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Una familia separada por la frontera

A todos se nos encoge el corazón si no pasamos con nuestros seres queridos un día importante para la familia o cualquier festividad. El problema está cuando la frontera del Tarajal se convierte en un muro imposible de pasar hasta el punto de impedir que una familia esté unida.
Por desgracia son muchas las familias que viven este sufrimiento. Muy cerca, pero a la vez tan lejos.
Es el caso de Mohamed Tamghit, un marroquí de 50 años, que tiene su permiso de residencia caducado y que tampoco ha podido pasar este año la Fiesta del Sacrificio junto a su mujer al no poder cruzar a Marruecos.
Su pesar va más allá. Todos hemos pasado por momentos complicados en la vida y siempre buscamos el aliento de nuestros seres queridos, las personas que siempre estarán para tendernos la mano en el día a día. Ese día a día que Mohamed y su hija no pueden pasar con su mujer.
Festividades, cumpleaños o un simple paseo por la calle, algo tan cotidiano que para esta familia resulta imposible.
Al otro lado de la frontera, está su mujer, que vive en Tetuán. Ella, por su parte, tampoco puede cruzar y venir a Ceuta, lo que les ha forzado a llevar mucho tiempo separados.
No solo es la única persona que sufre, ya que Mohamed y su mujer tienen una hija de cinco años, Hidaya, con problemas de corazón y Síndrome de Down.
Durante todo este tiempo ha estado luchando para salir adelante e incluso ha estado ingresada durante meses tanto en el hospital de Jerez de la Frontera como en el Puerta del Mar de Cádiz.
Es la que más está padeciendo la separación y lo demuestra con su carácter. Una niña que no entiende por qué tiene que estar lejos de su madre y no puede darle un simple abrazo.

Con miedo a la expulsión

En estos momentos la pequeña se encuentra escolarizada en el CEIP Príncipe Felipe y, el año que viene, pasará ya al colegio San Antonio. Un lugar mucho más acorde a sus necesidades y en donde podrá estar mejor atendida.
El padre y su hija viven en la barriada Príncipe Alfonso, concretamente en Agrupación Fuerte, pero con el miedo de que un día pueda ser expulsado.
Está “harto” de demostrar que tiene arraigo en nuestra ciudad, trabajando en una panadería del Príncipe y teniendo a su hija escolarizada. Nadie atiende sus peticiones. Una situación que hace que se encuentre en un callejón sin salida.
A este padre la incertidumbre no le deja dormir. También ha pedido ayuda a los Servicios Sociales, pero obtiene la misma respuesta: otra puerta que se le ha cerrado.
“Necesito a mi mujer y sobre todo mi hija la necesita. Hace más de un año que estamos separados, solo nos vemos por videollamadas, y cada día se hace más duro”, suspira.
No sabe a dónde acudir. Está desesperado. Sin apenas recursos económicos no puede hacer frente a un abogado que pueda buscarle una solución.
Por si fuera poco, ahora que se han acabado las clases no tiene dónde dejar a la pequeña para poder ir a trabajar a la panadería. “Ella necesita mucha atención, además necesita ser cuidada. No tengo con quién dejarla para poder ir a trabajar y seguir subsistiendo. Si pudiera conseguir el permiso de residencia y pudiera venir mi mujer, ella se podría quedar con la niña y yo ir a trabajar sin problemas”.
Ese es su único anhelo, que su mujer se reúna con ellos y que su hija sea feliz, junto a sus padres.
Una historia de tantas que se sufre en esta ciudad y al otro lado de la frontera del Tarajal.

Una situación que se alarga en el tiempo

No es una cosa de un día ni de dos. Es más de un año que este hombre no puede estar junto a su mujer. Sobre todo, es más de un año que una pequeña de 5 años no puede estar con su madre. Según relata a este periódico Mohamed Tamghit, la pequeña sufre la ausencia de su madre. “Tiene Síndrome de Down y su carácter es mucho más irascible a otro niño. Necesita también un cuidado especial”. Quiere dejar claro que si un niño necesita una atención permanente, su hija “aún más”. Espera ser escuchado por unas administraciones que solo le han cerrado la puerta en su cara.  A pesar de su insistencia y de llevar papeles, siempre es rechazado y no consigue ese permiso de residencia que le dé posibilidad de respirar tranquilo.

Ver comentarios

  • ¡ Con lo fácil que tiene solucionar el problema! Que coja a su niña, y se vayan a Marruecos y ya están los tres juntos.

  • ..y que hacemos empadronamos a todos los marroquis con toda su gente !! Que pasa

  • Pues tendría que echarle una mano o las dos, la Asociación de Enfermos Sin Fronteras, ya que le damos subvenciones que se muevan. Cuando esta niña tenga que ir a la Península de revisión y su padre siga con la residencia caduca, sí que va a tener un problema!

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