Colaboraciones

Fin de curso: Suspenso

Esta semana finaliza el curso escolar. Hace diez meses, comenzando septiembre, publicamos la primera Pizarra bajo el título “El maestro luchando, también está enseñando”. Pretendíamos con ello apelar a la conciencia colectiva del profesorado para impulsar un movimiento reivindicativo sostenido con la finalidad de cambiar la actitud inmovilista del MEFP que nos tiene sumidos en una insana resignación. Son muchos y graves los problemas estructurales que colapsan el sistema educativo local. Son muchas y flagrantes las discriminaciones que sufre el profesorado ceutí. Es mucho y profundamente injusto el abandono que padece esta Ciudad. Y no queremos (podemos) tolerarlo. Somos conscientes de la dificultad, de la desproporcionada correlación de fuerzas, del escaso apoyo institucional y social con el que contamos. No somos ingenuos. Pero también tenemos muy claro que nos asiste un deber moral ineludible. Como ciudadanos de esta tierra y como docentes. Si asumimos las injusticias, nos convertimos en cómplices de quienes las cometen. Parecía un momento propicio. Superada definitivamente la crisis del covid, en pleno desarrollo de la nueva ley educativa, y gestionados por un gobierno autodenominado el “más progresista de la historia reciente de España”, que alardea constante y enfáticamente de su compromiso con la educación; se daban todas las circunstancias para, al menos, iniciar un proceso de reversión de esta dinámica que nos ha llevado hasta un pozo en el que apenas se atisba algún destello de luz. Aunque sea duro decirlo (y oírlo), la educación en Ceuta se gestiona como si de una colonia se tratara. De forma muy parecida (o casi idéntica) a la “misión en el exterior”. Pero también advertíamos que, para tan complicada empresa, era imprescindible contar con la implicación del conjunto del profesorado. Sólo la acción colectiva es capaz de provocar cambios sociales o políticos. O nos movemos todos juntos, o nunca conseguiremos avanzar.

La rutina engarzará un nuevo eslabón. Si no somos capaces de reaccionar, pasará otro año en blanco. Cada vez más distintos y más distantes. No dejemos que nos invada la desidia o la desesperanza

Ha llegado el momento de hacer la evaluación. Y no podemos sentirnos satisfechos en absoluto. Han transcurrido diez meses en los que no se ha registrado ningún avance significativo. La última reunión del “Grupo de Trabajo de Ceuta y Melilla” (pintoresco órgano en el que los sindicatos de enseñanza tienen la ocasión de intercambiar opiniones con los dirigentes ministeriales) puede servir a modo de “acta de evaluación”. Tras un breve repaso sobre los asuntos pendientes (que configuran una cada vez más extensa y añeja plataforma reivindicativa), el Ministerio sólo mostró como “logros” haber mantenido el “cupo covid” y el compromiso (casi cerrado, pero aún sin cuantificar) de que. a partir del próximo curso, los maestros tendrán una jornada de veintitrés horas lectivas. Nos anunciaron que así figurará en las instrucciones de inicio de curso. Para todo lo demás, sólo ofrecieron las sempiternas palabras de ánimo y comprensión que llevamos oyendo desde hace veinte años.  Magro balance para tan denso inventario de deficiencias, carencias, obsolescencias, discriminaciones e injusticias. El MEFP, como era desgraciadamente predecible, no ha estado a la altura de las expectativas que cabrían esperar. Pero hemos de reconocer, no con cierta tristeza, que nosotros tampoco. Nos sigue faltando convicción y determinación para ganar credibilidad frente al “adversario” (MEFP). Hay un hecho positivo que debería servirnos para recapacitar en este sentido. Lo único que hemos conseguido (la jornada de veintitrés horas lectivas para maestros) fue el principal argumento de la única (y tímida) acción reivindicativa impulsado durante todo el curso (la recogida de más de mil firmas en apoyo de esta causa). La relación directamente proporcional entre movilización y logros es un axioma social que no debemos olvidar. Cerramos un ciclo. En septiembre comenzamos otro. Siempre es así en la docencia. Cuando volvamos a las aulas, tendremos un nuevo Gobierno. Aún desconocemos su color político y su composición. Pero, en cualquier caso, encontraremos un nuevo equipo ministerial. Se repetirán las protocolarias letanías a modo “declaraciones de buenas intenciones” que apenas duran un suspiro (el tiempo que transcurre desde la toma de posesión hasta ocupar el asiento en el despacho). Volveremos a explicarles con detenimiento, e inagotable paciencia, todos y cada uno de los infinitos problemas que siguen angustiándonos, esperando vanamente que alguien nos atienda. La rutina engarzará un nuevo eslabón. Si no somos capaces de reaccionar, pasará otro año en blanco. Cada vez más distintos y más distantes.  No dejemos que nos invada la desidia o la desesperanza. Disfrutemos de unas merecidas vacaciones. Pero dediquemos un pequeño hueco a la reflexión. Y volvamos en septiembre, pletóricos de ilusión, dispuestos a luchar unidos por la educación. El próximo curso tenemos que aprobar esta asignatura.

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