Un día sí y otro también, nos llegan a través de los medios de comunicación, noticias sobre personas que lo están pasando mal. La mal llamada crisis se ceba con ellas. En este momento, nadie ignora que se está produciendo un tremendo daño a ciudadanos que carecen de recursos por carecer de algo tan elemental y necesario como un empleo. Cuando esto ocurre, la sociedad está dando muestras de su incapacidad para resolver sus propios problemas, esto es porque tiene serias limitaciones de carácter muy grave. Los jóvenes y los mayores que se quedan sin trabajo están siendo demolidos, son los más perjudicados, los que más sufren.
Al parecer, preferimos observar a estos afectados y al entorno donde se encuentran sin inmutarnos, aunque, en gran parte, nos atañe a todos y actuamos como si fuese un problema abstracto cuando bien sabemos que no lo es. Ellos forman parte de nuestras mismas familias y viven en la misma sociedad que nosotros.
Pues…, impávidos contemplamos esta tragedia que nos envuelve sin prestarle la atención necesaria, parece que no queramos interpretar sus crueles señales y las terribles consecuencias que hace padecer este sistema, enfermo en su estructura y en su ADN.
Es necesario dar una respuesta rápida. Nos debemos imponer objetivos, concretar una propuesta de mínimos y que, sin renunciar a nuestros derechos constitucionales individuales, pudiera valer que: prevalezca por encima de todos los demás derechos sociales, los de las familias sin recursos y que éstas, dada su especial situación, obtengan la consideración como elemento único y de conjunto, el que no le puede faltar, en ningún caso, una fuente de sustento a través de, al menos, un empleo por núcleo familiar. La idea es introducir un elemento nuevo que proteja a las familias.
No podemos seguir admitiendo en nuestro país afectados por el término de pobreza energética, por los cortes de agua, de luz, embargos que no deberían ejecutarse nunca, etc. Tampoco la aceptación de empleos en los cuáles sus trabajadores, para llegar a fin de mes, tengan que acudir a bancos de alimentos.
Pensemos que para cambiar las cosas sólo hay que empezar y hay que empezar por cambiar el actual modelo, mejorándolo. En primer lugar, por ser prioritario, hay que apartar a los demagogos, ya lo decía Platón.
Para superar todas nuestras carencias y remontar los efectos de la gran estafa, tenemos que dotarnos de un sistema fuerte que garantice el estado de bienestar de todos los ciudadanos de nuestro país, para eso sólo hace falta trabajo y compromiso.
Y otra cosa, aunque alguien piense que poco tiene que ver con lo propuesto, es necesario un posicionamiento sincero con el fenómeno de la inmigración. La dosis de solidaridad que debamos aportar los españoles no debe depender de nuestro estado de ánimo, sino que debe depender de nuestras propias posibilidades. Sinceramente… yo es que estoy con lo de dar una caña de pescar para que logren su propio pescado.