Una exposición que este martes se ha inaugurado en la sede del Instituto Cervantes de Tetuán conmemora los ocho siglos de presencia de los franciscanos en Marruecos, en los que han ejercido de asistentes sociales, correos del sultán o impulsores culturales, casi siempre lejos de la labor proselitista.
Se llama "800 años de encuentro" y relata para el gran público la labor con frecuencia discreta de los franciscanos desde que su fundador, San Francisco de Asís, enviara a Marrakech a cinco frailes italianos que terminaron presos y ajusticiados por tratar de expandir el cristianismo en tierras "infieles".
El padre Simeón Stachera, que ha dedicado años al estudio de la obra de su orden en Marruecos y que hoy impartirá una conferencia, explica que los franciscanos tuvieron ante todo una labor asistencial para los miles de cautivos cristianos presos en las mazmorras de Tetuán, Salé o Fez cuando eran capturados por los corsarios berberiscos.
Entre los siglos XVI al XVIII, los franciscanos -llegados siempre de la vecina diócesis española de Sevilla- prestaban cuidados médicos y espirituales a esos presos cristianos, que a veces pasaban años enteros entre rejas hasta que alguien pagase su rescate.
Los sultanes marroquíes llegaron a promulgar decretos de protección -individual unas veces, y otras colectivas- para los franciscanos, que en la calle siempre debían llevar hábito: uno de estos hábitos talares, al igual que algunos de los decretos de protección, forman parte de la exposición, según explica Lola López Enamorado, directora del Cervantes en Tetuán.
La confianza que los sultanes tenían en los franciscanos era tal que muchas veces los enviaron como "truchimanes" (como se llamaba entonces a los intérpretes) ante las cortes europeas para coordinar el canje de prisioneros musulmanes contra los cristianos, recuerda Stachera.
En aquellos siglos, los franciscanos eran quienes tenían acceso a los mejores remedios médicos, y no era raro que los sultanes marroquíes les encargaran medicamentos para su propio cuidado o para personas protegidas por la corte; a veces, incluso, llegaron a repartir medicinas entre la población local.
En el siglo XIX y XX, son los franciscanos los que fundan un hospital en Tánger, reservado para la población cristiana, y ya entonces comienza una interesante labor cultural con la creación de una Imprenta Hispanoarábiga y la realización de estudios pioneros de la lengua árabe dialectal.
Aquí destaca la figura del padre José Lerchundi, un guipuzcoano instalado en Tánger y que creó el primer diccionario dialectal, llamado "Rudimentos del árabe vulgar que se habla en el Imperio de Marruecos", escrito en 1872 y reeditado varias veces hasta entrado el siglo XX.
Lerchundi era el responsable principal de las Misiones de Marruecos, un nombre que no debe llamar a engaño: desde hacía siglos, los franciscanos evitaban toda "misión" proselitista y jamás trataron de convertir a los musulmanes, entre otras cosas porque la ley marroquí lo prohibía y lo sigue prohibiendo.
Hoy, en el siglo XXI, la labor de los franciscanos está más orientada al auxilio de los numerosos subsaharianos que se quedan varados en Marruecos durante su tránsito hacia Europa; de entre ellos, los 18 frailes residentes en Marruecos en seis ciudades distintas asisten a los que sufren mayor precariedad: niños, mujeres solas, o enfermos.
Todo este largo viaje de ocho siglos, en los que la labor franciscana ha cambiado a la par que el mundo mismo, es visible desde hoy en la exposición de Tetuán, que posteriormente viajará al Instituto Cervantes de Tánger.