Los números están vacíos; las familias de los fallecidos, sin embargo, llenas de cosas por decir. Acumulan un pasado y tienen una vida sobre sus espaldas. Sus nombres, sus edades, sus cumpleaños, sus ausencias, sus amores, sus formas de reír, sus sueños se esfuman y solo dejan la tristeza de familias que se encuentran a la intemperie de repente.
El centro de la familia Abdeselam Mohamed, ese era para ellos ‘Ghami’, como todos conocían a Mohamed Abdeselam Hicho. Un hombre bueno y humilde que siempre estaba para los suyos y que nunca tenía un “no” por respuesta. Ahora, su mujer, sus 7 hijos, 16 nietos y 1 biznieto se sienten “perdidos”. Pero ese sentimiento lo comparten muchos vecinos de la barriada Bermudo Soriano. Mohamed dejó huella en mucha gente, no solo en su familia y eran muchos los que le querían y ahora echan de menos.
No le tocaba irse tan pronto. No merecía irse así. Sus hijos jamás imaginaron que su padre se iba a ir de esta manera y que no podrían despedirse de él. “Ese es el dolor más fuerte que sentimos”, comenta su hijo Abdelkrim. Pero, este pasado martes sobre las 10:30 recibía la peor de las llamadas: su adorado padre fallecía a los 87 años tras once días ingresado en el clínico de
Loma Colmenar.
Un hombre noble, sincero y generoso. Nació en Huadal Marza (Marruecos), pero “ya era de Ceuta porque llevaba muchos años aquí”. “Vivía en Bermudo Soriano con su mujer y ya estaba jubilado, pero toda la vida fue albañil y gravista, hasta que empezó con un pequeño camión que traía arena de las playas de Marruecos para las obras de Ceuta. Y empezó, poco a poco, hasta que después aprendió a llevar las grúas y estuvo llevándolas hasta que se jubiló”, recuerda su hijo.
Pero Mohamed tuvo que enfrentarse a los sinsentidos de esta efímera vida. Hace 17 años moría su primera mujer con la que tuvo a sus 7 hijos, pero supo sobreponerse y “continuar con su vida” hasta que el
COVID-19 se cruzó en su camino. “Empezó a tener síntomas como tos y un poco de fiebre, pero poca cosa. Con el paso de los días fue a más. Tenía fiebre, sudaba, mucho dolor en el pecho y tosía cada vez más. “Entonces llamamos a la ambulancia y se lo llevaron. No sabemos cómo lo cogió, pero su mujer lo tuvo antes que él y podría habérselo pegado, pero claro él con la edad lo cogió más fuerte”. “El dolor más fuerte que sentimos es no haber podido estar con él en el último momento” Estuvo en observación del
HUCE unos tres días hasta que lo subieron a planta por la neumonía y la dificultad para respirar que tenía y “ahí ha estado once días” hasta que esa neumonía se lo llevaba este martes por la mañana. “Tuvieron que darle morfina porque le dolía mucho el pecho, pero no lo aguantó y desgraciadamente, ha fallecido”, comenta emocionado Abdelkrim.
Aunque no haya podido despedirse de él, su recuerdo no se esfuma. La suerte de esta familia que ahora está rota ha sido poder tenerlo todos estos años. No han conocido un hombre más luchador y alegre que Mohamed. “Era encantador con todo el mundo, todos los vecinos me han llamado para darme el pésame y decirme cuánto lo querían. Un hombre bueno que siempre tenía un buen consejo para dar y una sonrisa. Era muy positivo y una persona maravillosa. Y como padre y abuelo, ¿qué te voy a decir? El mejor. Aún no nos hacemos a la idea de que se haya ido, pero estamos tranquilos de que por lo menos ya está descansando en paz”, concluye su hijo.
Cada vida que mata el COVID-19 deja una historia que merece ser contada. Tantos que se fueron y que continúan yéndose. Contar una vida es contar la vida de todos, pues somos iguales en lo que no se ve: sueños, deseos, frustraciones, alegrías, temores, silencios, que se van con esa persona. Nombres, son tantos nombres ya como el de Mohamed Abdeselam Hicho que pesan como el frío que comienza a hacer en Ceuta. La familia Abdeselam Mohamed ahora está huérfana, pero también lo está su barriada Bermudo Soriano y toda Ceuta.