Menos mal que se están dando bien los partidos de fútbol que la selección española de fútbol está jugando en la competición europea; aun así las dudas se mantuvieron hasta ayer mismo porque el partido fue como una seda y hasta uno de los delanteros discutidos marcó dos goles con mucha clase. De momento ha crecido la confianza, pero hace falta que se confirme ante una defensa mucho más cerrada y contundente que la del equipo de Irlanda. Pero, realmente, de lo que pretendo escribir es de las dudas que existen en todo el mundo - en España también, como es natural - sobre la economía. Europa, nuestra Europa, está en plena confusión a pesar de que hay una gran cantidad de personas en el Parlamento Europeo con la misión de contribuir a que Europa sea más potente y unida. Parece que no es fácil.
Al menos eso es lo que me ocurre a mi y supongo que también a muchas otras personas. Cuando la selección española juega un partido hacemos todo lo posible para no tener algún compromiso que nos impida verlo cómodamente. Incluso se reúnen unos cuantos familiares y se aprovecha para hacer una cena y charlar de todo lo que se presente.. Recuerdo, con verdadera emoción, la voz de mi esposa que gritaba más que ningún otro, cuando se marcaba un gol por España: A ella, en realidad, el fútbol no le interesaba demasiado; prefería la charla con los demás, aunque estaba atenta al gol, que coreaba con verdadero entusiasmo. Ahora no hay forma de entender lo que pasa en el campo de las finanzas y aunque se juegan a diario muchos miles de millones en las Bolsas del mundo, ¿quién se reúne para pasarlo bien contemplando lo que ocurre con esos dineros?
La realidad es que cuando se reúnen los que deben velar por el bienestar y el progreso de los españoles y de España no acaban de ponerse de acuerdo en las medidas a tomar, en la táctica a seguir de acuerdo con lo que en Europa se señala, sino que parece que lo importante es dejar en ridículo al que dirige el Gobierno y también a sus colaboradores más directos. El ambiente de confusión que crean, actuando así, es mayúsculo y se acaba angustiado después de un rato de ver cómo se comportan ciertas personas y las cosas que dicen. No es eso lo que se necesita para poder gozar de alguna tranquilidad, tanto en el momento presente como en el futuro. Es necesaria una mayor dosis de ecuanimidad en aquellas personas que más acusan y, desde luego, un mejor conocimiento del problema, si quieren, claro.
Mi viejo amigo, el marinero, me dice que cuando él era joven estaba embarcado en un barco cuya propulsión la proporcionaban unas calderas alimentadas con carbón. Utilizaban el carbón español cuando no tenían más remedio, pero que siempre que podían adquirían carbón inglés, cuyo rendimiento era mucho mejor. No cree que la calidad del carbón español haya mejorado y entiende que no es solicitado más que cuando no hay más remedio para unos usos concretos. En la propulsión naval ya ha desaparecido el carbón. Es cierto que hay personas, muchas seguramente, que viven de la minería del carbón, en España, pero su rentabilidad es posible que sea baja. Hay que ayudar a toda persona que no tenga trabajo, sin discusión alguna, pero hay que hacerlo con los medios apropiados.
La confusión en la economía se mezcla con la que produce la falta de trabajo para muchas personas. Todo ello es nuestro problema - de primera magnitud sin duda - pero tratemos de solucionarlo con la mayor y mejor unión entre todos y con todo el esfuerzo necesario. Es nuestro principal problema y muy difícil de solucionar. Merece toda la atención y la ecuanimidad de todos los españoles.
Manuel de la Hera Pacheco.- 15 Junio 2012