Hace unos días la Guardia Civil introdujo una cláusula de aviso a todos los miembros del Cuerpo advirtiendo de la posibilidad de usar los datos de los GPS instalados en los vehículos oficiales a efectos disciplinarios.
El Gran Hermano cada día más cerca. La cuestión viene de hace tiempo, poco después de dotar del aparato de marras a los vehículos beneméritos. A algunos responsables con autoridad disciplinaria se les ocurrió la idea de utilizar los datos de los GPS como prueba a efectos de imposición de sanciones disciplinarias, por ejemplo dónde estaba cierto vehículo a cierta hora o a qué velocidad circulaba por cierto tramo de vía. El uso de esos datos se consideró indebido por la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), que puso en conocimiento de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) dicha práctica. La Agencia expedientó a la Guardia Civil y le impuso una falta leve por los motivos descritos.
Obviamente lo descrito motivó reacciones. La más destacable proveniente de cierto personaje enfaginado que, como suele ocurrir en este bendito país y más si cabe en la Guardia Civil, cargó contra el mensajero. En un escrito oficial se despachó con la misma monserga prepotente de siempre… que si la AUGC había tomado el camino de ensuciar el buen nombre del Cuerpo, que si estaba compinchada con la propia Agencia para poner en evidencia a la institución y otras zarandajas propias de quien acaba de asistir a uno de esos actos oficiales que tanto les gustan y que suelen estar regados de buen vino español.
En momento alguno se le pasó por la mente a semejante elucubrador que quien pone en mal sitio la reputación benemérita es quién usa datos de forma indebida, máxime si tales usos son represivos, tal es el caso. Tampoco valoró el favor hecho por la AEPD al imponer solamente una falta leve, en un gesto excesivamente comprensivo, a mi entender. Por supuesto, tampoco albergó ni por un momento la intención de expedientar a quienes realizaron las prácticas alégales, porque eso sería como si el dueño de una plantación afeara la conducta a sus capataces por emplearse demasiado a fondo con el látigo. Pero voy más allá, lo que resulta un desdoro para la Guardia Civil es que un alto responsable ponga negro sobre blanco, en un escrito oficial, semejantes estupideces.
Pues bien, después de mucho pensar han encontrado la solución. Se incluye una advertencia en la intranet corporativa y se ordena a todas las Unidades de la Guardia Civil que cuelguen copia de la misma en los tablones de anuncios oficiales y con ello se salvan los muebles, ya que la Agencia (que según opinión del cacique está compinchada con nuestra organización) no pondrá objeción alguna al uso de los datos de los GPS, a efectos sancionadores, contra los miembros de la Benemérita. En resumen, que el problema no es que te fustiguen, sino que no haya un cartel de advertencia a la entrada de la plantación. Orwell estaría orgulloso de estos discípulos de cabeza acharolada (ya se refirió a ellos en Rebelión en la Granja).
A partir de ahora contemplaremos cómo utilizan los famosos datos de los GPS para perseguir a los de siempre, que para eso se diseñan estas cosas. Siendo optimista, en muy contadas ocasiones servirán para exigir responsabilidades a los que se van ‘de reunión’ con el vehículo oficial o lo usan como medio particular para ir y venir de su casa, realizar compras, gestiones particulares, etc.
Es más, el mismo porcentaje de probabilidades se puede aplicar cuando hablamos de comprobar quién o quiénes desenchufan el aparato de marras para evitar dejar rastro de sus movimientos con los vehículos oficiales, pero ya lo dice la sabiduría popular: haz lo que digo, no lo que hago.