Epistemología Ferial

Cuando nuestra ciudad, en estos días, celebre alborozada la Feria en honor de la Patrona, la Virgen de Africa, se me ocurre hacer algunas anotaciones sobre el origen y las connotaciones asociadas al término.

Según el Diccionario de la Real Academia la palabra feria, mercado al aire libre, proviene del latín feriae, aunque hay quien la hace derivar del vocablo también latino forum, ya que el Foro romano era también mercado. Contempla unas trece acepciones −algunas de ellas utilizadas en países hispanoamericanos− que resumidamente se refieren a: mercado no usual en paraje y fechas, fiestas asociadas a ello, paraje con exposición de animales, géneros o cosas para su venta, conjunto de instalaciones recreativas para la ocasión, concurrencia de gente, fiestas, descanso y suspensión del trabajo, trato, convenio. En el lenguaje eclesiástico feria es cualquiera de los días de la semana, excepto el sábado y el domingo.

José María Pemán, el poeta gaditano, hace un acertado retrato en su poema “Feria de Jerez”:

“Ella es la inventora de esta fantasía

de comprar y vender y mercar

entre risas, fiestas, coplas y alegría

juntando a la par

negocio y poesía...

La feria es un modo de disimular.

Negocio y poesía: ¡Feria de Jerez!

¡Rumbo y elegancia de esta raza vieja

que gasta diez duros en vino y almejas

vendiendo una cosa que

no vale tres!”

El origen de las ferias actuales muestra una estrecha ligazón con la Baja Edad Media, cuando el fenómeno expansionista del modelo feudal estimulaba el crecimiento de las ciudades, el comercio, las actividades artesanas y las finanzas, haciendo evolucionar la tradicional economía agropecuaria.

En aquellas oscuras épocas, la inseguridad y el coste de transporte hicieron que se concentrasen en las ferias el mercadeo y el aprovisionamiento. No cabe duda que este fenómeno de promoción económica contó con el apoyo y el fomento de los reyes, nobles e instituciones y usualmente ocupaban un periodo de tiempo de varios días, celebrándose anualmente y casi siempre haciéndolos coincidir con la festividad del santo patrón o patrona del lugar.

Las ferias de Champaña en Francia, en los siglos XI y XII, tuvieron un gran auge e importancia y en España destacaron las de Medina del Campo (Valladolid) en el siglo XV.

Es cierto que, hoy en día, para el común de los mortales, la primitiva función comercial de las ferias ha sido sustituida por una actividad festiva, de encuentro y de diversión.

El refranero −aunque con sentencias contradictorias a veces− es una fuente de sabiduría popular y, si bien no abundan los referentes a la feria, hay algunos muy significativos: “Cada uno dice de la feria como le va en ella” citado por el Marqués de Santillana o “Habla cada uno de la feria como le va en ella” de El Criticón de Baltasar Gracián y otros como: “En esta feria has de ser o mercancía o mercader”; “Llevaste a la feria el pollino y se murió en el camino” o “No hay feria mala, lo que uno pierde otro lo gana”.

El término tiene en la literatura su protagonismo con títulos y temática, en creaciones como la del escritor inglés William Thackeray, que publica su Vanity Fair o La feria de las vanidades en 1847 y cuya obra da una versión crítica y negativa de la sociedad y de la condición humana, que exponen sus debilidades en una feria de la vida.

En nuestro país, el vasco Pío Baroja, en La feria de los discretos retrata la Córdoba decimonónica de hacia 1868, su paisaje urbano y su sociedad decadente a través de la vivencia del truhán Martín Roelas.

Autores como el mexicano Juan José Arreola, el albaceteño Rodrigo Rubio, y otros, han titulado y llevado a la temática de algunas de sus obras la palabra feria.

Las ferias han aportado y aportan acervo artístico y de belleza plástica a través de los carteles, fotografías, artesanía, etc. En otra vertiente también han servido como recurso a directores cinematográficos −sobre todo en secuencias de películas de terror y suspense− contraponiendo la alegría y dinamismo vital de las atracciones feriales, como fondo, con la angustia, miedo y persecuciones de personajes contenidos en la trama argumental.

El sustrato vital y divertido de la feria está representado en la canción española en la voz de Gracia Montes, que en la rumba “Soy una feria”, con letra y música de Rafael de León y Juan Solano, entona:

”Si quieres que te diga

que yo te quiero 

alégrame la vida, compañero, 

déjate de penas y miserias 

olvídate de negros sinsabores 

y viste tu bandera de colores

Pues yo, quieras o no, soy una feria, 

soy una feria, soy una feria,

soy una feria”. 

En la genealogía, el apellido Feria procede posiblemente del nombre de una pequeña villa, perteneciente a la comarca de Zafra y enclavado en la vertiente sur de Sierra Vieja, en la provincia de Badajoz, así denominada. Los portadores de este apellido lucen en la heráldica un roque, de gules en campo de oro, y bordura asimismo de gules con cuatro roques de oro. En Sevilla, Valladolid y Laredo se asientan casas solariegas del apellido y el mismo tiene presencia en países iberoamericanos y Filipinas.

Posee también la aristocracia su toque con lo ferial, representado por los nobiliarios Ducado de Feria y Marquesado de Feria. Tiene su origen el primero, inicialmente, en el primer Conde de Feria, Gomes Suárez de Figueroa a quien con ese título entregó en 1.394 el rey Enrique IV la citada villa de Feria. El ascenso a Duque de Feria llegó en 1.567 al conceder Felipe II al V conde tal distinción.

El Marquesado de Feria fue creado en 1.704 por el rey Felipe V a favor de Francisco Félix de Vega y Cruzat, que inició su vida militar como soldado raso y llegó a Maestre de Campo, por los servicios prestados al ejército, sobre todo en las campañas de Nápoles. Un antiguo lugar de Navarra, cercano a Tafalla y Olite, llamado "La Feria" es, en esta ocasión, el origen de la denominación del marquesado.

Solo queda desear que estos días sean de felices encuentros y sana diversión para los habitantes de Ceuta y para los visitantes que arriben en esta acogedora ciudad.