Opinión

El espejo del alma

Cada persona somos un ser único, irrepetible, por lo menos hasta ahora. Portamos unas características físicas y de comportamiento que nos hacen ser diferentes. Evidentemente, nos identifican de manera incontrovertible. La biometría es un sistema o técnica automatizada, que permite el reconocimiento o identificación de las personas a través del procesamiento de los datos biométricos representativos de las características del individuo. Existen muchas técnicas biométricas de identificación−tal vez nos pueda sorprender su número− pero en esta ocasión nos referiremos al reconocimiento facial. No cabe duda que el elemento más visible que nos caracteriza es el rostro, incluso puede ser que tenga razón nuestro refranero: “La cara es el espejo del alma”.
Al igual que otras técnicas, que nos parecían hace poco, cosas de ciencia ficción, resulta que se han convertido en algo usual y cotidiano. El reconocimiento facial lo utilizamos diariamente de forma doméstica: para desbloquear el móvil, subir en algunos autobuses urbanos o pagar en Mercadona. Pero el sistema tiene, sin duda, otras aplicaciones más discutibles o controvertidas que también analizaremos.
El funcionamiento de los sistemas de reconocimiento facial, consiste en capturar−mediante una cámara bidimensional o tridimensional− los datos biométricos de la cara de una persona, midiendo la forma, distancia, profundidad y la estructura única de los mismos. La información clave obtenida−convertida en un código numérico− se compara con una base de datos de imágenes conocidas con el fin de identificarla, verificarla o autentificarla.
Los orígenes de la investigación sobre reconocimiento facial tienen más de medio siglo. El norteamericano Woodrow Wilson Bledsoe, matemático e informático, intentó desarrollar entre 1964 y 1966 un sistema que permitiera a las computadoras reconocer rostros humanos. Utilizó una tableta RAND y un programa de escritura con un lápiz óptico. La investigación no tuvo el éxito esperado− en parte por la limitación de adelantos técnicos de la época− reconociendo el propio Bledsoe que las máquinas no podían distinguir, con diferente ángulos e iluminación, incluso entre dos fotografías diferentes de una misma persona. En los 70 otros expertos hicieron mejoras para precisar más correctamente las características del rostro. La aplicación en los 80 del álgebra lineal fue un avance importante y en 1991 se desarrolló una tecnología, que inició el reconocimiento facial automático desde una fotografía. En el 2001 se propusieron algoritmos que permiten detectar objetos dentro de imágenes por lo que rápidamente se utilizaron para detección de rostros. En la actualidad se utiliza la llamada red neuronal convolucional profunda, un avanzado método que funciona como el cerebro humano, a través de una red de neuronas artificiales.

"La mayor parte de los sistemas usan cámaras 2D, mapeando los puntos nodales: nariz, ojos, boca, pómulos y otros, que transforman en un código numérico"

La mayor parte de los sistemas usan cámaras 2D, mapeando los puntos nodales: nariz, ojos, boca, pómulos y otros, que transforman en un código numérico. La tecnología 2D es aceptable cuando hay iluminación adecuada y las condiciones son de estabilidad, pero no lo es cuando hay movimiento o las condiciones de luminosidad no son buenas. Una tecnología avanzada es la utilizada por Appel, que recurre a las cámaras 3D y a los infrarrojos – emitiendo 30.000 puntos infrarrojos, invisibles− que mapean los vasos sanguíneos superficiales del rostro. Los avances tecnológicos en el campo del reconocimiento facial aceleran y más cuando ya hay una difusión masiva. Una nueva tecnología− llamada huella de piel −mide la distancia entre los poros y digitaliza con un código matemático.
El reconocimiento facial es sin duda una tecnología que se ha implantado en el público en general, en el institucional y en el comercial, a pesar de las opiniones que lo acusan de atentar contra la privacidad e incluso que no tiene una fiabilidad absoluta. Las empresas fabricantes de las tecnologías las han incluido en los teléfonos móviles en sustitución de contraseñas, en los sistemas de video vigilancia, en los pagos en compras, pero también los suministran a redes comerciales para marketing y a gobiernos. La tecnología se utiliza en más de cien países y en Europa más de treinta y dos.
La más rápida operatividad en aeropuertos, el acceso a instalaciones, localización de malhechores y otras muchas aplicaciones son deseables, pero es cierto que también puede ser utilizadas de forma malévola como control de la privacidad. En China, a través de videocámaras, se monitoriza a los ciudadanos y se asigna a su comportamiento unas puntuaciones−que llaman eufemísticamente crédito social− que tienen sus efectos acusatorios e incluso sancionadores. Ha desplegado un sistema que identifica en la calle a más de dos mil millones de personas. Es un fenómeno no exclusivo de país asiático, ya que un informe recoge que al menos setenta y cinco países –entre ellos el nuestro−utilizan el reconocimiento facial como herramienta de vigilancia. INTERPOL tiene un sistema de base de datos, con imágenes faciales suministradas por más de ciento sesenta países. En Singapur, han incorporado a su sistema digital −del cual ya disponían− un modelo de verificación facial que tiene los efectos de un DNI.
La identificación facial se utiliza también como marketing, mediante el seguimiento a los consumidores en los centros comerciales, registrando sus reacciones ante diversos productos, que permitirán hacerles llegar anuncios personalizados sobre las preferencias de los mismos.
A pesar de que las empresas generadoras de los sistemas de identificación facial no cejan en afinar para las mejoras de los mismos, hay muchos aspectos que hacen al sistema todavía inseguro. Un alto directivo de una de las empresas fabricantes, bastante exigente, manifestó que “los algoritmos de reconocimiento facial aún están en la infancia, y tienen una precisión muy baja”.
Ciertamente el reto es complicado porque hay variados factores a considerar: la calidad en las imágenes, el envejecimiento, el posado, la cirugía plástica, el uso de cosméticos y maquillaje, incluso la deformación por efectos de exceso de alcohol o drogas. Viene a cuento el chiste del individuo, sumamente borracho, cuando a las cinco de la mañana, se afanaba inútilmente porque el móvil no lo reconocía facialmente y no lo permitía el desbloqueo.
Se ha denunciado que algunos programas tienen dificultad para identificar de forma correcta, las caras de las personas de raza negra o asiáticas. Se pueden ocasionar mayor número de coincidencias falsas, lo que ha llevado a confusiones− cuando menos molestas− en algunos casos, con personas de estas etnias.
El uso de esta tecnología presenta aspectos que pueden afectar a la privacidad y a la seguridad de las personas. Además, porque pueden obtenerse los datos biométricos a base de cámaras y escáneres, en cualquier sitio público o privado sin el apercibimiento y consentimiento de la población. Ya en 2016, la Universidad de Georgetown publicó una investigación que reflejaba que la mayoría de los adultos de EEUU aparecían en la base de datos fotográfica de la policía. Facebook, a través de los millones de fotos de sus usuarios en sus servidores, empezó a usar el reconocimiento facial y fue demandada por haberlo hecho sin el consentimiento, circunstancia similar que afectó a Google.
Lo cierto es que hay un hueco legislativo sobre este tema, aunque se están produciendo propuesta y actuaciones en orden a regular esta actividad protegiendo a los ciudadanos. Los gigantes tecnológicos− IBM, Amazon, Microsof, Google, Facebook−han hecho manifestaciones sobre la renuncia a esta tecnología o a la venta para usos policiales, pero lo cierto es que se trata de un negocio multimillonario al que es difícil sustraerse y máxime cuando las chinas Huawei, Hikvision y otras lideran este campo y suministran la tecnología al mercado mundial, nuestro país incluido.

"El funcionamiento de los sistemas de reconocimiento facial, consiste en capturar−mediante una cámara bidimensional o tridimensional− los datos biométricos de la cara de una persona, midiendo la forma, distancia, profundidad y la estructura única de los mismos"

Se han producido reacciones, como la que haría ilegal la adquisición, posesión, acceso o uso de tecnología de vigilancia biométrica en los Estados Unidos. En el Estado de Washington, la Ley SB 6280 regula el uso del reconocimiento facial. Asimismo, una ordenanza limita el uso indiscriminado de datos biométricos− entre ellos el reconocimiento facial− en San Francisco, curiosamente próxima al centro neurálgico de generación de tecnologías, Silicon Valley. En la Unión Europea está en vigor el Reglamento (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 27 de abril de 2016, relativo a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de sus datos personales y a la libre circulación de estos datos. Aunque la UE planteó una moratoria de cinco años de prohibición del reconocimiento facial, la ha suprimido y deriva esta decisión a los Estados miembros. Se está trabajando en una modificación del Reglamento que contemple la utilización de datos biométricos y fundamentalmente que exija el consentimiento libre de los ciudadanos. Así como que se justifique legalmente la necesidad de captar y archivar imágenes faciales, al mismo tiempo que se identifiquen quienes las toman y porqué razones.
En nuestro país, la propia Constitución fue pionera en la protección de datos, ya que el artículo 18.4 dice “la ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos”. Está en vigor la Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales, adaptación del Reglamento(UE) al ordenamiento español. Aunque− al igual que en el Reglamento− no existe un tratamiento específico sobre el reconocimiento facial.
La aparición y permanencia del COVID-19, han dado una nueva dimensión al reconocimiento facial y a su utilización. Se ha conseguido poder distinguir− con un 95 % de efectividad, aún con la ocultación parcial por las mascarillas− trabajando incluso con solo el 40% visible del rostro, a través de ojos, cejas y puente de la nariz. También, la utilización de sensores permite detectar la temperatura y la fiebre. Los algoritmos y la inteligencia artificial, analizan rostros siluetas y objetos, que combinados permiten rastrear las interacciones sociales entre personas potencialmente infectadas−particularmente por incumplimientos de cuarentena− notificar inmediatamente para el control y tener idea de la propagación del virus.
El reconocimiento facial ya no es algo de ciencia ficción. Su utilización perversa puede atentar contra la privacidad y derechos de los ciudadanos− aunque, de hecho, en este mundo digital e informatizado ya están bastante afectados− y lo único que puede hacerse es aprovechar sus potencialidades de utilización provechosas, al mismo tiempo que las legislaciones eviten y sancionen los comportamientos abusivos o nocivos.

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