El nicho número 116 de la galería de Santa Irene del cementerio de Santa Catalina, en Ceuta, acoge ya los restos del inmigrante cuyo cadáver fue encontrado en el mar, a la altura de la Sirena. No se le ha podido identificar, llevaba varias semanas muerto según los datos de la autopsia. Era un varón, subsahariano, que únicamente portaba una botella de plástico amarrada, ya sin vestimenta y sin pertenencias que pudieran haber servido para dar con su identidad. Ha sido enterrado a primera hora de la mañana de este viernes como un sin nombre más, en soledad y sin que se haya podido avanzar para conocer su historia. La Guardia Civil sospecha que el temporal arrastró su cuerpo sin vida hacia la zona en donde lo encontró una embarcación, pudiendo tratarse de algún integrante de las expediciones que parten en dirección a la Península.
Son muchos los desaparecidos, tanto magrebíes como subsaharianos, de cuyas ausencias alertan constantemente las oenegés o los familiares. Lo peor de todo es no saber el final de cada una de estas historias. Que los padres de este varón nunca sepan qué pasó con él, dónde terminó o dónde está enterrado. Como él hay decenas que recibieron sepultura en Santa Catalina o Sidi Embarek. Sus datos quedan recogidos en la base que maneja la Guardia Civil, pero resulta inviable ponerles una identidad para cerrar tantos casos abiertos sin resolver. Ceuta guarda también su particular historia de tragedias vinculada a la inmigración, por tantos y tantos hombres y mujeres cuyos cuerpos han terminado en las aguas, han sido recogidos pero nunca se ha podido conocer quiénes eran. Los primeros días de 2021 han sido especialmente trágicos por la aparición de dos jóvenes en Ceuta y uno más en Beliones, a los que se suman la hilera de desapariciones y muertes ocurridas en Marruecos tras los naufragios de embarcaciones.
La Funeraria Al-Qadr se ha encargado del traslado del ataúd con los restos de este inmigrante. A las 10:00 horas se ha procedido a su entierro con la presencia de los trabajadores del cementerio y los de la propia funeraria. En soledad, justo al frente de otros nichos en donde fueron enterrados otros compatriotas. Una despedida tan solitaria como fue su hallazgo, perdido en el mar.