De mi infancia recuerdo algunos hechos. El tiempo distorsiona o inventa sucesos que nunca pasaron o no sucedieron como los recordamos. La Paremnesia es una alteración de la memoria por la que el sujeto cree recordar situaciones que no han ocurrido o modifica algunas circunstancias de aquellas que se han producido.
Al parecer la infancia es la patria a la que pertenecemos; confundimos la realidad, los deseos; construimos contextos ideales como paliativos para el desamor, el desarraigo o sucesos puntuales que olvidamos para subsistir.
Sabina, en la canción Peces de Ciudad escribe: “El lugar donde has sido feliz no debes tratar de volver”. Siempre oía a mi madre cantar en voz baja una canción que expresaba nostalgia: la pérdida, el paraíso perdido, la resignación; una melodía de lágrimas sin consuelo y de abandono.
Esta tarde vi llover, vi gente correr
Y no estabas tú
La otra noche vi brillar un lucero azul
Y no estabas tú
Creo que era de Armando Manzanero, un cantante y compositor mexicano; lo descubrí ahora que tengo 58 años y mi madre 86. Siempre, entre sus labios apagados y la resignación en los ojos, oía Esta tarde vi llover.
Con el tiempo pensé que la letra hablaba de mi padre que ya murió hace unos años. Como muchas mujeres, mi madre estuvo toda su vida con él, pero esa vida mi padre no la compartió; era también una época en la que las mujeres esperaban, disimulaban la insatisfacción, se negaban a empezar de nuevo.
Mi padre quiso mucho a mi madre; ella era sus pies, sus manos, su seguridad. Ella no pensó ni imaginó en escaparse para encontrarse a ella misma. Se ató, se puso las esposas, cerró cualquier posibilidad que no fuera lo que la sociedad y la educación le había inculcado: el trabajo, los hijos, el esposo, la familia, las comidas o cenas con los amigos de mi padre y el tener que trabajar también fuera de casa porque no llegábamos a fin de mes.
Aquella letra era reflejo de la batalla perdida cuando desistes de cualquier otra posibilidad que no sea la que tienes.
La otra tarde vi que un ave enamorada
Daba besos a su amor ilusionada
Y no estabas tú
Yo no sé cuánto me quieres
Si me extrañas o me engañas
Solo sé que vi llover, vi gente correr
Y no estabas tú
Vaya este CAÑONAZO por todas las madres, por todas las mujeres que consolaban su alma desgarrada e impotente con esta melodía. Ellas lo dieron todo; se entregaron, desaparecieron en los demás, no intentaron ser ellas porque no las habrían dejado.
Sembraron un camino de rosas, un jardín, una primavera, todas las primaveras.
Y así Pepa, que es el nombre de mi madre, de cuando en cuando aún la oígo escondida en ella misma mientras lava los platos susurrar “esta tarde vi llover, vi gente correr, y no estabas tú”.