La Ceuta del
porteo, la Ceuta de las avalanchas, de esas kilométricas colas que llegaron incluso hasta el centro. La de las ambulancias que no podían llegar al hospital, la de los robos perpetrados por bandas organizadas que atacaban a los porteadores... la de los cierres constantes del paso. Esa es la Ceuta que no quiere volver a ver el Gobierno local ni está dispuesta a permitir la Delegación del Gobierno.
El anuncio de la instauración de la aduana comercial viene a poner la guinda a esa reorganización de una auténtica frontera con
Marruecos donde exista el orden y prevalezca un tránsito de personas ahora, y de mercancías en un futuro, alejada de los altercados.
La “pesadilla de las avalanchas”
La propia delegada del Gobierno, Salvadora Mateos, confesaba en una entrevista con El Faro de Ceuta que las
avalanchas constituían su auténtica pesadilla. Nunca se pudo terminar con ellas del todo, por muchas medidas y protocolos que se aplicaran. No fue hasta el cierre del Tarajal provocado por la pandemia cuando se acabaron aquellas imágenes agotando además un comercio transfronterizo que burlaba todas las posibles normas y respeto a los derechos humanos.
Con un 80% menos de entradas por el paso fronterizo, tal y como desveló el propio presidente de la Ciudad, Juan Vivas, y con la anulación por completo del tráfico de bultos a la espalda -antaño-, sobre carritos -después-, se ha vuelto a un espacio fronterizo que está alejado de los sobresaltos de intervenciones diarias que tenían lugar en esa línea que separaba España y Marruecos. Ambos países tienen clara la línea conjunta en cuanto a qué frontera se quiere tener y qué escenas no se van a volver a repetir, haciendo de hecho hincapié en la condición que marcó las vidas de las porteadoras.
Historias en el olvido
Son muchas las historias de mujeres que murieron en la práctica del porteo. En mayo de 2009 dos féminas murieron apartadas en la que terminó llamándose ‘escalera de la muerte’. Eran amigas y las dos se precipitaron en una avalancha causada dentro del polígono. Nada se pudo hacer por salvar sus vidas. Otras marroquíes fallecieron en el lado marroquí cuando cruzaban hacia la ciudad, las hubo producto de aplastamientos pero también por prácticas de los aduaneros, que llevó de hecho a la apertura de investigaciones. Aquellas imágenes de mujeres convertidas en mulas, de ciegos portando bultos, de personas con discapacidad que eran usados para este contrabando pasarán a la historia de unos recuerdos nefastos de una época que duró años y que motivó denuncias en cadena de sindicatos y entidades sociales hasta llegar a ser debatidas en los foros parlamentarios españoles y en los debates políticos marroquíes.
Contrabando y tráfico de la mano
Las avalanchas y el paso de mercancía a uno y otro lado nunca se controló del todo hasta el punto de desconocerse qué material podía cruzar dentro de aquellos enormes bultos. En intervenciones aisladas de las fuerzas de seguridad se llegó a encontrar material de todo tipo mezclado entre ropas o cajas de alimentos. Era tal el descontrol habido que era imposible ponerle un freno. Del paso del Biutz se pasó al ‘Tarajal II’ pero los problemas y episodios de inseguridad continuaron sin existir vetos o medidas que aplacaran aquellas crisis. Hoy el Tarajal no es ni por asomo lo que fue. La clave está en que nunca se permita decaer en el control ahora instaurado para convertir la línea de los horrores en algo digno.