En las casas de un grupo de jóvenes de Marruecos solo entra la tristeza desde que la noche del 8 de agosto decidieron emprender viaje a España. Soñaban con llegar a la península, un objetivo que, por ejemplo, unió a los hermanos Achraf y Nabil Salmi, de 16 y 18 años de edad. Los dos de Tánger, amigos de otros hijos de familias ahora destrozadas: de Mohamed Odehni, de la misma ciudad y de Hamza, de Kenitra.
Desde ese día sus familias nada saben de ellos. Los están buscando desesperadamente. Saben que se les vio en la zona de Tánger y que emprendieron la misma ruta que otros tantos chicos marroquíes. “Fueron y no regresaron”, explica Said Amayno, tío de Achraf y Nabil y hermano de otro de los desaparecidos. “Es una tragedia”, añade a El Faro.
Los familiares solo piden ayuda, datos de alguien que pueda saber su paradero o que tenga información del destino de la embarcación en la que quisieron salir. “No tenemos información de la Gendarmería de Tetuán ni nada”, insiste, después de haberse recorrido las morgues de Tetuán y Tánger a donde han llegado cadáveres en las últimas semanas.
“Nuestros hijos están perdidos. Desde la noche del 8 de agosto no hay noticias. Se han perdido a causa de los traficantes de personas y los que se confabulan con ellos”, lamenta la familia que sufre las consecuencias de ese mal llamado paraíso que venden a los jóvenes para que dejen Marruecos, encontrándose después con la tragedia.
“Son jóvenes, se han perdido debido a las ilusiones de redes secretas de inmigración y el tráfico de personas. Este crimen debe detenerse”, añade. De momento no llegan informaciones para unas familias que, como tantas otras, se topan de frente con los dramas de una inmigración que enriquece a quienes trafican con vidas de jóvenes.