El Teatro Auditorio del Revellín de Ceuta acogió este sábado una actuación inolvidable a cargo de la Escuela de Danza Weil, que celebró su Festival con un espectáculo lleno de emoción, fuerza y belleza.
La gala giró en torno a una historia de superación y arte: la de trece mujeres andaluzas que, en los años 30, abandonaron su tierra natal para llevar el flamenco hasta los escenarios más prestigiosos de París.
El espectáculo fue una verdadera obra narrativa en movimiento. Desde las más pequeñas ‘princesas’ hasta las bailaoras más veteranas, todas pusieron el alma sobre las tablas para contar este viaje de sueños y exilio, de duende y libertad. El público se dejó llevar por cada coreografía, aplaudiendo sin cesar y emocionándose con cada giro, cada zapateo, cada gesto cargado de historia.
El público disfrutó de principio a fin
El teatro registró un lleno absoluto y el ambiente fue de total entrega. Bajo una cuidada dirección artística, luces, música y escenografía se combinaron para recrear desde los paisajes cálidos de Andalucía hasta los callejones bohemios de Montmartre, en París. La calidad interpretativa y técnica de las alumnas dejó patente el nivel y el compromiso de la escuela con la formación artística integral.
Cada detalle del espectáculo fue ejecutado con precisión y cariño, desde la puesta en escena hasta la expresividad de cada bailaora. La coordinación entre los distintos grupos, la calidad del vestuario, la música cuidadosamente seleccionada y la entrega de todas las participantes hicieron que la función rozara la perfección.
El público no solo disfrutó del talento artístico, sino también del enorme trabajo y dedicación que hay detrás de una representación tan cuidada. Fue, sin duda, una noche redonda en la que todo salió como estaba soñado.
Un viaje de ida y vuelta a través del flamenco
La historia narrada sobre el escenario comenzó en una provincia andaluza, donde el sol, el aroma a sal y flores y los colores de la tierra daban vida a trece mujeres unidas por una misma pasión: el flamenco. Pero ser artista en aquella época no era fácil. En plena década de 1930, estas mujeres decidieron abandonar su hogar y cruzar la frontera en busca de libertad y respeto por su arte.
Así llegaron a París, donde encontraron en la ciudad del amor un escenario abierto y acogedor. El Sena, Montmartre, los cafés y las calles repletas de arte callejero fueron sus nuevas fuentes de inspiración. Bailaban desde el alma, y su duende andaluz conquistó teatros y corazones. París se convirtió en su hogar artístico, un lugar donde la danza no era pecado, sino poesía en movimiento.
Las alumnas de la Escuela Weil supieron capturar esa transformación con cada paso, con cada mirada. El público acompañó ese recorrido emocional con ovaciones, reconociendo no solo la técnica, sino la fuerza simbólica del mensaje: el arte como camino de libertad, la danza como identidad.
El regreso a casa, con París en el alma
El espectáculo culminó con el regreso de estas mujeres a su tierra natal, trayendo consigo el espíritu cosmopolita y libre de París, pero sin olvidar nunca sus raíces. El flamenco, su refugio y su voz, fue el puente entre dos mundos, entre la tradición y la modernidad, entre la nostalgia y el futuro.
La directora de la escuela, Maite Rivas, visiblemente emocionada, agradeció a todas las familias y a las alumnas por su entrega. Un esfuerzo mayúsculo que ha realizado durante meses y que ha contado con la ayuda de Marta de África.
El público se puso en pie en una ovación final que selló una noche de celebración artística, memoria histórica y empoderamiento femenino. Canciones como Catalina Mía, El tiempo Vuela, Bien Bonito, el Cancán, Comme çi Comme ça y el maravilloso broche final de Voilà han hecho que el festival de la Escuela de Danza Weil sea para ellas y todos una noche inolvidable.
La Escuela de Danza Weil volvió a demostrar que la danza, además de arte, es una forma de contar quiénes fuimos, quiénes somos y quiénes soñamos ser.