Seguimos atrapados en el mismo laberinto. Nadie es capaz en esta ciudad de solventar el problema de la frontera. Un pequeño monstruo que de vez en cuando nos saca las garras desestabilizando la rutina de cualquier ciudadano. Es tal el caos y tal la incompetencia de quienes nos mandan que se están penalizando las visitas a Marruecos. ¿Quién se atreve ya a cruzar al otro lado? El miedo asusta a los ceutíes pero, a la inversa, también lo hace con aquellos marroquíes que quieren visitar nuestra ciudad. Lo más grave es que nadie te da respuestas. Lo único que hacen es mentirnos.
Pero esto no funciona porque ustedes, los que nos dirigen, son unos incapaces. Las consecuencias no las sufre solo quien quiera cruzar a uno u otro lado el Tarajal, también los vecinos de las barriadas que rodean toda esta zona, los transportistas, el servicio público, trabajadores... ¿Saben lo extraño? La callada por sistema, el extraño poder anestésico que existe sobre quienes deberían estar exigiendo una solución ya. Nadie lo hace, es como si nos hubiéramos acostumbrado a verlo todo, a sufrirlo, a vivir esta situación sin derecho siquiera al pataleo. Es tercermundista.
¿Me extraña? No. Hemos llegado a un punto tal en el que nada me sorprende más allá de dominarme una tristeza por la pasividad con la que la población asume y traga con todo. Tenemos una Delegación del Gobierno responsable de este tipo de asuntos que ni siquiera sale a la palestra para calmar a la población a la que se debe. Por respeto debería acoger algo más que comparecencias políticas como la que se despachó Fernández Cucurull en la noche electoral, confundiendo la sede de la Delegación del Gobierno con la del PP, publicitando valoraciones que no cuadran con las que debe llevar a cabo un delegado del Gobierno que debe estar no para dar saltos públicos por la victoria popular sino para dar respuesta a los problemas que nos están afectando y sangrando a todos, les votemos o no.
Nada pasa. Aquí se juega únicamente al poder del control sobre las masas, a callar lo que no gusta, a mentir contando verdades a medias o, incluso, ni eso. La situación llega a unos extremos que sorprenden.
Más planos son en la Comgeceu. Los protocolos mandan. Tanto como para evitar la entrada de un cámara por vestir bermudas a un acto castrense. No deja de ser irónico que a la plaza que le toman Perejil sin enterarse, que le salen espías traicioneros por todos lados o que juegan a hacer informes de lo que no deben, le preocupe tanto cumplir el protocolo valorando lo que es correcto y lo que no. No deja de ser un reflejo de lo que tenemos. No hay que enseñar la pantorrilla, ¿acaso hablamos de lo que no se enseña pero se permite en el Ejército? Así nos va, así les va, así vivimos atrapados en esta burbuja llamada Ceuta de la que es imposible salir abriendo nuevas vías de escape. No, no lo será nunca.