Llegó mayo y, sin la amenaza del coronavirus, eso significa tarde de flamenco, embutido y espirituosas para los usuarios de la Fundación Cruz Blanca de Ceuta, que han vuelto a ser invitados a la tradicional merienda de la Venerable Hermandad de Penitencia y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado y María Santísima de los Dolores. O en corto y al pié, el Medinaceli.
Una costumbre que viene de lejos, pero que la pandemia puso en jaque durante tres años, hasta que este jueves 18 de mayo, por fin, ha podido tener continuación.
Explica el hermano mayor Juan José Carnero que coincidiendo con la cruz de mayo invitaban a los mayores de la Fundación a acudir a sus instalaciones, sirviéndoles comida y bebida, compaginada auditivamente con algunas canciones para que "canten si quieren".
Mirando a los peores momentos del coronavirus por el retrovisor, Carnero habló con "el hermano superior de la Cruz Blanca, hace unos días" y le preguntó si había inconveniente en celebrar el gran acto de la primavera.
Sin nada que objetar, se dispuso todo y con gran entusiasmo medio centenar de mayores y cinco miembros del Medinaceli acudieron pasadas las cinco de la tarde a comer, beber y escuchar música: "Les encanta el flamenco especialmente", relata Carnero.
Comenzó la degustación con empanadillas y cruasán con embutido. También hubo dulce, pastelitos y chocolate mediante. Y, de beber, "lo que pidan".
El festejo se alargó merced a la música. Los presentes disfrutaban como no lo hacían tiempo atrás: "Es maravilloso que salgan de la rutina y lo pasen bien. La sonrisa, la expresión de alegría en sus caras, los minutos de convivencia con nuestros mayores no tiene precio", exclamaba durante el acto el hermano mayor.
La cruz de mayo retomó así todo el esplendor pasado, sin mascarilla ni miradas preocupadas por las toses. En una tarde de jamón, flamenco y pasión.