Fue un auténtico estallido social en un país cuyos pilares se van resquebrajando poco a poco. El 15-S marcó un antes y un después en los tradicionales movimientos migratorios que han afectado a Ceuta. Lo marcó porque sobre la mesa hay algo más.
Lo ocurrido ha sido tan grave que ni siquiera la máxima representación en nuestra ciudad del Gobierno de España, la delegada Cristina Pérez, ha comparecido a riesgo de ofrecer valoraciones erráticas sobre un hecho que ha obtenido la callada por respuesta de Europa y una valoración superficial desde Madrid, resumida en un agradecimiento a Marruecos por su colaboración.
En Ceuta, quienes deben hablar no lo hacen. Existe preocupación e inquietud por lo sucedido, por esa voz contestataria de miles de personas que se ha materializado en noches de disturbios, intentos continuados de cruzar la valla y enfrentamientos directos con las distintas fuerzas de seguridad.
El movimiento está adormecido, pero no ha muerto. Hay otro anuncio denominado ‘ataque’ para entrar en Ceuta el día 30. Los foros activados en redes sociales no cesan de publicar advertencias, los contenidos a base de vídeos y canciones reivindicativas alimentan este canal. Lo importante no es qué vaya a suceder ese día, sino la inestabilidad creada y materializada en el deseo de levantarse contra un norte sin salidas ni oportunidades que presenta la puerta de Ceuta como la posibilidad del cambio.
Lo ocurrido el 15-S no ha sido un episodio aislado. Es una consecuencia más tras ese goteo de sucesos que hemos tenido este verano con entradas a nado cada vez con mayor número de participantes. Entradas que ya, desde julio, preocupaban internamente a la Guardia Civil, que recogía en informes lo que estaba ocurriendo en la frontera sur.
Mientras el rey Mohamed VI, el considerado príncipe de los creyentes, tenía toda la protección en su veraneo por el norte y se dejaba acompañar de emires y jeques con lujosos yates, la zona se iba llenando de una juventud descontenta, de una población llegada desde el sur y de muchos menores con el único interés de cruzar.
La exhibición de seguridad que hizo el vecino país en los días previos al 15-S prácticamente fue inexistente en verano, salvo los últimos días de agosto, cuando la presión en el mar de los nadadores se convirtió en asfixiante.
Hasta entonces, había noches en las que los nadadores no tenían problemas en echarse al mar porque la vigilancia era inexistente. Los arenales estaban vacíos de control, y en el mar, ocasionalmente, actuaba la marina marroquí.
El episodio más crítico se produciría justo el día después de marcharse Mohamed VI de la zona, cuando los nadadores se echaron al mar en masa en la considerada como peor noche de todas. Fue entonces cuando empezaron a hacerse públicas oficialmente otras cifras, las de los intentos, las que nunca habían trascendido por boca de una autoridad como lo hizo la propia delegada del Gobierno en una rueda de prensa ofrecida el pasado 26 de agosto.
Hasta esa fecha lo que pasaba al otro lado no se contaba oficialmente, y mucho menos una autoridad iba a poner cifras a los intentos iniciados en otras aguas.
La prensa nacional empezaba a mirar hacia otro lado después de obviar la llegada de adultos y niños prácticamente cada noche a nuestras costas con rescates de hasta un niño de 11 años o de una embarazada de ocho meses.
El efecto de internet, la comunicación entre quienes llegaban a Ceuta y los que lo intentaban, la difusión masiva de los primeros vídeos de mujeres -antes algo impensable- que cruzaban a nado y exhibían de manera triunfal su llegada... Todo esto cocido a fuego lento hizo estallar el 15-S de la manera más preocupante.
El presidente de la Ciudad, Juan Vivas, se prodigó en intervenciones en cuantiosos medios nacionales y en la difusión de entrevistas sin ser competente en materia de inmigración o seguridad.
Lo hizo más movido por esa inquietud que supone ver el primer aviso en serio, después de la crisis de mayo, de la inseguridad manifiesta que supone este tipo de situaciones para una alcaldía que intenta captar a la desesperada inversores y mejoras turísticas para la ciudad.
Contra un muro de inefectividad chocaron las apuestas del Gobierno más inoportunas en el tiempo: el foro de ‘El Español’ y el evento de influencers. Supusieron un gasto sin proyección mediática y aplastados por otros influencers, los del movimiento haraga o harraga que captaron y siguen captando todas las atenciones del país.
¿Qué ha cambiado este 15-S? Antes se tenía el mismo deseo del pase a Ceuta, pero no se orquestaba una campaña anunciada con antelación y tantos apoyos. Se buscaba la sorpresa, ahora se anunció y a pesar de todo ello, sus protagonistas pusieron en riesgo evidente la seguridad.
La concesión del asilo lleva años existiendo con la misma celeridad, pero ahora su impacto es mucho mayor entre personas conectadas de forma masiva entre sí. La salida rápida de aquellos que tras el mes de estancia y petición de asilo dejan la ciudad al no haber obtenido respuesta ha tenido un efecto demoledor.
El Gobierno de España no ha reaccionado incrementando el número de policías, reactivando la oficina de asilo ubicada en la frontera y afrontando los trámites como debió hacerlo. Ni reaccionó antes ni reacciona ahora. Pero hoy, los que marchan comparten eventos en Tiktok que fluyen a toda rapidez por los grupos de inmigrantes.
Las muertes y desapariciones se lloran un día. Después siguen echándose nadadores al mar y organizándose pases por el vallado a pesar de las miles de detenciones y el acecho marroquí sobre los organizadores.
Se dio la combinación perfecta: pobreza, un pase sencillo, falta de vigilancia, vídeos virales que reflejan el éxito de los nadadores, un rey de veraneo, una falta de reacción absoluta… Así, hasta crear el fuerte movimiento que ofreció su primer estallido social este 15-S.
¿Por qué no ha sucedido lo mismo en Melilla? Fuentes consultadas por este periódico lo tienen claro: nadar hacia Ceuta se convirtió durante todo el verano en la vía de escapar de Marruecos más segura y sencilla.
En la ciudad hermana la devolución de nadadores de forma inmediata y ágil nada tiene que ver con Ceuta, además de que su costa, aseguran, es más fácil de vigilar.
¿Qué pasará tras el 15-S? Marroquíes, argelinos, sirios, subsaharianos y muchísimos menores fueron alejados del lugar o detenidos. Esta medida, en otras incursiones, hubiera marcado, al menos, un punto y final con cierto margen de temporalidad. En este caso no.
El movimiento sigue activo mientras se abre un debate paralelo sobre el modo de proceder de Marruecos durante esta jornada y su adecuación al respeto a los derechos humanos tras la difusión de vídeos e imágenes que salpican directamente a un país con aspiraciones de representación internacional más allá del fútbol.
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