Hay ocasiones en que te acuerdas de tus muertos, otras piensas en los de los demás y algunas , solo los mientas. Cuando me piden un favor sin preámbulo , ni conciliación, me cabreo, porque hay gente que cree que porque te pida una cosa, ya tienes que hacerla con pies en polvorilla, léase en cristiano paladín, por sus santos bemoles y ni le cuento cómo se ponen los energume@s , si no accedes como si fuera la mejor cosa que proponerte pudieran.
La buena educación no consiste en un “por favor” y en un “gracias”, pero no me negarán que ayuda y si te viene un ingrat@ a pedirte tal o cual “favorcito”, que , descaradamente, va en beneficio suyo y te da a ti un montón de trabajo, que no te van a pagar , ni agradecer , que menos, que medien buenas palabras. Pero la crisis nos ha hecho permisivos, maleducados y zafios y hemos descendido en volúmenes de sensatez y cordura, añadiéndonos grandes dotes de picaresca y caradura , de las que -a mi ver- ya íbamos sobrados.
Les decía que me acuerdo de los muertos de algunos , porque pienso en los que me faltan y no son míos , son esos amigos que adoptamos como hermanos o padres, sin serlo, y que nos infunden, más en muerte, que muchas veces en vida, porque ya saben que la muerte da limitación y certeza , de que no te van a fallar pasado mañana o que lo que sería, ya fue o ya ha sido.
En estos casos , de favores debidos, siempre recuerdo un amigo de facultad, intimo amigo, casi hermano -sin sangre por medio- de mi pareja, testigo de nuestra boda y socorredor de pleitos, que nos iban saliendo al encuentro y que, entre cervezas y hamburguesas, que de alegría iba sobrado y de buen vivir y de saber contar anécdotas, explicaba, cómo por no querer tener coche y necesitarlo, cogía todos los días desde su bufete un taxi , hasta la residencia de sus padres, con los que convivía, antes de casarse. Relataba –no, con poca gracia -cómo los taxistas, que se conocían a todo el mundo y que sabían que tenía un despacho de abogados y lo bien que ejercía , le metían cuña a modo de pregunta, diciendo …” Don Francisco, como es usted abogado, a ver si me puede decir tal o cual cosa , porque tengo este problemilla”. El, que era muy ocurrente y ya les digo que de natural risueño y buen amigo, nos hacía reír contando , porque les contestaba, al punto…” ¿y eso me dará gratis la carrera que usted me hace?” , “Hombre no”, decía el otro apurado, él persistía, que para eso los de Derecho somos pelín puñeteros…”¿ni siquiera una rebaja?”, “hombre, que yo soy un trabajador”, le contestaba el otro , ya enfadado.
Y es que pudiera parecer que nuestro amigo era avaricioso o incluso miserable , de dar consejos gratis, pero que ya les digo que no , que era más bien todo lo contrario, pero sabedor, sin duda , de que si pueden sacarte algo, se deshacen en cumplidos, te alaban y halagan, pero diles lo que en realidad vale tu trabajo y te mandaran a freír –como poco- espárragos, porque hay un sentimiento general de que te debes al vecino, prójimo que dirían los católicos, pero que consiste en que tienes que dar , para solo recibir patadas.
Son los primeros que se caen de esta ecuación, de dar , por la bonita cara de algunos, esos –precisamente- que van pidiendo como exigencia, que son –encima- los que te miran con mala cara o incluso te critican, cuando no haces el favor, que ellos te han exigido y siempre hay otros -tontos comparsas- que les sigue , aseverando…” es verdad lo que dices, qué más le daba, hacértelo, es que es un rata”, para ellos no dar más, a esta vida y estos prójimos, que somos todos los demás, que tenemos que convivir con ellos, un mucho de su estupidez y retroceso de darwinismo, cabezas chorliteras que emponzoñan y cobijan , a cuerpos de buitres muertos , por embuchamiento, de restos -podridos- de muerto.