Una de las características más relevantes de la vida pública de Ceuta es la contradicción, socialmente consentida, entre los discursos y las acciones. El conjunto de la ciudadanía ha interiorizado perfectamente que la hipocresía institucional no sólo es tolerable, sino que es deseable e imprescindible para desenvolverse en nuestra Ciudad. Esto sucede cuando entran en un conflicto irresoluble la razón y los sentimientos. Cuando ambos son irreconciliables pretendemos que se hable “como dicta la razón”; pero que se actúe como “incitan los sentimientos”.
Y de esta manera se crea un “hábitat virtual de lo posible” en el que se sobrevive, aunque no sin esfuerzo. El PP, y lógicamente el Gobierno de la Ciudad, se han especializado en la práctica de esta cultura. Las declaraciones oficiales de Vivas (más allá de las discrepancias ideológicas) desde el respeto a los principios constitucionales, son impecables.
Cualquier persona podría suscribirlos sin reserva alguna. Sin embargo, sus políticas son cada vez más sectarias, xenófobas y racistas, Están tensionando en exceso las consecuencias de la desigualdad. Hasta el punto de flirtear irresponsablemente con el límite. El Gobierno de la Ciudad dice, porque además es verdad, que Ceuta es una “Ciudad muy compleja”.
Y que determinados asuntos, en especial todo aquello que tiene que ver con el objetivo de fomentar y favorecer la interculturalidad, debe quedar fuera de la disputa política, y gestionado desde la máxima prudencia, paciencia e inteligencia. Indiscutible… pero falso.
No es fácil saber si de manera intencionada, o de forma involuntaria, pero lo cierto es que en los últimos meses, se nota una deriva muy preocupante en la forma en la que el PP aborda estos asuntos. Da la impresión de que en esta batalla que están librando en la derecha actualmente, y ante el temor de que Ciudadanos les pueda dañar electoralmente, han decidido satisfacer (para retener) a los sectores más reaccionarios. Aquellos que son felices viendo como “se frena la invasión musulmana de Ceuta”.
Para convencer a los que militan intelectualmente en la extrema derecha (aunque se pasean por la calle con pose de demócratas); han hilado un relato coherente y sencillo con el que pretenden que se entienda y se asuma su política como la única eficaz para acabar con la “lacra de la islamización”. Según ellos, son millones los marroquíes que pretenden utilizar a Ceuta para mejorar su nivel de vida. Es una avalancha en toda regla y en todas las direcciones. Y una de ellas es la de intentar “residir” en Ceuta para hacerse acreedor a todas las ventajas de tipo social que ello reporta (educación, sanidad, ayudas, etc)
“El PP ha entrado en campaña electoral. Sobre esto no hay nada que objetar. Es lógico que procuren hacer todo lo posible por renovar su mayoría absoluta. Incluso que se aprovechen más de la cuenta del poder”
Partiendo de esta premisa, es normal que no se invierta en los barrios en los que “teóricamente” se asientan ilegalmente estas personas; que se recorten las ayudas y se dificulte al acceso a su concesión (de las que abusan los arribistas); o que se pongan todas las trabas posibles a quienes pretenden empadronarse en Ceuta.
Esta forma de proceder desde la institución, crea un clima de hostilidad nocivo y sumamente peligroso. Porque en la mente aberrante de muchos individuos que pululan por Ceuta se produce una funesta confusión entre los términos marroquí y musulmán.
A pesar de la obviedad, explicada hasta la extenuación, no son pocos los que siguen identificando los dos conceptos. Y esto lleva a una terrible conclusión. Se está azuzando a la población contra la “invasión marroquí”, pero en realidad se está espoleado el sentimiento “antimusulman”. Con todo lo que ello lleva consigo.
Con la intención de reforzar sus tesis ante la opinión pública, ofrecen datos completamente sesgados que, utilizados de manera torticera (como suele ser habitual), son tremendamente lesivos. Recientemente nos informaban de los centenares de “empadronamientos indebidos” detectados por la policía local.
No es una información ingenua ni aséptica. Con estos números pretendían poner de relieve la gravedad del problema (la temida invasión); la dificultad de gobernar Ceuta y la eficacia de su gobierno que, a pesar de todo, logra contener a los “ilegales”.
Resulta penoso e indecente, porque además es mentira. Tras la rúbrica de “empadronamiento indebido” se encuentran muchas situaciones administrativas que nada tienen que ver con el “intento de fraude de personas que no reúnen requisitos para obtener la residencia”, sino otro tipo de circunstancias (por ejemplo que los policías no encuentren a nadie en la vivienda cuando van a visitarla).
El PP ha entrado en campaña electoral. Sobre esto no hay nada que objetar. Es lógico que procuren hacer todo lo posible para renovar su mayoría absoluta. Incluso que se aprovechen más de la cuenta de las ventajas que otorga el poder. Lo que no está tan claro es si es lícito, en una Ciudad como la nuestra, buscar la rentabilidad electoral del racismo. Quienes queden en el PP con un mínimo sentido de la responsabilidad (si es que queda alguien), deberían reflexionar.