Los jugadores se encontraban en el interior del vestuario antiguo del estadio “Alfonso Murube”, dispuestos a saltar al césped y disputar un partido de categoría nacional. Los nervios eran evidentes y el precalentamiento se hacía en pequeñas estancias anexas que no permitían carreras y si estiramientos musculares. En nada parecido a lo que actualmente vemos en los partidos que hoy se celebran, donde media hora antes, los jugadores pisan la moqueta verde y realizan los ejercicios físicos necesarios para iniciar la contienda.
En ese trajín de saltos y flexiones, se acercó el utillero del equipo ofreciendo un vaso que contenía un “citrovíc” efervescente y una pastilla. Ante esa tesitura, el jugador accedió a tomar citrovíc y contestó a aquel señor:- Soy demasiado joven para necesitar ayudas. Me encuentro en buena condición física-. Ante la negativa del futbolista, un directivo convenció al jugador, manifestándole que no era lesiva y solo le daría mejor rendimiento.
Tomada la centramina, el jugador pudo comprobar que su corazón latía aceleradamente y que el efecto le producía nauseas. Tras solicitar el cambio por problemas físicos, sus vómitos fueron incesantes durante las siguientes horas. Esa noche, con su corazón dando botes, no consiguió dormir y sufrió con los peligros de la muerte. Recordó que esa misma sensación ya la había tenido en anteriores partidos, padeciendo los mismos síntomas. Entonces comprendió que, anteriormente, se le administró la citada centramina difuminada en el interior del vaso de citrovíc y que hasta entonces, desconocía el por qué de su problema. Otros compañeros de equipo se quejaron de sufrir desajustes durante y después de los partidos. Desconocían de donde procedía aquel extraño estado de excitación que no podían controlar.
En estos días, se debate sobre el positivo de Alberto Contador y antes lo ha sido por las acusaciones que el sancionado ciclista americano Floyd Landis ha vertido sobre su compatriota Lance Amstrong. No hay duda de que el atletismo y el ciclismo, por destapados, abanderan el mundo del doping actualmente. De los positivos de Ben Jonshon o Marion Jones, ya clarificados, a las falsas acusaciones que sobre Pedro Delgado se hicieron en su momento, ha pasado más de una década. Más de diez años para ver las sanciones por doping con Epo, trasfusiones de sangre, clembuterol y otras sustancias para Jan Ulrich, Francesco Riccó, Vinokourov, Virenque, Isidro Nozal y una extensa nómina de ciclistas que parecían tener futuro. Con un fatal desenlace, tenemos los casos de Marco Pantani y el “chava” Jiménez, desgraciadamente desparecidos por su adicción a la cocaína. No podemos olvidar que Diego Armando Maradona fue expulsado del Mundial de 1994, disputado en Estados Unidos, por consumo de cocaína y sancionado con quince meses de actividad futbolística federada. Un caso desagradable que conmocionó al deporte en general, lo fue con el traspaso del jugador grancanario de la U.D. Las Palmas Julio Marrero al Atlético de Madrid y las supuestas declaraciones del presidente del equipo canarión A. Arencibia y de las que salió absuelto. Así dijo: “Vaya drogadicto le he endilgado a Jesús Gil”. Julio Marrero era un central con una gran proyección.
Pero los casos más sonados con resultado de muerte, nos acercan al “Calcio” italiano, donde ya son numerosos los jugadores afectados por el síndrome de Gehrig… asociado al dopaje y conocido como ELA (Esclerosis lateral amiotrófica).
Es significativo que en los años que van de 1970 a 1980, jugadores que defendieron la camiseta viola de la Fiorentina, alguno del Inter y algún otro del Milán, fallecieron víctimas de la citada enfermedad a edades relativamente jóvenes.
Mauricio Gabanna, muerto a los 53 años tras sufrir ELA. Este es el último óbito de esta terrible enfermedad. Antes lo hicieron Adriano Lombardi, Celestino Meroni y Abano Canazza. El escocés Jimmy Johstone murió por ELA a los 63 años. Gianluca Signorini falleció a los 42 años por la misma enfermedad. El viola Armando Segato murió a los 43 años, el milanista Giorgio Ragnoni a los 40 años y el interista Guido Vicenzi a los 65 años, todos ellos por la esclerosis lateral amiotrófica. El devenir de esta enfermedad que sesga la vida de deportistas, ha hecho estragos en el fútbol italiano, con la muerte de otros muchos jugadores.
Caso especial lo constituye Bruno Beatrucci. Tras su fallecimiento, su esposa denuncia prácticas que se le aplicaron a su marido por una pubalgia, que degeneró, según manifiesta, en la esclerosis que produjo la muerte del jugador.
El galeno que fue de la selección francesa Jean-Pierre Paclet, en su libro “L’implosión” refleja que los análisis de sangre efectuados a los jugadores blues franceses antes del mundial 98, revelaban anomalías en varios jugadores. De ese resultado, involucra a Zinedine Zidane y Didier Deschamps, entonces jugadores de la Juventus de Turín. Entre los enfermos de ELA que aún viven, Stéfano Borgonovo, de 45 años, creó una fundación para atender a los enfermos de esta terrible enfermedad. Un mal que prosigue en estudio y que la justicia dirimirá el origen de estas irresponsabilidades.
Exceptuando estos terribles casos acaecidos en el fútbol italiano, es fácilmente comprensible que los ciclistas y los atletas se constituyan en artífices de este mal que aglomera a la generalidad del deporte. Y son los primeros los más denunciados, debido principalmente por la forma en que se extructuran las carreras, las más conocidas de al menos tres semanas de competición, día a día en el esfuerzo y que son visitados a horas intempestivas por los llamados por ellos “vampiros”. Se trata de mantener un nivel alto por su especificidad y si han consumido sustancias prohibidas, son rapidamente detectadas, aunque el resultado se demore en el tiempo y el rumor genere todo tipo de manifestaciones.
En el deporte fútbol, un jugador puede consumir cualquier tipo de droga sin ser enganchado, ya que al celebrarse los partidos de siete en siete días, salvo excepciones, tienen tiempo de eliminar la sustancia consumida. En caso extremo, el futbolista tiene la posibilidad de manifestar que padece un tirón muscular y de esa manera no exponerse a los nimios controles que se les practican. Pero no hay duda de que el dopaje tambien existe.
Cabría reseñar que en los casos señalados, excepto en los supuestos de doping por cocaína, es de suponer que siempre aparece una mano entendida que pone al servicio del deportista toda esta clase de sustancias dopantes que, sin duda, mejoran su rendimiento. La orientación para consumir estos productos destructores y su distribución, nos hace recordar qué personas fueron implicadas en la “Operación Puerto” así como en el caso “Gurpegui”, jugador del Athletic Club de Bilbao. Directores y algún médico fueron acusados de suministrar las mismas a los deportistas, hecho que les supuso a éstos suspensiones de su actividad de al menos dos años. Si Gurpegui necesitaba ayuda, lo sería en su calidad futbolística, nunca en lo relativo a sus facultades físicas que, ya cuando subió al primer equipo siendo muy joven, demostró que era un jugador fuerte y de largo recorrido.
Es factible creer a Alberto Contador defendiendo su inocencia. No tiene sentido doparse y echar su carrera por tierra cuando él sabía que los controles sobre su persona iban a ser continuos. Ser el mejor y candidato a ganar la carrera, es un añadido para saber que un descuido como en el que se ve ahora envuelto, sería el desencadenante que originaría el final de su brillante carrera. Por ello, abogo por la veracidad de las palabras de Contador y por ende, creer en su inocencia.
Para los responsables que se mueven en este oscuro mundo, solo les diría: “Adquieran una conciencia y no se olviden de abonarla”.