Algo está fallando en el sistema, en esa red social tejida que resulta ser incapaz de atender las demandas masivas de búsqueda de desaparecidos. Se dispuso un teléfono por parte de la Ciudad para localizar a menores, pero las familias o no se aclaran o no consiguen dar con quien pueda ofrecerles pistas sobre sus desaparecidos.
En el caso de los adultos existe un vacío tremendo, hasta el punto de que no hay ni un organismo, ni una oenegé que pueda canalizar las cuantiosas peticiones de ayuda que se están haciendo.
Esto genera desesperación, incertidumbre, pesar en muchas familias. Sin duda, las principales perjudicadas son las madres.
No hace falta que ‘los de siempre’ suelten eso de que ‘esto es problema de Mohamed VI’. Esa cantinela sobra. Aquí estamos hablando de familias rotas, destrozadas, que protagonizan un camino cuyo origen está al otro lado de la frontera, pero cuyo punto y final está en nuestras aguas.
Algo tendremos que opinar, que decir, que hacer cuando están pegando a nuestra puerta únicamente para saber si su hijo está aquí. No piden más, solo información.
No es un caso, ni dos, ni veinte… se cuentan por cientos las ausencias, por cientos la falta de información. No existe ni un solo centro que concentre todo y que sea resolutivo.
No sé con cuantas asociaciones se firman convenios o se alcanzan acuerdos. Pero sí sé que permanecen vacíos tan sangrantes como este que deberían estar cubiertos si atendemos a esa amplia red operativa que, en la práctica, parece que de algo se está olvidando.
¿Por qué no podemos decir que es problema de Mohamed VI?
¿Acaso en ese país no hay firmados tratado internacionales sobre protección de la infancia?
¿Alguna crítica sobre un país que se va a gastar una millonada en construir estadios de fútbol? ¿Qué hace un país donde huye la gente organizando un mundial?