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Francisco Javier Pérez López: “El que sabe tratar bien a los animales es mejor persona”

Unos cuatrocientos alumnos acuden todos los meses a las clases de equitación, las cuales cuentan ahora con un mejor equipamiento por la puesta en funcionamiento de las nuevas instalaciones. De pequeño acudía a las instalaciones castrenses de Viña Acevedo para montar a caballo por la condición de militar de su padre. Era un niño más de los que echaban la tarde en estas instalaciones junto a los hijos de otros militares de la ciudad.
Sin embargo, lo que era una afición se ha terminado convirtiendo en su pasión cuando un día decidió hacer las maletas para irse a la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre de Jerez, donde tuvo la oportunidad de tener a su lado a los mejores jinetes de nuestro país.
En tierras andaluzas aprendió todos los entresijos del mundo de la equitación, hasta el punto de dejar a un lado su otra gran pasión: portero de fútbol y fútbol-sala. Tuvo la oportunidad de ser profesional de fútbol-sala pero optó por encaminar su vida laboral hacia los caballos, de lo cual no se arrepiente lo más mínimo.
El cierre de Viña Acevedo y la apertura de las nuevas instalaciones en la carretera del Jaral mantienen con mucha vida a este deporte que pasa por tener el mayor número de alumnos en las escuelas del ICD con cerca de cuatrocientos. Hay nuevos proyectos e iniciativas que desvela en esta entrevista.

–¿De dónde viene tu afición por la hípica?
–En mi familia no había mucha tradición aunque mis abuelos y mi padre montaban a caballo por su relación con el mundo militar, aunque nadie se había dedicado profesionalmente a ello. Empecé a montar en el año 1982 junto a mis tres hermanos porque era una actividad para los hijos de los militares y a partir de ahí me aficioné.
–¿Qué es lo que más te llamó la atención?
–Que conjugaba mi afición por el deporte así como mi interés por los animales, de ahí que podía relacionarme con los caballos.
–¿Cómo fueron los inicios?
–Empecé a dar clases de equitación y luego estuve dos o tres años aprendiendo junto a Juan Antonio García Ponferrada que era uno de los que más entendían de esta disciplina. Poco a poco entrenaba a una intensidad más grande y ví que el único sitio de España donde podía aprender más estaba en Jerez, por lo que hablé con mis padres para plantearles esta posibilidad.
–¿Cuándo ingresas en la Escuela Andaluza?
-Lo hice en el año 1995 y permanecí cinco años. Un día normal entrábamos a las siete de la mañana y estábamos hasta las dos de la tarde haciendo de todo un poco, desde limpieza de cuadras hasta dar de comer a los caballos, clases teóricas de doma, veterinaria y alimentación así como muchas clases prácticas. Estaba rodeado por los mejores jinetes del país, por lo que era como entrenar todos los días con el Real Madrid.
–¿Qué supuso esa experiencia con los mejores?
–Un orgullo porque, además, en el segundo año formé parte del espectáculo de caballos, lo que me permitió venir a Ceuta en el año 1999 para participar con el mismo. Tuve muchas ofertas de trabajo antes de salir pero antes de terminar en Jerez los militares me requirieron para la Escuela Hípica local y acepté el proyecto con la idea de impulsar el deporte en la ciudad.
–¿Cómo fueron esos inicios en Viña Acevedo?
–Teníamos unos cuantos caballos del Ejército que eran muy mayores, por lo que mi primer planteamiento fue realizar un sondeo para ver la posibilidad del número de alumnos y hicimos una inversión muy fuerte para la compra de caballos y ponis. Dos o tres meses después pasamos de tener 60 alumnos a contar con 200, es decir, la respuesta fue inmediata.
–¿Te sorprendió esa aceptación?
–Lo esperaba porque había mucha gene que quería montar a caballo, por lo que había un momento en el que el problema más grande de la equitación era Viña Acevedo porque las instalaciones se habían quedado viejas y pequeñas.
–¿Cómo se inicia el proyecto de una nueva infraestructura?
–Las autoridades locales entendieron que la demanda era alta al ser una de las actividades más importantes del ICD, por lo que se apostó por hacer el esfuerzo para tener unas nuevas instalaciones que todavía no están inauguradas oficialmente.
–¿Qué ha supuesto principalmente este cambio?
–Una mayor comodidad para todos porque ahora tenemos bajo el mismo techo en una nave con 96 cuadras a todos los animales, además de contar con una pista más que en Viña Acevedo para atender más usuarios, una zona de caminador para trabajar los caballos en libertad y poder llevar a cabo más actividades.
–¿Qué representa el proyecto de la hipoterapia?
–Son clases para los discapacitados donde rondamos los cien alumnos y se ha convertido en algo normal pero hay que tener en cuenta que somos la comunidad autónoma donde hay más alumnos montando a caballo en hipoterapia. Llevamos siete años con este proyecto y manejamos una cifra muy importante porque los beneficios de los alumnos son positivos.
–¿Hay previstos nuevos proyectos?
–Sí, ahora vamos a incluir una granja-escuela donde queremos que los protagonistas sean los discapacitados psíquicos porque la idea es que  ellos sean los que gestionen la granja, enseñen, cuiden a los caballos y realicen el mantenimiento. Es un proyecto con el INEM basado en el hecho de que el que trata bien a los animales es mejor persona.
–¿Obliga la demanda a estar en permanente reciclaje de actividades?
–Sí, de hecho también hemos previsto clases de enganches y paseos a caballo, además de montar una jardinería con discapacitados físicos para poder trabajar ya que hay muchas zonas verdes. Tenemos también tres cursos en cartera como son herrador de caballos, auxiliar de turismo ecuestre y monitor de equitación terapéutica. Son proyectos con  una repercusión social importante para abrir la puerta a mucha gente que quiera formarse en el caballo y también en otras áreas.
–Aunque las cifras siempre son frías ¿En qué números se mueve la Escuela de Equitación?
–Tenemos 130 caballos, entre ellos treinta ponis, unos 400 alumnos -de ellos cien en hipoterapia- así como dos coordinadores (uno de paseos por el campo y otro de hipoterapia), quince monitores, seis mozos de cuadra y un herrador, es decir, la plantilla está bien compensada.
–¿Por qué recomendarías la equitación?
–Es una actividad que no es como otras ya que aquí te relacionas con el animal, aprendes a cuidarlo y existe una relación más estrecha, por lo que no es una actividad de una hora sino de varias horas porque no sólo se trata de montar. El secreto de la equitación es una superación diaria.
–Dejando al lado tu actividad profesional ¿Cómo va la cofradía de Las Penas?
–Es mi cofradía de toda la vida, llevo muchos años relacionado con la misma y acepté el cargo de hermano-mayor cuando Fernando Galindo, que era el alma mater, no pudo presentarse a la reelección. La verdad es que es un honor y acepté encantado este reto.
–¿Qué te produce ver cerradas las puertas de la iglesia de San Francisco?
–Una gran pena. Las mejoras dentro del templo parece ser que están teniendo resultados, ahora toca el techo y como hermano mayor tengo la espina clavada de que la puerta del lateral se corresponda con una interior para salir los pasos a la Plaza de los Reyes. No se pueden dar fechas pero esperamos que en un año o año y medio podamos normalizar la situación ya que ahora no tenemos espacio para nada.
–¿Seguirás como hermano mayor o no te lo has planteado?
–No lo tengo muy claro porque llevo muchas cosas para adelante y en estos cargos siempre es bueno que venga otro con ideas nuevas. Todavía no tengo decidido si continuaré.
– Y de tu gran pasión del fútbol, ¿qué me dices?
–Me ha dado mucho, estuve a punto de ser profesional del fútbol-sala en una época. Este deporte me ha proporcionado amigos, mucha educación y me ha venido bien para lograr muchos valores.
–¿Con qué te quedarías de esta etapa?
–Con los amigos que he tenido durante tantos años porque el fútbol hay que entenderlo como lo que es, un deporte. A nivel deportivo lo mejor fue debutar en División de Honor con el Mitsubishi de Ferretti porque era un honor con dieciocho años estar entre los mejores.
–Y por último ¿Te queda tiempo para la familia?
–Sinceramente, tengo que agradecer el apoyo que siempre me han prestado, sobre todo a mi mujer porque llevo muchas cosas y eso se traduce en tiempo. No obstante, tengo la suerte de que ella y mis hijos están lo más cerca posible de mis cosas, por lo que me acompañan casi a todo lo que realizo.

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