Éxodo sirio

La guerra civil en Siria cumple tres años con más de 2,5 millones de refugiados, 146.000 muertes y lo que aún es peor: sin una solución a la vista.

El conflicto estalló a 4.000 kilómetros de distancia, sin embargo, su onda expansiva alcanzó la ciudad en el último año y parece que cobra mayor intensidad a medida que transcurren los meses con la llegada de más personas que buscan refugio.
En la actualidad, el CETI acoge a 90 personas de esta nacionalidad, de las cuales 35 son hombres; 18 mujeres y 37 menores, un 17 por ciento de los 523 extranjeros que, hasta el viernes, residían en el centro del Jaral, informó la Delegación del Gobierno. Nunca esta comunidad fue tan extensa en las instalaciones dependientes del Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
Los últimos compatriotas que han ingresado en las instalaciones  destinadas a inmigrantes acudieron esta semana a la Oficina de Extranjería para solicitar la protección internacional a través de la Ley de Asilo. Fayad Alassad llegó a la ciudad junto a su esposa, embarazada, hace un mes. Comerciante en Damasco, abandonaron su patria hace dos años y dos meses, dirigiéndose a Egipto, donde permanecieron hasta el golpe de estado contra el presidente Mohamed Morsi. “Se volvió peligroso seguir allí y partimos a Argelia, de donde dimos el salto a Marruecos: Casablanca, Tánger, Tetuán... Allí se nos acabó el dinero”, relató el joven acompañado de Naser Alassad, a quien identifica como su suegro.
También procedente de la capital de este país de Oriente Próximo, Naser tenía una fábrica de piezas para vehículos con la que sacaba adelante, de forma bastante holgada, a sus seis hijos. Llevaba la rutina de cualquier empresario cuando las revueltas se propagaron por su país. “Tuvimos que salir dejando todo atrás. Uno de mis hijos acabó en Melilla y su mujer está aquí con nosotros”, explicó mientras señala a una joven que lleva en brazos a un bebé de meses. “La guerra les ha separado”, sentencia con un puñado de pasaportes sirios en las manos.
“Nos marchamos porque el Gobierno obliga a los hombres a alistarse en el Ejército para combatir. Para matar a otros como tú y donde la muerte está asegurada”, narró Firas Alasaad, con un hijo y su mujer también encinta. “Si no llega a ser por la guerra, nosotros nunca hubiésemos venido a Ceuta y Melilla”, aseguraron; “allí ha fracasado todo, nuestras casas han sido derribadas y ya no queda nada de lo que un día conocimos. Queremos regresar a Siria pero cuando todo vuelva a la normalidad allí”.
Khalid Alassad también esperaba su turno en Extranjería con la documentación de sus cinco hijos; al igual que Mohamed Alassad, con cuatro niños y muy amigo de Nabil Jalaf, con tres, que ese día se encontraba en el CETI. Sorprende que tantos integrantes de este grupo se apelliden Alassad. Fayad tiene la respuesta: “Cuando la guerra estalla en tu país, pones a salvo a la familia. Pues aquí estamos. Cualquiera lo haría en nuestra situación”.

Los nuevos están solicitando asilo

A diferencia de los compatriotas llegados antes que ellos y que declinaron solicitar el asilo por la demora en su concesión y, por tanto, en su partida a la península, los sirios que protagonizaron las últimas entradas en la ciudad están acudiendo a la Oficina de Extranjería para iniciar los trámites de esta documentación, especialmente tras conocer el éxito de dos residentes en el CETI que obtuvieron esta cobertura legal. “Solo pedimos que el Gobierno nos proteja porque, si volvemos a nuestros país, nos asesinarán”, confesaron algunos de los hombres. No obstante, tampoco olvidan que su intención es alcanzar Europa donde, consideran, tendrán más oportunidades laborales y, además, viven familiares y conocidos. Este nuevo grupo, residentes en el centro del Jaral desde hace unas semanas, reconocen que no es el mejor lugar para educar a sus hijos pero confían en que sea algo temporal.