En las últimas semanas hay más entradas en grupos muy reducidos que aproximación de grandes; son acercamientos arriesgados, algunos han terminado con muertos, como en Anyera
Mouctah Mamadou, ‘el bambino’, sigue ingresado en el Hospital. Muy probablemente tendrán que volver a operarle de las heridas más graves que le causaron las concertinas. Las tiene localizadas en sus muñecas. Son las marcas del salto que protagonizó por la zona de Anyera la semana pasada.
Llegó, a sus 16 años, al ‘objetivo Ceuta’ junto a tres amigos más del bosque.
Uno puede contarlo: está ya en el CETI. Los otros dos no: están muertos. Sus cadáveres
fueron encontrados por la Guardia Civil en la zona de Anyera el viernes y sábado pasados. Muertes marcadas por datos desconocidos que ellos se han llevado para siempre a ese otro lado en el que dicen que se alcanza la plenitud. Ellos pensaban que la habían alcanzado ya saltando la doble valla de un perímetro convertido en línea insuperable. Tras las alambradas, el miedo, la oscuridad y el frío llegaron las muertes.
Estos son los datos de una de las historias más trágicas tejidas en torno a la inmigración. No son los únicos. Atrás quedan demasiados fallecimientos y muchas mutilaciones en forma de pérdida de partes del cuerpo o sangría previa a las cicatrices. Son protagonistas del goteo sangrante de la valla. Y es que desde hace varias semanas se están registrando entradas de inmigrantes que consiguen saltar la valla solos, en parejas o formando parte de grupos muy reducidos. Es una forma complicada de cruzar pero que está siendo más explotada por quienes esperan en muy malas condiciones al otro lado, en detrimento de los saltos masivos.
La última madrugada la Policía se encontró a dos jóvenes con cortes en manos y piernas. Eran las 2.30 horas, acababan de saltar la valla y corrían heridos, sangrando, sin saber bien por dónde pasaban. Fueron llevados al Hospital en donde los sanitarios curaron esos brotes abiertos de piel, sangre y vida. La semana anterior, además de la trágica entrada de Mouctah y sus amigos, otros tres inmigrantes saltaron el vallado. Llegaron al CETI o fueron encontrados por la carretera de igual manera: con cortes, sangrando, desorientados. En el centro de estancia temporal registran, cada vez más, a personas marcadas por la valla, ese muro blindado, controlado, vigilado que sigue teniendo lagunas, huecos libres por donde mana la sangre. También, a veces, la muerte.
Heridos en Marruecos tras un salto abortado
Heridos llegan a Ceuta, pero heridos quedan también muchos subsaharianos en Marruecos. Allí, los más afortunados consiguen ser ingresados en centros sanitarios o contar con la atención de oenegés como Manos Solidarias, que trabajan con esas personas ‘invisibles’ para muchos que quedan marcados. Fracturas, cortes, hemorragias, golpes internos, pérdida de miembros...
Los casos son dramáticos, son historias de jóvenes que se topan con una vallado que intentan sortear en grupos pequeños sin conseguirlo. Cada vez es más complicado y a las consecuencias pagadas por intentar el salto se suman las derivadas de las intervenciones de unas fuerzas marroquíes que se emplean con contundencia como guardianes de la frontera sur de Europa. Es tanta la desesperación que los intentos se repiten aunque los daños se visualicen. El drama no les asusta. El miedo no existe. Este martes varios quedaron heridos al intentar un pase frustrado.