El plan diseñado por el Gobierno con la intención de paliar el escaso rendimiento escolar denunciado por el Informe Pisa incluye potenciar en las pruebas de acceso a la universidad el ejercicio del Comentario de texto. Este dato será importante porque servirá para evaluar la capacidad lectora de los aspirantes a iniciar los estudios superiores. Esta decisión está determinada por la convicción elemental –frecuentemente olvidada- de que el fin último de todos los niveles y de todas las materias de las enseñanzas es ayudar a aprender a leer. A veces se nos olvida que el objetivo común de todas las asignaturas es desarrollar las destrezas de “leer” –analizar, descifrar, interpretar, valorar y aplicar a la vida- los contenidos y los lenguajes de las diferentes ciencias.
El aprendizaje de la lectura de los textos escritos sólo es posible si se practica en todas las asignaturas y en los diferentes niveles, y, sobre todo, si, además de proporcionar orientaciones para la interpretación correcta, se suministran a los alumnos unas pautas concretas para su crítica e, incluso, para su evaluación y disfrute. Tengamos en cuenta que la lectura debe extraer las sustancia y, además, debe valorar los contenidos y las formas de expresarlos.
Estamos convencidos de que, para mejorar la calidad de nuestra enseñanza, más que dictar nuevas normas, deberíamos cambiar algunos de nuestros contenidos y de nuestros métodos: deberíamos partir del supuesto de que, además de conocimientos, debemos desarrollar destrezas, además de información debemos proporcionar pautas para que los alumnos aprendan las habilidades de hablar, de escuchar, de comprender, de leer y de escribir. Los objetivos de todas las asignaturas –no sólo los de Lengua- es que los alumnos entiendan y empleen los diferentes lenguajes y lo apliquen con claridad, precisión y, si es posible, con belleza.
Algunos profesores se sorprenden cuando escuchan que el objetivo común de los diferentes niveles de la enseñanza es lograr que los alumnos, interpretando los sucesos, se adentren a sí mismos y se acerquen a los otros; que escuchen y lean los episodios con el fin de que se pongan en el lugar de los otros sin dejar de ser ellos mismos. Simplificando demasiado podríamos afirmar que la enseñanza de la comprensión lectora debería ser una lúcida e imprescindible invitación para que los alumnos, siguiendo el ritmo pausado de la tortuga de la fábula de Esopo, recorran “despacito, despacito”, un poquito cada día, el apasionante camino de la lectura comprensiva y crítica.