Llega el mes de febrero y son muchos los que comienzan a sentir el ‘gusanillo’ del Carnaval, una tradición que ya forma parte de su vida desde hace años. Comparsistas, chirigoteros o artesanos... todos se preparan para dar lo mejor de sí en el concurso, en las calles o a través de sus creaciones, bien sea con los atrezzo o con los tipos especialmente diseñados para estos días. Son dos semanas de diversión tras las que se esconden meses de trabajo, ensayos o pruebas. Pero todo merece la pena y estos carnavaleros se dejan la piel para que esta tradición siga tan viva como siempre.
Algunos empezaron en el mundo carnavalero de casualidad y, en algunos casos, sin sentir demasiada predilección por esta fiesta o concretamente hacia las agrupaciones carnavaleras. Así lo reconoce el autor de comparsas, Pepe Baglietto, que con más de 30 años a sus espaldas en el carnaval, asegura que “al principio no me hacía mucha gracia, pero entré por mis primos Pepe y Paco Benítez”. También animado por un primo entró en este mundo José Miguel Borrego, chirigotero y cuartetero. “Yo era un chaval y un primo me invitó a un partido de fútbol en Sevilla. En el autobús estuve escuchando carnaval, nunca me había llamado la atención, pero me fue gustando y en 1997 empecé a ensayar con los hermanos Seglar, Baby y Miguel Ángel”.
Otros llevan en la sangre el mundo carnavalero y continúan así con la tradición familiar. “Mi abuelo fue uno de los murguistas en los años 20 y yo comencé cuando era un chaval tocando algunos temas con mi guitarra”, explica Paquito Sánchez, uno de los históricos del carnaval y director de la primera comparsa ceutí que concursó en el Falla: ‘La hora de los valientes’.
Algunos comenzaron esta andadura como chirigoteros y posteriormente optaron por la comparsa o incluso por el cuarteto. Hay quien se inclinó por las agrupaciones callejeras frente al concurso y cada año salen al encuentro con el público sin la presión de unas tablas y un jurado. “El concurso te da mucho pero también es muy sacrificado y la callejera es más relajada”, explica el artífice de una de las chirigotas callejeras de la ciudad, Javi Téllez. “La comparsa es muy triste, yo no quiero cantar ahí... Aunque digo que es por tristeza, realmente no salgo en comparsa porque no sé cantar”, añade divertido.
Las que sí saben cantar son las mujeres de la comparsa femenina que este año lanza al concurso Tamara González. “Empecé con Carmen Seglar, pero ahora me he involucrado más y saco esta comparsa porque hay que fomentar las agrupaciones de mujeres. No es que el carnaval sea machista porque siempre ha habido un hueco para nosotras, pero no siempre como hemos querido”.
La evolución del carnaval ha sido evidente en los últimos años. Para algunos, especialmente a nivel técnico. “La forma de trabajar ha cambiado, ahora hay más método y los que entran en el carnaval cuentan con más conocimientos... y eso se nota”, dice el chirigotero Lolo Alonso. A pesar de esta evolución, otros hablan de “altibajos” a lo largo de los años. “Esto es como el paro, sube y baja a lo largo del tiempo, igual que el número de agrupaciones que varía en cada concurso”, considera el comparsista Ramón Silva.
Para González es “totalmente diferente” a cómo se vivía hace unos años. “Antes las comparsas eran más humildes y familiares. No había tanta competitividad como la que existe ahora, solo se persigue ser el mejor”.
Baglietto, quien ha vivido todas las épocas del carnaval desde que la ciudad retomó esta fiesta popular en los años 80, habla de una evolución positiva “con un aumento del nivel instrumental y de voces”, además de la recuperación del carnaval de calle “al que teníamos olvidado”.
Ceuta tiene su propia identidad carnavalera pero no por ello deja de mirarse en el carnaval de Cádiz. “Tiene que ser así. Cuando eres un aspirante a futbolista te fijas en el Madrid. No me voy a fijar, con todos mis respetos, en el Antequera. Nos miramos en Cádiz porque ahora mismo es lo máximo en cuanto a concurso de agrupaciones”, considera Alonso.
“Siempre ha sido la cuna y por eso nos fijamos en ellos. Además desde hace unos años ya estamos preparados para competir allí”, considera Baglietto.
En Cádiz o en Ceuta, el carnaval lo es todo para ellos. “Es una manera de desahogarme y dejar atrás los problemas. Algo que sientes y te da fuerzas para seguir porque ahí encuentras otra familia”, dice González.
Aunque Baglietto reconoce que en principio el carnaval “no era nada para mí”, a día de hoy “es mucho, porque se ha comido 35 años de mi vida y forma una parte importante de ella”.
“Es mi hobby, mi otra vida, aquella en la que vivo de otra manera, me divierto y olvido los problemas”, señala Téllez.
Para Silva es un “modo de vida. Como dice Josemi Romero, "para todos los días del año hay un pasodoble hecho”.
Detrás de cada actuación hay meses de preparativos y ensayos, de un duro trabajo en el que también juegan un papel relevante los artesanos y modistas, responsables de crear los tipos y atrezzos que dan vida a cada agrupación.
José Barea no es un profesional en este campo, pero ganas y talento no le faltan para haberse iniciado en este mundo con la chirigota de ‘La tribu de los Wakatanka’ para los que confeccionó el tótem o el bastón de mando.
A partir de entonces no ha parado de colaborar con las agrupaciones carnavaleras aportando toda su imaginación en el proceso y “utilizando todo tipo de materiales reciclados”. De sus manos han salido los gorros de la comparsa ‘El hombre del saco’ o de ‘Hasta el sol’, de estilo steampunk y con un trabajo de ocho horas cada uno de ellos.
El trabajo de Lola García también tiene su hueco en el carnaval. Aunque insiste en que no sabe coser y que los patrones han sido los artífices en la creación de sus tipos, su afición por la costura le ha llevado a dar vida a distintos tipos de ‘Los Popis’, después de muchos años diseñando los disfraces del grupo del colegio Ortega y Gasset en cada cabalgata.
Dice que su “vicio confesable” son las mercerías donde “siempre me fijo en complementos y abalorios por si pudiera servir para algún disfraz” y confiesa que “donde otros ven un trozo de tela yo estoy viendo un futuro tipo”.
Siete Colinas o Auditorio del Revellín. Si bien los carnavaleros coinciden en la indiscutible calidad alcanzada con el nuevo teatro de Siza, para la mayoría se ha perdido el “ambiente familiar” y de fiesta que se respiraba en el instituto después de cada sesión. Los que han vivido el carnaval en el mítico Terramar o en el antiguo Revellín reconocen que la mejora de las instalaciones se ha logrado a costa de perder esa atmósfera de “jolgorio” entre las agrupaciones.
José Luis Muñoz ‘Boca’. “Estábamos en el pub Cielo actuando con la chirigota de Los Superhéroes. Llevaba unas zapatillas de casa y en un gesto que hice con los pies salió volando. Yo pensé que había caído entre el público, pero todos me decían que estaba arriba en un hueco muy pequeño entre una escayola y el techo. Ni lanzándola mil veces la habría colocado allí. Me ayudaron a subir y me enganché a la escayola, pero al soltar una mano para ir a cogerla me llevé tres o cuatro metros de la escayola. Todavía nos reímos cuando vamos al Cielo porque me dicen que tenga cuidado con ella. También hay que decir que estaba muy vieja y les hice un favor al Cielo porque al final la tuvieron que arreglar”.
Ramón Silva. “En el año 92 salimos de los Huevos Kinder en el Siete Colinas. El tipo era medio huevo y estábamos ya formados para salir cuando una de las cortinas se enganchó en uno de los huevos y comenzó a tirar de él y a arrastrarlo”.
Javi Téllez. “Un año fuimos a cantar a San Pablo de Buceite, un pueblo al lado de Jimena. Después de cenar y beber esperamos al autobús que nos trasladaría allí. Tardaba mucho y cuando llegó, el conductor llevaba una borrachera impresionante. Dejó el vehículo sin freno en una cuesta y allá que se va el autobús. Miguel Miralles tuvo que correr y poner el freno de mano. Pero con todo y eso nos subimos. Si el conductor iba tajao, como iríamos nosotros para irnos con él. Me acuerdo que le decíamos que no corriera. Tardamos hora y media en recorrer 40 kilómetros. Pasamos por un control de la Guardia Civil y yo les decía que se callaran, pero al pasar empezaron a golpear el cristal llamando a los agentes y diciendo: paradlo, paradlo. El guardia civil pensaría: pobre conductor la que está aguantando con estos y nos dejó pasar”.
Pepe Baglietto. “El día que nació mi hijo tal y como llegó al mundo me fui a ensayar y terminé en el Varadero con una borrachera de las grandes y con seis cubatas delante que se me iban acumulando. Ramón Silva terminó andando para atrás porque no era capaz de ir hacia adelante. Llegó incluso a perder una bolsa de ropa que le había dado la mujer porque pensaba que era basura”.
Alberto Mateos. “El año de la Expo 92 invitaron a la chirigota del Mixto. Fuimos en el famoso barco, pero nunca llegamos porque había una huelga de pescadores que bloqueaban el Guadalquivir y nos quedamos fondeados. Todos los que íbamos a participar en el Día de Ceuta decidimos montar el espectáculo en el barco. Recuerdo con mucho cariño al Uca-Uca con su famoso colocón haciendo de capitán del Tercio y todos desfilando delante de él a las 5 de la mañana”.
Pacorro. “Un año salimos de ministros. Era un disfraz muy sencillo, con un antifaz negro, una gorra del mismo color y guantes blancos. Éramos ladrones que íbamos de ministros. Cuando estábamos en la calle se me acercó una persona y me dijo: ¡Pacorro, enhorabuena!. Como es natural yo iba con la silla de ruedas y le contesté: ¿Cómo me has reconocido?. El pobre no sabía donde meterse. Ese era el humor que teníamos en el carnaval”.
Ya no salen en el concurso de agrupaciones, pero su aportación a estas tradicionales fiestas ha sido primordial para que muchos los tengan en su memoria y se les recuerde por sus logros, temas o, simplemente, porque su nombre ya es parte del carnaval ceutí. Son Alberto Mateos, Paquito Sánchez y Francisco Rodríguez ‘Pacorro’. Dieron sus primeros pasos en chirigota, pero han tocado distintos ‘palos’. Como Mateos que, junto a Pacorro, comenzó en 1984 con ‘Los ministros’ en el mítico teatro Terramar. “No teníamos ni idea de lo que era una chirigota, cantamos cuatro cuplés en el concurso y nos podían haber descalificados. Pero no éramos los únicos que no teníamos ni idea porque el jurado tampoco hizo nada”, recuerda divertido. Tras haber pasado por comparsa, compuesto para chirigota y cuarteto, haber sido pregonero y con varios premios a sus espaldas, Mateo muestra su cara más crítica con el carnaval. “Estamos acostumbrados a mirarnos el ombligo y el carnaval es poco crítico porque el carnavalero nunca ha puesto sobre la mesa los defectos que tenemos como sociedad. Deberíamos haber sido más críticos porque no todo es bonito ni bello. Ceuta también tiene mucha basura bajo la alfombra”. Paquito Sánchez empezó de muy joven, como él mismo reconoce “escondido escuchando los ensayos de la chirigota del Mixto” hasta que un día la ‘baja’ de alguno de sus integrantes le dio la oportunidad de subirse a las tablas de un escenario de la mano de Valeriano Hoyos, a quien relevó en la dirección de la agrupación cuando ya se había convertido en comparsa. Con ‘La hora de los valientes’ vivió una de las experiencias más ambicionadas por cualquier carnavalero: participar en el concurso del Falla. Fue la primera comparsa que cantó en las tablas gaditanas en un acto de ‘valentía’ como su propio nombre indicaba. “La letra de la presentación ya lo decía, fuimos a retar al gaditano con nuestras coplas y nuestras armas”. En un más que digno onceavo puesto, la comparsa ceutí demostró que cantar en la cuna del carnaval no estaba únicamente restringida a las agrupaciones gaditanas. Aunque de momento no se plantea su regreso al carnaval, para Sánchez la vinculación a estas fiestas siempre ha estado presente en su vida. “Yo creo que el carnaval sigue contando con Paquito Sánchez porque no le niego a nadie ninguna ayuda. Hay quien me sigue pidiendo letras y canciones y continúo colaborando con las agrupaciones”. Pacorro habla del carnaval como una “forma de expresión muy gratificante”, que le ha permitido dar rienda suelta a su humor. Sus inicios, a mediados de los 80, de la mano de Miguel Bao en la chirigota de Zurrón le permitió iniciarse como compositor colaborando en el popurrí. Un año después se metió de llenó con la autoría y dirección de la chirigota. “Era una época en la que cantar no era muy importante, lo contrario a hoy en día donde ya no se trata solo de cantar bien, sino de introducir nuevos ritmos, sobre todo flamencos y para eso hay que tener mucho arte. Pero todo es muy repetitivo, con los mismos quejidos. Antes todo era más sencillo”. Autor de chirigotas adultas e infantiles y de una comparsa femenina, Pacorro sonríe a la pregunta sobre qué le hubiera gustado hacer en el carnaval: “cantar bien, siempre he sido un desastre y me ha costado mucho trabajo”.
Viven intensamente el carnaval como una parte más de su vida y a él le dedican varios meses al año. No son solo los cuatro previos al concurso de agrupaciones. Apenas ha finalizado esta fiesta cuando los carnavaleros se ponen en marcha para que todo esté a punto de cara al próximo año. Los ensayos son duros, hay que sacar tiempo de donde sea y ‘robar’ horas a la familia y amigos. “Aunque son cinco meses de ensayo, los preparativos llevan más tiempo y ya después de Semana Santa se empieza a organizar el grupo, escribir el repertorio y prepararlo todo”, señala Silva. “Es un poco sacrificado y más cuando tienes hijos pequeños. Además la diferencia entre cantar para el concurso y para una callejera se nota, porque cuando vas al Revellín hay que dedicarle más horas”, comenta ‘Boca’. “Pero eso sí, lo mejor viene después cuando estás ante el público pasándotelo bien. Yo siempre digo que quiero ser el último en recogerme de la calle”.
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