la Jefatura Superior. “Hemos tenido enfrentamientos con él. Tuvo un atentado contra la autoridad en el que agredió a un inspector por un tema de extrema violencia de género y ha sido pistolero. Ha estado mucho tiempo en prisión. Lo hemos visto cuando ya ha cesado la busca y, mientras tanto, ha estado escondido”, relata el responsable tras comprobar la filiación. La mala suerte para la autoridad significa tener buena estrella para el reclamado por la Justicia.
Aquellos a los que no les gusta ver a la Policía en sus calles, les dedican pintadas amenazantes. Unos mensajes manuscritos a spray que no les amedrentan como reconoce el principal foco de esas advertencias: “Ser cabeza visible de algo que perturba el anormal funcionamiento hace que haya amenazas, pintadas con mi nombre diciendo que me quieren matar... Eso quiere decir que estamos haciendo bien nuestro trabajo”. No solo ellos viven cada noche de servicio en el Príncipe con el corazón en un puño. Sus familias también pasan la madrugada en vela pendientes de que no suene el teléfono.
Siguiente destino: un control de vehículos cerca de la Iglesia de San Ildefonso. Buscan, sobre todo, cualquier objeto que arroje pistas sobre un acto delictivo, deudas pendientes con la Justicia o, incluso, sustancias estupefacientes. Cumplen el ritual: cacheos, documentación personal y del vehículo, registro de pertenencias e inspección detallada del interior.
Tópico o realidad, sobre el Príncipe pesa la etiqueta de ser uno de los barrios más peligrosos de España. Tiene todos los factores socioeconómicos en contra y eso impide que prospere. Justificado o no su título de barrio conflictivo, no todos los núcleos poblaciones que aparecen en ese ranking cuentan con un Subgrupo de Noche que, encuadrado dentro de Seguridad Ciudadana, tiene encomendada funciones que van más allá de una UPR al uso.
“Conocemos el Príncipe, sabemos cuáles son los motivos que provocan ese conflicto e intentamos poner solución. ¿En ese ranking? No nos gustaría que estuviese el Príncipe pero sí es cierto que si hay una operativo antiyihadista y viene la Comisaría General de Información una o dos veces al año... Ese foco mediático está sobre el Príncipe. Si existe ahora mismo la problemática de La Línea, de Algeciras, y se cogen miles de kilos de hachís y siempre hay un ceutí de la barriada del Príncipe, eso no ayuda nunca a que esto sea una barriada más”, reflexiona el oficial.
Regresa la calma a las calles del Príncipe. Una calma tensa porque nunca se sabe qué puede estar a punto de ocurrir a la vuelta de la esquina. Pero los vecinos de la barriada pueden dormir tranquilos porque el Subgrupo de Noche vigila sus calles.
Aunque los malos tiene una red de contactos sigilosa y escurridiza, esta Fuerza de Seguridad del Estado ha conseguido tejer un entramado de confidentes que quieren el bienestar para su barriada.
Uno de esos contactos sitúa a dos objetivos de la Policía Nacional en un garito del Príncipe: acumulan un amplio historial por presunto robo de coches, motos y extorsión a porteadores en los alrededores de la frontera del Tarajal.
El Subgrupo lleva un tiempo pisando los talones a dos de estos presuntos delincuentes, pero nunca ha estado tan cerca de ellos como esta noche. Tienen un cien por cien de confirmación de que se encuentran dentro del trastero y su misión es intentar sacarles para llevarles ante la Justicia. Un hombre autoriza a los agentes a entrar en la construcción. De repente, un individuo que se identifica como “propietario” irrumpe a la fuerza en el interior.
El oficial al mando maneja la situación. En el interior, aborda el incidente desde la psicología policial, mientras que fuera, cada vez se congregan más vecinos. La chispa más insignificante puede hacer que la negociación salte por los aires. Y así ocurrió: las personas congregadas en el exterior enfurecen porque no quieren que se graben imágenes en la vía pública.
Cuando la tensión se relaja y los vecinos vuelven a sus casas, el patriarca reconoce que dentro puede estar al menos uno de los sospechosos a los que el Subgrupo está buscando. Se tienen que ir con las manos vacías pese a que saben que el sospechoso está a escasos metros.
Tras una ardua negociación, todos se piden disculpas por el malentendido y el Subgrupo de Noche prosigue su patrulla. Ser policía, más en el Príncipe, es un trabajo en el que soportan altas dosis de estrés.
A medio camino entre la Policía Judicial, Seguridad Ciudadana, Información y Proximidad, destaca la colaboración con el resto de unidades de la Jefatura Superior.
“Las relaciones son muy estrechas con la UDEV, UDyCO, Información, Seguridad Ciudadana y con todos, en una simbiosis perfecta entre nosotros y ellos”, señala el oficial.
Dentro de una Policía con los cimientos sólidos, es difícil encuadrar al Subgrupo, aunque corresponde a UPR de Seguridad Ciudadana con funciones específicas.
El oficial del Subgrupo de Noche asegura que la población del Príncipe es muy complicada, “pero no por ellos, sino por todos: la distancia, las infraestructuras, los servicios, laboralmente, porque tiene a Marruecos al lado, la frontera... Que salga una persona no de buen corazón, porque eso lo son la mayoría, sino de provecho, eso es muy meritorio porque tiene todos los factores en contra”, valora el responsable.
Un panorama al que los vecinos se refieren cuando hablan de “marginación”. Cada mañana, muchos como Mohamed se levantan desesperados. Sin trabajo ni perspectivas de conseguirlo. “La última vez que trabajé fue en 1989 con el Ayuntamiento. ¿Por qué no nos llaman? Será porque somos del Príncipe. ¡Yo no lo entiendo!”, exclama este vecino en el zoco, con cuatro hijos a su cargo y sin poder dedicarse al comercio transfronterizo porque tiene pasaporte español.
El oficial destaca el capital humano del Subgrupo de noche como clave para la consecución de los objetivos de la Jefatura Superior de Ceuta. Cada día se juegan el pellejo. “Yo no me meto en esta aventura sin ellos. Si por cualquier circunstancia hubiera cualquier cambio, yo no seguiría en este proyecto. Yo seré la cabeza visible, pero todos somos uno. Siempre les estaré agradecido por su dedicación, profesionalidad, entrega y fuerza”, aprecia el oficial.
Cuando llegan a la plaza del zoco la amenaza se cierne sobre el Subgrupo y el propio equipo de FARO TV: el lanzamiento de una piedra de dimensiones considerables –y otra más pequeña– desde una de las azoteas. No hay daños personales que lamentar y todos resultan ilesos.
Los agentes se despliegan para asegurar la zona y, sin dudarlo, el oficial se dirige a los cafetines del zoco, centro neurálgico de la vida diaria en la barriada, y desde donde puede hacer llegar su mensaje a los autores del lanzamiento de piedras de boca en boca: “Llevo cuatro años diciéndoos que iba a traer al Príncipe la televisión de Ceuta, vuestra tele, para que conozcan la barriada, jugando al dominó, al parchís... ¿Y sabéis cómo nos han recibido? Con piedras”.
Los vecinos se exculpan del ataque y achacan estos episodios a algunos jóvenes de la barriada. “¿Tú crees que esto lo puede tirar un niño chico?”, le pregunta el oficial a un joven mientras sostiene la piedra que a punto estuvo de caer encima de cualquiera. El incidente acapara la atención de toda la barriada, que se arremolina a las puertas del cafetín. Ellos están agradecidos por la presencia policial. “Esto sin agentes estaría peor”, comenta un vecino.
El rostro de muchos delincuentes y sospechosos ha quedado grabado en las retinas de los agentes en el transcurso de investigaciones, cacheos y persecuciones en centenares de intervenciones que escriben la historia de este equipo de policías nacionales. “Muchas son relevantes. Se empezó con el ‘Pincho’, que se le intervino un arma y luego se han intervenido otras a ‘Zapatero’, Ahmed el ‘Gordo’... Habremos detenido a unas 300 personas”, recuenta el oficial del Subgrupo de Noche.
Recientemente, localizaron un macuto con armas a raíz de una llamada anónima. En el apartado de estupefacientes, intervinieron coches con hachís y consiguieron “la mayor incautación de Europa –benzodiacepina, trankimazín y rivotril– con 14.600 pastillas”, como informó la Jefatura Superior.
En un control rutinario, dentro de una maleta, descubrieron el alijo. De gran repercusión mediática nacional fue la detención del ‘Chino’ Lahsen, quien asesinó al ‘Mape’ con el que el Subgrupo también tuvo enfrentamientos. “Aquel fin de semana hubo dos intentos de homicidio también y nosotros, junto con UDyCO, entramos en su casa y fuimos recibidos a disparos”, rememora el profesional al mando.
Durante la noche en la que el Subgrupo tuvo un equipo de FARO TV empotrado, un contenedor ardiendo cortó el paso del vehículo policial en uno de los accesos a la barriada. Podría ser una emboscada. Una decena de jóvenes eran las únicas personas que se encontraban en las inmediaciones del lugar en el que apareció el contenedor en llamas.
El despliegue policial les cortó cualquier vía de escapatoria y los agentes procedieron a cachearles. Sin embargo, no encontraron nada que les incriminase. Dentro del protocolo establecido de protección ante apedreamientos, dieron cobertura a Bomberos mientras extinguían el segundo incendio de la noche.
El oficial al mando del Subgrupo de Noche destaca, por complicada, la detención del apodado ‘Kake’, de máxima prioridad para la Jefatura Superior dada su peligrosidad: 24 arrestos a sus espaldas, el último por disparar a otra persona a modo de amedrentamiento.
Tras un cerco policial de horas y efectuando disparos para evitar su arresto, el ‘Kake’ fue detenido. Para su traslado al vehículo policial, los agentes tuvieron que reducirle y, ante su resistencia a colaborar, llevarle en volandas hasta su interior. En la actualidad, se encuentra en prisión.
Otra de esas intervenciones reseñables comenzó con el encontronazo fortuito con un individuo que caminaba en sentido inverso. Nada hacía presagiar lo que ocurriría a continuación. El individuo, al verse acorralado por el cerco policial, se echa mano al cinto como para desenfundar un arma de fuego y emprendió la huida a la carrera. Así lo advertía uno de los policías al resto.
La persecución por las callejuelas fue trepidante, pero también peligrosa. En uno de los tramos el sospechoso arrojó el arma por los aires, a la altura de una azotea. Finalmente los policías consiguieron detenerle. El cazador cazado que, antes, logró deshacerse del arma que le incriminaría.
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