El tráfico de hachís mueve millones de euros. Son muchos los que viven de ese negocio que conforma una cadena en la que cada eslabón tiene un misión importante. La Guardia Civil dispone de unidades cuyo único objetivo es el de intentar romperla y lo hacen desde todos los frentes posibles. A pie de puerto, en Ceuta, componentes de la Compañía Fiscal adscritos al Servicio Cinológico con sus canes antidroga o especialistas mecánicos capaces de recuperar la mercancía oculta en cualquier recoveco de un vehículo, trabajan de la mano para evitar la salida de narcóticos hacia la Península y su introducción, por tanto, en el mercado europeo.
El cierre de la frontera con Marruecos ha hecho descender los decomisos en el puerto, ya que hay menos droga para la carga de vehículos al optarse por la salida de grandes cantidades en las narcolanchas que parten directamente de las costas marroquíes. Aun así, sigue siendo un lugar estratégico en esa querencia que tienen los narcos por sacar mercancía que, a su vez, le reportará los beneficios necesarios para mantener su infraestructura delincuencial.
Los agentes encomendados a la lucha contra el tráfico de drogas se topan con los más burdos delincuentes pero también con auténticos especialistas con conocimientos profesionales para convertir un simple coche en el habitáculo perfecto para forrarlo con kilos y kilos de hachís hasta transformarlo en un gran alijo a cuatro ruedas.
“Aquí nos enfrentamos a trabajos rudimentarios, desde una bolsa con hachís metida debajo de un sillón hasta una defensa que tiene un dispositivo eléctrico muy sofisticado que esconde un doble fondo con muchísima droga y que es muy difícil de detectar”, explica uno de los componentes de la unidad de agentes especializados en la localización de drogas u otras sustancias.
Hay que desandar el camino, llegar al origen a ciegas, convertir la sospecha de existencia de droga en la veracidad de la prueba que presentar ante un juez, que no es otra que la localización de esa mercancía: desde unos pocos kilos hasta cientos o miles, según las dimensiones del vehículo. Y ahí hace falta pericia, experiencia y mucho trabajo. Delante se tiene la moto, el coche, el camión... y a los agentes les toca no dejar ni una parte sin rastrear para sacar lo que las redes del narcotráfico han querido ocultar. Y lo han hecho, en muchos casos, echando mano de todas las artimañas posibles: camuflando el olor del hachís con todo tipo de productos o habilitando espacios en lugares que sean de complicada localización.
“Según los modelos de coche ya sabemos, por experiencia, donde es susceptible que vaya la droga. Pero si es muy sofisticado hay que echarle bastante tiempo” para localizar el alijo, habiéndose producido casos en los que se ha tenido que invertir muchas horas en dar con la prueba del delito. Se sabe que el hachís está ahí pero no es tan sencillo dar con él, sobre todo cuando las cantidades no son muy elevadas y hay que revisar todas las partes hasta dar con lo que se busca.
Es un trabajo de hormiga. Es un no parar porque la droga puede estar en cualquier sitio. “Tenemos herramientas para desmontar todo, desde una caja de cambios hasta el chasis del coche, la estructura, defensa, interior de puertas, techos... Nos enfrentamos a eso, en verdad”.
Y así se hace. Se empieza por un lado del vehículo y se termina por el otro, paso a paso, detalle a detalle, sin dejar nada, y siempre delante del detenido que en la mayoría de las ocasiones sabe perfectamente dónde está la mercancía pero calla. Ellos son el último eslabón de la cadena. Cobran entre 3.000 y 4.000 euros por pases de entre 60 a 80 kilos de hachís. Ellos son los que, descubierta la mercancía, serán presentados ante su señoría para conseguir, con el mejor de los acuerdos, penas de casi 4 años de prisión. El futuro entre rejas por un pase, ese el resultado final de un submundo dominado por quienes, en la cúspide de esta pirámide delincuencial, manejan los hilos de un negocio que mueve muchísimo dinero y que también ha encontrado en el cierre de la frontera del Tarajal su particular crisis económica.
“Vamos cribando todo el vehículo. Muchas veces el perro no ha marcado porque hay muchos métodos de engañar al animal, pero tenemos sospechas de que ese vehículo oculta droga. Esos indicios nos lleva a traerlo al taller y verificar si hay sustancia revisándolo de una punta a otra”, explica a FaroTV uno de los guardias civiles. Los agentes del Servicio Cinológico o de Fiscal son los primeros en el filtro para cazar las sustancias. Después llega el turno de los mecánicos que tienen que sacar toda la mercancía en un trabajo que no trasciende públicamente y que está detrás de cada una de esas noticias de decomisos que se publican en los medios de comunicación. Ahí está el resultado final, pero antes hay un trabajo constante, sin parada, en el que cuenta cada paso que se da porque el objetivo es que no logre el embarque ningún vehículo que haya sido cargado con el hachís que crece en las plantaciones de Marruecos.
En el foso del garaje ubicado en el puerto se hace la inspección del vehículo después de que el guía canino haya advertido de la presencia de droga. Ese reconocimiento sigue un protocolo establecido que culmina con el hallazgo. “Primero nos acercamos a donde el perro ha ido o ha marcado, después tenemos que visionar todo el vehículo parte por parte, labor que se complica” según se haya escondido la droga, que puede estar “en un doble fondo, debajo del asiento... O puede ser que el perro marque en un lado pero la droga esté en otro debido a que muchas veces la envasan al vacío, lleva días y los gases se van filtrando por todo el vehículo”, explica otro de los agentes.
Ese can especializado en la detección de drogas ha sido adiestrado específicamente para esa labor. “El perro empieza a oler haciendo un perímetro de todo el coche hasta que nos indica si hay sustancia. Si marca, el compañero mecánico revisa”, detalla la única componente femenina que hay destinada en esta Unidad Cinológica. Ella trabaja directamente con su can, su compañero al que enseña día a día, conociéndose ambos para conseguir la constitución del tándem perfecto en la lucha contra el tráfico de drogas. El hallazgo del hachís se convierte en una especie de juego, el perro aprende y busca su premio, su juguete, mostrando con unas señales que su guía reconoce que es capaz de dar con lo que los narcos han querido ocultar. “A través del juego busca la sustancia, cuando indica que la hay quiere su recompensa que consiste en eso, en jugar con él. Todo se basa en el juego”.
Un juego capaz de romper negocios ilícitos, un juego clave, una combinación perfecta entre animal y guía para combatir el tráfico de drogas que busca hacerse fuerte entre fronteras.
“Es un trabajo día a día, los ‘malos’ cada vez son más listos, ponen las sustancias de distintas formas y hay que trabajar para que el perro sepa que hay muchas. Todos los días hay que hacer prácticas con él, hay que seguir trabajando porque esto nunca termina”, añade la agente.
Muchas veces el can es efectivo, marca y ahí está el ‘premio’ pero otras veces hay trabajos de auténticos especialistas que son difíciles de desenmascarar. “Chapistas, mecánicos... entra un conglomerado” de personajes, “son varios trabajadores de la mafia que se dedican cada uno a una cosa. Te puedes encontrar la droga en el suelo del vehículo, en el salpicadero... pero otras veces hay que buscarla yendo más allá”, tratando de dar con ese pensamiento de los narcos orientado a burlar siempre y sin descanso los controles establecidos a pie de puerto.
“Uno de los trabajos más complicados” con los que han podido encontrarse en los rastreos de coches “son las vigas del vehículo. Las sellan con acero para que no veamos qué hay dentro, hay que desmontar, abrir... ocultan la droga dentro de las fundas de acero” y dar con ella “conlleva mucho trabajo”.
Ha habido casos especialmente duros en los que las mafias han reconstruido hasta estructuras de vehículos como si fueran originales para esconder droga. Son trabajos de especialistas auténticos, los que han confundido sus conocimientos con la delincuencia y los han terminado aplicando para favorecer la comisión de los delitos contra la salud pública.
Ahí se echa mano de todos los materiales de que disponen los mecánicos para romper, literalmente, los vehículos y dar al traste con la operación de tráfico de estupefacientes que se convierte en el delito más común, más perseguido y más castigado en Ceuta.
En la cárcel de Mendizábal los condenados por estas malas artes son mayoritarios. Cabezas de turco usados por los líderes del hachís.
La detección de la droga con ayuda de los canes especializados en su búsqueda
La labor de los componentes de la Compañía Fiscal y del Servicio Cinológico es fundamental a la hora de detectar, en ese filtro inicial, la existencia de sustancias ilegales dentro de los vehículos que buscan el embarque hacia Algeciras. Los narcos intentan camuflar el hachís para engañar al can. El perro aprende a base de juego a localizar lo que otros han ocultado.
No se termina el trabajo hasta que no se ha revisado todo el vehículo al completo
Tanto si el can ha marcado como si no lo hecho, el trabajo de los mecánicos se centra en revisar todo el vehículo sospechoso de un lado a otro. No lo dejarán hasta que se haya confirmado si hay o no hay droga, porque lo que no se puede permitir es que alguien embarque habiendo burlado los controles que se ejercen en la única salida marítima controlada y regular que hay para comunicar la ciudad con Algeciras, empleada por las redes como especial autopista de la droga.
Desde coches hasta camiones son preparados con dobles fondos practicados de manera específica para que sirvan para el almacenaje y ocultación de droga. Hay servicios en los que se han localizado vehículos sin hachís pero con la infraestructura operativa para ello. Son los ‘pateras’ preparados para el delito.
Por los juzgados de Ceuta pasan desde los típicos jóvenes que fueron engañados con ganancias rápidas por pasar droga hasta aquellos que están realmente implicados y forman parte del negocio del narcotráfico. Son enlaces de las auténticas mafias que viven de esto y que mueven millones de euros sacando la mercancía. La disminución de las rotaciones de navieras en la época de pandemia hizo descender los pases. Ahora, con esta especie de nueva normalidad, se registra un aumento de intento de traslado de hachís aunque nada comparable a la época de la prepandemia en la que, con un Tarajal abierto al 100%, la entrada de hachís por el paso fronterizo era constante para luego facilitar su salida por el embarque portuario de todas las formas posibles.
El negocio ahora es a la inversa, no sale hachís al menos en tanta cantidad pero sí se registra un aumento considerable en el desembarco de pastillas desde Algeciras.
La droga puede estar escondida en cualquier lugar: de los más complejos a los sorprendentes
Hay tantas formas de ocultar la droga como imaginación puedan tener los dedicados al negocio de su tráfico. Desde las plantaciones de hachís hasta que los consumidores tienen un porro en sus manos hay todo un camino, y la misión de la Guardia Civil es que ese sendero tenga la mayor cantidad de obstáculos y trabas posibles para que la máquina de hacer un dinero, que luego será blanqueado para sostener a los narcotraficantes, no trabaje como estos esperan. Desde los típicos dobles fondos en tanques de gasolina o en ruedas de repuesto hasta los medios más sofisticados pasando por quien intenta colar pequeñas cantidades en mochilas mientras circulan en patinetes o quien la ha llegado a esconder hasta en muletas o incluso mezclada con productos alimenticios para que el perro pueda desorientarse. Algo que no es tan fácil porque son canes entrenados específicamente para dar con la droga. La Benemérita ha cerrado sus últimos ejercicios con decomisos de más de 10 toneladas de hachís cada año. El puerto de Ceuta se sitúa en el punto estratégico.
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