‘Garbancito’ es un cuento clásico que, con modificaciones, ha sobrevivido en el tiempo. La forma tradicional de narrarlo, antes de los libros impresos, fue la narración de boca en boca. Ese pasado ha regresado, de algún modo, a Ceuta en la Feria del Libro este martes.
La compañía de títeres ‘La Gotera de Lazotea’ ha ofrecido una interpretación de la historia en la que la música, el arte dramático y las ilustraciones han tomado protagonismo.
Eva Serna y Juan Manuel Benito, miembros de la entidad cultural, se han servido de una técnica japonesa en esta ocasión para transmitirlo. Llamada Kamishibai, se basa en trasladar escenas a través de dibujos que, a modo de secuencias, recrean un hilo argumental.
Un método de antaño
La razón que los ha llevado a utilizar este método es simple. “Es muy interesante y muy antigua. Ya era usada en la Edad Media en Japón, sobre todo, para contar historias sagradas. Una imagen concentra parte del relato. Son muchas y se van sucediendo”, ha explicado Benito.
“Eso se utilizó también en la iglesia. Cuando alguien acude a un templo y mira los vía crucis, esos cuadros que se ven, se desarrolla también una narrativa. Es algo parecido, solo que esto es profano”, ha expresado minutos antes de subir al escenario.
Mientras tanto, padres, madres y otros familiares se han colocado cerca de los más pequeños, que han sido en realidad los auténticos protagonistas de la jornada. Atentos y en silencio, han esperado la actuación sentados en un césped artificial.
No es cosa de niños
El arte del títere fue, en su momento, un modo más de entretenimiento que surgió para fines de ocio. Al igual que en la actualidad ven series en Netflix o se juegan videojuegos, los adultos asistían a estos espectáculos para evadirse del día a día.
A pesar de que en el presente se asocia a la infancia, no siempre ha sido cosa de niños. “Hasta mediados del siglo XX ellos no contaban para absolutamente nada porque no pagaban. Los artistas acudían a lugares en los que podían cobrar. ¿A quién tenían que complacer? A los adultos”, ha destacado.
“Era un tema popular. Se adaptaban al pueblo al que iban. Era una manera de ir contando historias de un sitio a otro. Sin embargo, con el tiempo, sufrió una serie de varapalos. El títere siempre ha estado salpicado por prohibiciones”, ha destacado.
“La última de envergadura fue durante la dictadura. Ahí es cuando desaparecieron todos los que había, que eran para adultos. El ámbito que les quedó era este, el de los niños. Hay compañías a día de hoy que los hacen para mayores; nosotros también”, ha aclarado. “No existe realmente un mercado con ese público. Probablemente lo haya con el tiempo, pero solo se contrata para actuaciones para familias”, ha expuesto el artista.
Ocio en vivo
Puede que no sea fácil recurrir a esta forma de diversión en un tiempo marcado por las pantallas, las series y los formatos audiovisuales. “El títere, en lo que son los espectáculos que no son en vivo, tiene mucha presencia, más de la que pensamos. Desde King Kong hasta la película Tiburón”, ha señalado Juan Manuel Benito.
“Son muñecos inanimados que cobran vida mediante cualquier una persona que está dentro o un mecanismo”, ha matizado. Ha estimado que, el mundillo, está entre los que son en directo y los que son grabados.
Relacionado con las vías de entretenimiento actuales, ha detallado que “al niño es fácil tenerlo con la tablet, pero cuando viene a un sitio como este, le gusta tanto que no lo cambian por eso”, ha reflexionado.
“Les ofrece estar con otros a su lado y también con los actores que están encima del escenario. Es como un concierto de música. Aunque escuchen una canción en Spotify, lo que hay en una actuación es el contacto con los demás y el ambiente”, ha especificado.