En la tercera economía del euro, Italia, las aguas electorales bajan turbulentas y no ha sido nada difícil pronosticar que acabaría en riada el día posterior a la fiesta de la democracia. El centroizquierda aparecía como favorito, pero el Polo de Berlusconi ha roto el techo virtual de las encuestas y aparece bastante recuperado tras el primer perfil trazado a la baja. La Liga sigue en su tono conocido e irrumpe Beppe Grillo como otro probable factor de desestabilización del escenario político italiano, tras el desplome de Mario Monti, apadrinado por Alemania. Si la tendencia se confirma podríamos asistir a un panorama político que inquieta a la señora canciller Ángela Merkel y pone los vellos de punta a la alta burocracia bruselense, pues Italia podría oscilar entre un Gobierno debilitado y, por tanto, inestable de Versan, y la vuelta de Berlusconi, apoyado en la organización padana de Maroni. Italia revela algunos demonios europeos (populismo, antieuropeismo, etc.) que no facilitarán los acontecimientos políticos que necesita el continente, cada vez más cuarteado por una política económica conducente por sus raíles más dogmáticos a la ruina. Un complicado puzzle político, como siempre ha sido Italia, que en las actuales circunstancias de crisis y recesión económica puede influir corrosivamente en el futuro inmediato de la UE.
El caso de Francia es distinto pero no menos peligroso porque la fuerza política continental de nuestro vecino es demoledora, a pesar de su declive, pues es grande en población y territorio con una forma de estado centralizado y tiene en el norte de África una gran área de influencia. La sociedad francesa no es como la española y anclada en su memoria reciente hay muchas cosas no resueltas completa y abiertamente que la actitud germana podría excitar. La creciente antipatía de los franceses, atados por su impotencia a lo que, a todas luces, dimana de Berlín es una energía que, de seguir el dogmatismo de Merkel, sus aliados y el oportunismo de un dirigente como Cameron, dispuesto a celebrar un referéndum para que los siempre euroescépticos ingleses decidan con su escaso interés por permanecer o no en la Unión Europea, puede convertirse en un magma de muy difícil manejo. No es arriesgado pensar que si la crisis y la recesión siguen en gran parte de la UE, con crecientes recortes y destrozos en la estructura del Estado de Bienestar, pueda presentarse una situación política insostenible que podría dañar a la UE de forma grave, arrastrándola a una situación difícil de revertir. Francia e Italia no son dos países periféricos y sin ellos la construcción europea se verá amputada en sus mismos cimientos.
¿Y España? No es otra historia, pero sí un capítulo diferente de la misma. Dependencia política, ora de Alemania, ora de Francia, nuestro Gobierno es un púgil noqueado que no sabe dónde golpea, mostrando una imagen patética del país, asfixiado por impuestos, recortes, paro corrosivo, corrupción, bancos que nos arrastran al fondo como si fuesen un yunque atado a nuestros pies, un empresariado impresentable y unos partidos convertidos en negocios, que sólo ven su burocrático ombligo. Pero de ello, hablaremos en otro momento.