"Esta ciudad, también, situado bajo el cielo, es una puerta de entrada y salida para las almas a y desde el cielo". Henry David Thoreau.
Vista de Ceuta desde el mirador de Isabel II
De sobra es conocido que la Gran Diosa está unida a la naturaleza y sus ciclos. La vida, y su contraparte la muerte, eran realidades mucho más cercanas en la prehistoria y en la edad antigua. Aquellos lugares donde el principio vital era fuerte surgía el culto a la Gran Diosa.
Ceuta es uno de estos privilegiados lugares debido a sus magníficas condiciones naturales. Los primeros cultos femeninos aparecen en las sociedades humanas durante el paleolítico inferior, periodo histórico al que pertenecen las conocidas Venus prehistóricas.
Mogote de Benzú en el que se ubican el abrigo y cueva del mismo nombre
Aunque en los últimos años se ha progresado en el conocimiento de la prehistoria ceutí, gracias a las excavaciones arqueológicas en el abrigo y cueva de Benzú, nada sabemos sobre su pensamiento religioso.
Para momentos más avanzados de la historia de Ceuta existen indicios arqueológicos que permite sostener la hipótesis de la existencia de un santuario relacionado con el asentamiento protohistórico localizado en el centro de la ciudad.
Yacimiento protohistórico de Ceuta
Realmente, el testimonio más antiguo del culto a la Gran Diosa en Ceuta corresponde a la inscripción votiva dedicada a la diosa Isis hallada en las excavaciones arqueológicas en el Paseo de las Palmeras. Este documento epigráfico, fechado en el siglo II d.C, permite hablar de un templo o aula de culto relacionada con esta divinidad mistérica de origen oriental.
La temprana llegada del cristianismo a Ceuta es avalada por la construcción de la basílica tardorromana localizada en el extremo oriental del istmo ceutí. Todo apunta a que este espacio cultual estuvo dedicado a una mártir, cuyo cuerpo fue enterrado cerca de la cabecera del edificio basilical.
Existe cierta controversia a la hora de ubicar la iglesia que el emperador Justiniano mandó erigir en la antigua Septem dedicado a la Theotokos, la madre de Dios. Puede que fuera la misma basílica de la que estamos hablando, o bien que se construyera un templo distinto bajo en el lugar que hoy en día ocupa la Catedral de la Asunción. Sea como sea estamos hablando de una presencia muy temprana de un culto mariano en Ceuta.
Basílica tardorromana de Ceuta
Con la llegada del islam a las tierras ceutí desaparece cualquier mención a los cultos femeninos. No es hasta el siglo XIII cuando tenemos noticia de la existencia de una iglesia cristiana en el barrio cristiano de la Ceuta almohade y azafí: la iglesia de Santa María de Marruecos. Esta alhóndigas cristianas “se ha situado tradicionalmente en el ángulo noreste del istmo” (Hita y Villada, 2009: 277). El nombre de la iglesia ya nos está indicando que se trata de una ermita dedicada a la Virgen María.
Con la llegada de los portugueses a Ceuta el 21 de agosto de 1415 tiene lugar una recristianización de la ciudad. Las antiguas mezquitas fueron abandonadas, destruidas o convertidas en lugares de culto cristiano.
La mezquita principal de Medina Sabta, la aljama, fue expurgada y transformada en la primera iglesia cristiana de la Ceuta lusitana. En su interior fueron alojadas dos imágenes marianas traídas por las tropas portuguesas: la Virgen de África y la Virgen del Valle.
Imagen de la Virgen del Valle en su templo
Volviendo al siglo XIII, esta centuria constituye el momento más esplendoroso de la historia ceutí. En el plano urbanístico la ciudad conoce un importante desarrollo alentado y financiado por el esplendor económico y comercial que experimenta Ceuta. Su importancia no se limita al aspecto económico, sino que también abarca las facetas religiosas, científicas, filosóficas, políticas, culturales y artísticas.
Hasta Ceuta llegan importantes pensadores y líderes religiosos que huyen de sus localidades por el imparable avance de la reconquista cristiana. De la mano de algunos de estos intelectuales toma fuerza en la ciudad movimientos religiosos como el sufismo, el cual entra en conexión con ritos y creencias ancestrales presente en el norte de África para dar lugar al fenómeno del marabutismo.
Santuario de Sidi bel Abbas al Sabti
Los marabut o morabitos era santos o sabios dotados de un gran conocimiento religioso, místico y mágico. Los lugares en los que vivieron y murieron dieron lugar a un elevado número de tumbas santuarios.
Al Ansari, a comienzos del siglo XV, eleva el número de esto sitios sagrados a ochenta y dos, aunque la cifra pueda parecer excesiva. No todos tenían la misma importancia. Lo más relevantes eran objeto de romerías y peregrinajes. Los adeptos acudían en el pasado y siguen haciéndolo en el presente para beneficiarse del poder curativo del cuerpo, del alma y de la mente atribuidos a estos santos.
La inmensa mayoría de los morabitos fueron hombres, aunque en el caso de Ceuta, Al Ansari cita la existencia de una tumba famosa femenina, la de Tuffaha, la esclava negra.
Conocemos la ubicación de algunos de estas tumbas santuarios existentes en la Ceuta medieval, pero de la mayoría desconocemos su ubicación exacta.
Uno de estos santuarios estuvo situado a pocos metros de los baños árabes de la Plaza de la Paz. Podemos afirmarlo en este momento después de la intervención arqueológica realizada en un solar de la calle Galea.
En este lugar, ubicado junto al mar, cerca de un manantial de agua dulce y en la intersección de los dos ejes principales de la geografía ceutí -conectados por la salida y puesta del sol en el solsticio de verano-, fue excavado en el siglo XIII, o incluso antes, una gruta sagrada en la que se practicaron cultos relacionados con la Gran Diosa (J. Manuel Pérez Rivera, V. Martínez Enamorado y S. Nogueras Vega, en prensa).
Vista general de la gruta sagrada
Esta gruta constaba de dos cámaras: una superior, de planta circular; y una inferior, de planta elíptica. A esta última bajaban las mujeres para practicar el rito de la incubatio, mediante el cual esperaban mejorar sus problemas de infertilidad o curar otras dolencias.
Parte de los rituales realizados en este santuario consistían en el sacrificio de animales, principalmente corderos y gallinas, cuyos restos eran depositados en el interior de un pequeño foso situado en el centro de la cámara inferior.
También dejaron, en la última práctica de este rito, un colgante de plomo con la representación de una diosa en posición oferente, con la piernas abiertas y dando a luz a un flor de loto. Luego la gruta fue abandonada. Las paredes se desplomaron sobre el fondo de la cueva artificial y así permaneció oculta durante muchos siglos.
Talismán con la representación de la Gran Diosa
Esta cueva y el talismán que apareció en su interior, junto a otras piezas arqueológicas, no fueron los únicos hallazgos relevantes recuperados gracias a la intervención arqueológica en la calle Galea.
Al ampliar la zona de intervención arqueológica, decisión adoptada tras descubrir la cueva y el talismán, encontramos una serie de estructuras de difícil interpretación, pero que bien pudieron pertenecer al santuario existente en este lugar.
Pero el hallazgo más relevante fue el de un betilo o ídolo pétreo esculpido en la negra roca de las peridotitas del Sarchal que simboliza la conjunción entre el principio femenino y masculino. La parte inferior de este betilo es de forma triangular, símbolo tradicional de lo femenino, y la superior es un glande masculino del que emana la benedicta virinitatis, el bendito verdor.
Juntos ambos principios se logra el poder universal, simbolizado, a su vez, por el puño cerrado labrado en una de las caras laterales del betilo.
El betilo hermafrodita de tipo urobórico hallado en este santuario no es sólo una pieza arqueológica excepcional, representa también el espíritu sagrado de Ceuta. En esta piedra negra se simboliza el papel de Ceuta como extraordinaria metáfora del mysterium coniunctionis.
En la propia geográfica de esta península está plasmada la unión de opuestos entre el frío Atlántico y el cálido Mediterráneo, entre el norte y el sur, entre la vida y la muerte, entre la razón y la intuición, entre los sentimientos y las sensaciones, entre el pensamiento y la acción.
Ceuta no es sólo uno de los pilares de las columnas de Hércules, es también el lugar sobre el que reposa el Axis mundi o “eje del mundo”. Se trata de un símbolo compartido por muchas civilizaciones que representa un punto de conexión entre el cielo y la tierra en el que se dan cita los cuatro puntos cardinales.
A través de este punto es posible conectar los planos superiores e inferiores, de modo que nos encontramos ante una puerta a la eternidad por el entran y salen almas, así como permiten la comunicación con las fuerzas profundas que rigen el cosmos y la naturaleza.
En el punto exacto donde reposa este eje se excavó la gruta sagrada dedicada a la Gran Diosa. Sobre ella descansa el árbol de la vida.
Este re-descubrimiento de Ceuta con Axis mundi sitúa a esta ciudad norteafricana en el mismo nivel de santidad y sacralidad que el santuario de Delfos, el Monte Olimpo, el Monte de los Olivos o la Meca. Hecho estos hallazgos no cabe más que reforzar la importancia de Ceuta por su carácter mítico, sagrado y mágico.