El 25 de noviembre recordamos otra de las revoluciones pendientes. A ésta nos deberíamos apuntar todos y todas. No solo hablamos de nuestro país, de la vieja Europa, de las naciones en las que el progreso y el bienestar va llegando a cuentagotas. Hablamos del mundo, del aquí del ahora, de este preciso instante en el que una cifra incalculable de mujeres son sometidas a todo tipo de violencia.
Hay muchas maneras de violencia: guerras, explotación, esclavitud, discriminación, torturas, perdida de derechos básicos; las mujeres las padecen todas y cada una de ellas.
Discutimos sobre la igualdad, sobre el género, sobre el feminismo, pero ¿Qué pasa con el hombre? Ese es un planteamiento falaz, viciado por el patriarcado, por la supremacía inconsciente en el aire que respiramos.
Los hombres afirmamos la igualdad y damos por supuesto que ya está conquistada en la sociedad, en el trabajo, en la cultura, en la política, en la casa. La falacia de que el maltrato también se da en los hombres eclipsa la conciencia del problema.
"Hoy todos somos mujeres, todos somos feministas, todos reivindicamos esa erradicación porque cuando ellas la consigan la habremos conseguido todos"
Nadie lo discute, lo que se quiere sacar a la luz es otro tipo de violencia estructural que pasa desapercibida porque se invisibiliza, porque entendemos que todos somos víctimas. No es así: violencia sexual, acoso, trata de seres humanos, mutilación genital, matrimonio infantil, niñas cuyos matrimonios están concertados, violencia patrimonial ( no tener derecho a ningún tipo de propiedad), controlar sus ingresos, estar sometidas al hombre, poder ser repudiadas, encarceladas por abortar, secuestradas en su propio hogar, condenadas al ostracismo para no contar en ninguna estadística, en ningún proyecto, en ninguna iniciativa que nos haga reconocer una realidad con la que convivimos cotidianamente.
Son las mujeres, y cuando decimos “mujeres” nos referimos a las personas, al género humano, a los habitantes de todas las razas, culturas y procedencias. Todas las conquistas, todo tipo de concienciación implicará que la utopía de la paz, de la dignidad, de una vida preñada de libertad gane terreno a la distopía de la crueldad y el horror.
Hoy todos somos mujeres, todos somos feministas, todos reivindicamos esa erradicación porque cuando ellas la consigan la habremos conseguido todos.
En el IES Camoens gritaremos un minuto de silencio, abanicaremos el aire para que los globos sigan subiendo y no toquen tierra. Leeremos manifiestos, cantaremos con Aitana “Ni una más”:
Palabras que te pegan como un huracán
Miradas que no sabes bien a dónde van.
Dime qué pasaría si no hubiera nadie
Siguiendo mi camino, yo sé a donde voy
Sintiéndome insegura y aunque no lo soy
No ver tus intenciones me hace vulnerable
Son miles de historias que están enterradas en un cajón.
Que lo único que rompa el silencio sea el cañonazo de las 12.