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Extremeños en la primera vuelta al mundo

Por Antonio Guerra Caballero
08/01/2024 - 04:10
Imágenes cedidas

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Los extremeños tienen fama de “conquistadores”, que es el gentilicio con el que desde muy antiguo más se les identifica por su audacia, por su bravura y por tan numerosas conquistas cosechadas a lo largo de la historia. Llama la atención que, siendo Extremadura una región aislada del mar, cuyo territorio es exclusivamente continental, extendiéndose todo él en tierra adentro, sus intrépidos hombres no dudaron en lanzarse a la gran epopeya extremeña de lanzarse a cruzar y vencer mares y océanos procelosos y tempestivos.

Según el escritor extremeño Vicente Navarro del Castillo, ya fallecido, en su libro: “La epopeya de la raza extremeña en Indias”, más de 7.000 extremeños figuran registrados en la Casa de la Contratación de Sevilla con destino a América, que era la institución que por aquellos entonces los listaba como salidos para América y Filipinas, a pesar de que fueron extraviados muchos libros de registro y que hubo otros muchos cientos de marineros que se aventuraron a embarcarse como polizones, porque no podían hacerlo de forma oficial.

Gran parte de ellos, siguieron la llamada extremeña de sus dos ídolos más ilustres: Los prototipos de grandes conquistadores, que fueron: Hernán Cortés, nacido en Medellín (Badajoz), que conquistó el imperio maya en Méjico y Francisco Pizarro, de Trujillo, (Cáceres), que también conquistó el otro imperio inca de Perú. Ambos se embarcaron y se pusieron al mando del timón de embarcaciones rudimentarias de la época, sin ni siquiera haber visto nunca ni las aguas del mar, ni tampoco una sola embarcación, para irse a navegar sobre ellas a miles de kilómetros, a territorios, y mares desconocidos, alejados de sus lugares de origen, de sus familiares queridos y con grave y probable riesgo de perder sus propias vidas. Y es que, fueron los extremeños grandes soñadores y aventureros, que lo arriesgaron todo con tal de echarse a la mar, de buscar nuevos territorios y nuevos horizontes, realizando las mayores hazañas náuticas y guerreras de la historia.

Y no sólo fueron conquistadores, porque también los hubo grandes colonizadores que iban buscando nuevos mundos, nuevas gentes, el encuentro civilizador, llevándoles otras culturas a los aborígenes y otras razas con las que luego emparentarían dando así lugar al mestizaje. Después también acudirían a la llamada de tan ilustres paisanos otros afamados extremeños de la talla conquistadora y guerrera de Francisco de Orellana, nacido en Trujillo, que descubrió el río Amazona (Brasil), el más caudaloso de toda la tierra, también el río Mississippi; Pedro de Valdivia, de Villanueva de la Serena (Badajoz), descubrió y conquistó Chile y Panamá; Vasco Núñez de Balboa, de Jerez de los Caballeros (Badajoz), descubrió como Mar del Sur, el actual Océano Pacífico.

Y también destacó entre todos ellos una heroína mujer extremeña, Inés de Suárez, la primera mujer europea que pisó el territorio de América. Había nacido en Plasencia (Cáceres); formó parte de la expedición a Chile; se embarcó disfrazada de hombre para que se le permitiera salir a dominar los grandes océanos y luchar al lado de sus paisanos, hasta que en un rutinario reconocimiento médico se descubrió lo que se ocultaba detrás de unos femeninos pantalones simulados. Participó muy activamente, en su condición de conquistadora y enfermera militar, en la conquista de Chile, habiendo tomado parte muy destacada en la fundación de Santiago de Chile durante el asedio a que la sometieron en 1537 los indios mapuches. Era todo un torbellino de mujer, valiente y aguerrida como ella sola. Ella demostró al mundo que, también en la mujer, se daba el prototipo conquistador femenino extremeño de aventura, arrojo y valor.

España y Portugal tenían firmado un acuerdo, en virtud del tratado de Tordesillas de Tordesillas de 7 de junio de 1494, por el que se establecía una nueva decisión, tras el reciente descubrimiento de América, repartiéndose las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico, mediante una línea situada a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, a fin de evitar conflictos de intereses entre ambos países, para que la ruta española no interfiriera en la portuguesa del Cabo de Buena Esperanza entre el océano Atlántico y América.

Está claro que, entre tan amplio acervo de conquistadores, descubridores, exploradores, colonizadores, religiosos misioneros y civilizadores españoles, la inmensa mayoría de ellos extremeños, escribieron las mejores páginas de la historia de España en América, dando allí a nuestro país gloria y universalidad. Y, con tan brioso temperamento extremeño, tan repleto de espíritu aventurero en busca de nuevos mundos, nada podía extrañar que hasta allí llegaran también otros ilustres y afamados guerreros paisanos que participaron activamente en la expedición de Fernando Magallanes, que fue la que dio la primera vuelta al mundo, con navegantes tan importantes como Juan Serrano, nacido en el siglo XV en Fregenal de la Sierra (Badajoz), que sirvió en la Armada portuguesa, falleciendo el 1 de mayo de 1521, en la isla Cebú (Filipinas).

Juan Serrano ejerció la profesión de explorador, marinero y barbero; con este último nombre, porque entonces era el profesional sanitario encargado de practicar curas y atender sanitariamente a los heridos y enfermos afectados de cualquier herida o dolencia, a modo de los antiguos practicantes (actuales ATS), según figura en el “Jyvro das Armadas”, en portugués.

También, Juan Rodríguez de Suárez, de Mérida (Badajoz), que fundó la Mérida de Venezuela y su capital, Caracas, y un largo etcétera digno del mayor encomio. Y, cómo no, a todos ellos, se uniría otro joven extremeño, nacido en Alcántara (Cáceres), pero que se crio desde su pubertad en Mérida, Fernando de Bustamante, que se enroló entre los 239 marineros que formaron aquella célebre expedición que dio la primera vuelta al mundo iniciada en 1519, al mando, primero, del portugués, después nacionalizado español, Fernando de Magallanes, que descubrió el Estrecho, después bautizado con su mismo apellido: Estrecho de Magallanes, premiándoles por ello con 2.259 maravedíes de la época, por tal hazaña; aunque luego tuvo la triste mala suerte de morir envenenado con solo 39 años. De esa manera, dieron fama a Extremadura, a la vez que gloria y universalidad a España en América.


Y así fue como también se pudo organizar y llevar a cabo la gran expedición que dio la primera vuelta al mundo, iniciada en 1519 por el portugués, Fernando de Magallanes, aunque costeada y subvencionada por el rey español Carlos I, que luego fue finalizada y completada por el español Juan Sebastián Elcano. La expedición estaba formada por cinco embarcaciones de la Armada que fueron autorizadas y armadas por el rey español; tripuladas no sólo por españoles, sino también por portugueses a los que su gobierno no quiso costear los cuantiosos gastos que la organización suponía y, entonces, algunos navegantes, por despecho, recurrieron al socorro y protección de Carlos I de España, que les acogió y patrocinó la expedición, con la fuerte oposición de Portugal, cuando supo que sería España la que se apuntara aquel importante tanto de los españoles que los portugueses no quisieron patrocinar.

Aquella histórica expedición estuvo formada por las siguientes embarcaciones de la Armada Española: La “Santiago”. Carabela de 90, de propulsión a vela, dotada de 35 marineros, cuyo capitán era Juan Serrano. La “Victoria”. Nao de 85 toneladas, 41 tripulante, mandada por el portugués Duarte Barbosa, capitán más experimentado, llevando como escribano a Diego Barbosa, aunque naufragó en la Patagonia argentina. La “Concepción”, de 90 tonelada y 44 tripulantes, capitán: Juan Serrano. La “San Antonio”, de 120 toneladas y 57 tripulante. Y la “Trinidad”, de 11 toneladas y 62 tripulantes. En total, la expedición estaba formada por 239 tripulantes.

Juan Serrano tomó parte en la expedición de Fernando de Magallanes a las «islas de las Especias», las Molucas, como uno de sus capitanes. Serrano era hermano o primo de Magallanes, descubridor y residente de las «islas de las Especias» al comenzar el viaje, y a quien Serrano y Magallanes esperaban encontrar al regreso (ambos murieron antes de finalizar el viaje).

Serrano fue el capitán de la Santiago, la nave de menor tonelaje de la expedición que partió de Sevilla, en 1520, mientras el resto de las naves se terminaban de reparar en el puerto de San Julián, en la actual Patagonia argentina; fue enviado por Magallanes para reconocer la costa al sur. Serrano descubrió la bahía donde desemboca el río Santa Cruz, y allí permaneció seis días aprovisionándose. El 20 de mayo la Santiago salió de Santa Cruz, y al día siguiente la nave se vio envuelta en un temporal que empeoró durante la noche. El día 22 la tormenta arrojó a la embarcación contra la costa, quedando varada a merced de la tormenta. La tripulación, a excepción de un esclavo de Serrano, consiguió salvarse. Serrano envió a dos marineros de regreso por tierra al puerto de San Julián para avisar del naufragio mientras rescataban todo lo que podían de la nave. Magallanes distribuyó a los supervivientes entre las restantes naos y nombró a Juan Serrano capitán de la Concepción, nao anteriormente capitaneada por Gaspar de Quesada, que había sido ejecutado por traición el 7 de mayo, tras amotinarse.

Después de recorrer el Océano Pacífico, la expedición llega a la isla de Cebú en el archipiélago que Magallanes llama «de San Lázaro» (islas Filipinas). Allí Magallanes, con ayuda de su esclavo Enrique de Malaca, que le sirve de intérprete, consigue la amistad del gobernante de Cebú que accede a ser bautizado y a convertirse en vasallo del rey de España. Tras este éxito inicial, Magallanes intenta someter a otros reyes del archipiélago filipino. El 27 de abril de 1521 en un combate liderado por el propio Magallanes contra un número muy superior de guerreros indígenas, haciendo una demostración de fuerza que Juan Serrano le había desaconsejado, Magallanes es derrotado y muere.

Llama la atención que, siendo Extremadura una región aislada del mar, cuyo territorio es exclusivamente continental, extendiéndose todo él en tierra adentro, sus intrépidos hombres no dudaron en lanzarse a la gran epopeya extremeña de lanzarse a cruzar y vencer mares y océanos procelosos y tempestivos.

 

La expedición elige a Duarte Barbosa, primo de Magallanes y capitán de la nao Victoria, como su nuevo capitán general. El rey de Cebú invita a Barbosa y a sus oficiales a un banquete con la intención de traicionarlos (traición probablemente instigada por Enrique de Malaca). Duarte Barbosa acepta la invitación, a pesar de la desconfianza de Serrano. Los cebuanos asesinaron a todos los invitados por sorpresa, excepto a Juan Serrano que intentan canjear por dos piezas de artillería a los que permanecían en las naos. La gente de las naos, temiendo otro engaño para matarlos a todos, partieron de allí dejando a Serrano cautivo de los nativos. Los marinos, al irse, vieron que llevaban a Serrano de nuevo al poblado y escucharon un gran griterío, presumiendo que lo matarían.

Un documento traducido por primera vez al español demuestra que Juan Sebastián Elcano impuso su criterio para decidir la ruta con la que dio la primera vuelta al mundo. Y lo hizo por encima del rumbo defendido por dos de sus hombres de confianza, el piloto griego Francisco de Albo y el maestre Miguel de Rodas. Uno de los traductores del documento, Tomás Mazón, explica que Elcano, «sin mal rollo» con sus oficiales, hizo que prevaleciera su criterio porque entendió el ciclo de los vientos monzones, que no le eran favorables a la ruta que defendían Albo y Rodas por Malaca, la actual Malasia, y que pertenecía a Portugal, lo que al final resultó «determinante».

Elcano también descartó volver a España bordeando territorios portugueses porque temía ser apresado, ha añadido Mazón, que ha traducido el documento junto a Braulio Vázquez Campos, del Archivo General de Indias de Sevilla, y a Cristóbal Bernal Chacón, experto en paleografía y en la historia de la expedición. «Desde ahora, la historia de la expedición no podrá ser contada sin tener presente este documento», que recoge el interrogatorio de los portugueses a dos españoles que se habían escondido en la selva, comenta Mazón. El grumete Martín de Ayamonte, uno de los detenidos por los portugueses, se escondió porque quería volver a España con otro de los barcos de la expedición, el Trinidad, que intentó hacerlo sin éxito por el Este.

Además de la ruta decidida por Elcano, el documento confirma otros datos de la expedición: que Fernando Magallanes tenía un pariente embarcado llamado Martín de Magallanes y que el capitán general sabía de la existencia de una armada portuguesa que se dirigía a la India, motivo por el que «quizás» esperaron 41 días en Sanlúcar de Barrameda. También se revela por primera vez la avería que sufría la Trinidad («La quilla quebrada y un agujero grande junto a la quilla») y el origen de dos de los capitanes de las cinco naves que zarparon desde Sevilla hace más de 500 años: Juan Serrano, y Juan de Cartagena, «caballero de Burgos».

El documento se denomina Auto de las preguntas que se hicieron a dos españoles que llegaron a la fortaleza de Malaca venidos de Timor en compañía de Álvaro Juzarte, capitán de un junco, que Mazón localizó por internet en el Archivo Nacional Torre do Tombo (Lisboa) cuando buscaba información de Magallanes. El texto fue descubierto y transcrito en 1933 por el historiador portugués António Baião, y también más tarde por Neves Águas en 1986, aunque ha pasado desapercibido para la historiografía hasta ahora como la fuente «indispensable que es», lo que Mazón, de profesión ingeniero y apasionado de la historia, considera un «misterio».

Hasta ahora, se sabía por la Relación de Fallecidos que el 5 de febrero de 1522 huyeron de la nao Victoria «sin ser sentidos» el grumete Martín de Ayamonte y el hombre de armas Bartolomé de Saldaña, en la isla de Timor. Sin embargo, el documento traducido cuenta que ambos, poco tiempo después, fueron encontrados allí por un navío portugués y trasladados a la fortaleza de Malaca, donde Martín de Ayamonte fue interrogado sobre el modo en que había llegado hasta Timor. Su testimonio, tomado el 1 de junio de 1522, fue redactado en portugués por un escribano, y terminó más tarde en Lisboa.


Al servicio de Carlos I de España, formó parte de la expedición de Fernando de Magallanes a las «islas de las Especias» como uno de sus capitanes. Fernando de Magallanes, también conocido como Hernando de Magallanes (en portugués, Fernão de Magalhães, Sabrosa, 4 de febrero de 1480-Mactán, 27 de abril de 1521), fue un militar, explorador, marino y navegante portugués nacionalizado español de linaje noble.

Al servicio de Carlos I, inició en 1519 la expedición para alcanzar las Indias Orientales atravesando el Pacífico para abrir una ruta comercial en la que descubrió el canal natural navegable que hoy recibe el nombre de estrecho de Magallanes, realizando la primera navegación de origen europeo desde el océano Atlántico hasta el océano Pacífico, llamado hasta entonces mar del Sur. Esta expedición, en la que Magallanes murió en 1521 en Filipinas, se convirtió en la primera circunnavegación de la Tierra cuando una de sus naos, capitaneada por Juan Sebastián Elcano, regresó a España en 1522 al decidir Elcano regresar navegando hacia el Oeste a través del océano Índico y bordeando África.

El 22 de marzo de 1518 Carlos I nombra almirantes a Magallanes y Faleiro para que partan a la búsqueda de las «islas de la especiería», y en julio los eleva al grado de comendadores de la Orden de Santiago y les otorga los siguientes privilegios: El monopolio de la ruta descubierta por el término de diez años. El nombramiento como gobernadores de las tierras e islas que se encontrasen, con el cinco por ciento de las ganancias netas que resultasen. Una vigésima parte de las ganancias del viaje. El derecho a retener mil ducados sobre los próximos viajes, pagando solo cinco por ciento sobre el excedente. La concesión de una isla a cada uno, excepto de las seis más ricas de las cuales no recibirían más que una decimoquinta parte. Magallanes nació en el norte de Portugal en el 4 de febrero del año 1480 en el seno de una familia noble portuguesa. Disputan ser su lugar de nacimiento entre la freguesia de Sé en Oporto, Vila Nova de Gaia, Ponte da Barca y Sabrosa.

En marzo de 1505 se alistó en la Armada de la India, en la flota de veinte navíos enviados para instalar a Francisco de Almeida como primer virrey de la India. Aunque su nombre no aparezca en las crónicas, se sabe que permaneció allí ocho años y que estuvo en Goa, Cochín y Quíloa. Participó en varias acciones militares, incluyendo la batalla naval de Cananor (Kerala) donde fue herido, y en la decisiva batalla de Diu. En 1509 partió en la primera expedición a Malaca mandada por Diogo Lopes de Sequeira, junto con Francisco Serrão, su amigo y posiblemente primo. Llegados a Malaca en septiembre, fueron víctimas de una conspiración y la expedición terminó en fuga dejando atrás diecinueve prisioneros. Magallanes tuvo un papel crucial avisando a Sequeira y salvando a Serrão que había desembarcado, actos que le valieron honores y una promoción.

Al servicio del nuevo gobernador, Afonso de Albuquerque, participó junto con Serrão en la conquista de Malaca en 1511. Después de la conquista de la ciudad, los caminos de los amigos se separaron: Magallanes, promovido, con un rico botín y en compañía de un esclavo adquirido en Sumatra, Enrique de Malaca, regresó a Europa. Serrão partió en la primera expedición enviada a las «islas de la especiería», las Molucas. Allí permaneció y se casó con una mujer de Amboina, volviéndose consejero militar del sultán de Ternate. Sus cartas a Magallanes serían decisivas, pues de ellas obtuvo informaciones sobre la situación de los lugares productores de especias.

Mientras tanto Magallanes, después de participar en la batalla de Azamor (Marruecos), ya de servicio en esa ciudad, fue acusado de comerciar ilegalmente con los moros; al comprobarse varias de las acusaciones cesaron las ofertas de empleo a partir del 15 de mayo de 1514. Posteriormente, en 1515, le ofrecieron formar parte de la tripulación de un navío portugués, pero rechazó la oferta. De regreso en Lisboa, se dedicó a estudiar las cartas más recientes, investigando junto al cosmógrafo Rui Faleiro un pasaje hacia el Pacífico por el Atlántico Sur y la posibilidad de que las Molucas estuviesen en la zona española definida en el Tratado de Tordesillas.

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