Elisa Molinero Salvador, casada con Heliodoro Escribano, fue madre de cinco hijos que, con el tiempo, también se dedicarían a la enseñanza: Teófilo, Luis, José María y las chicas, Concha y Carmen. Elisa estuvo destinada en Olvera (Cádiz) desde 1919 a 1925. Recaló en Ceuta a finales de la década de 1920, donde fue propietaria de la Escuela nº 3.
Su hijo José María, de 25 años y también maestro, fue asimismo denunciado por la Comisión Depuradora como izquierdista y los sublevados le asesinaron en Granada el 27 de enero de 1937. Un mes después, el 11 de febrero, Elisa sería definitivamente destituida de su cargo en Ceuta. A su otro hijo, Teófilo, le arrestaron por estar afiliado a la FETE y a las Juventudes Unificadas, y por haber sido apoderado del Frente Popular en las elecciones de febrero del 36; también le acusaron de pertenecer al Socorro Rojo. Fue suspendido de empleo y sueldo por primera vez el 4 de septiembre de 1936 al considerarle «peligroso para la enseñanza». Desde 1937 hasta 1939, estuvo movilizado en el Ejército. La Comisión Depuradora de Granada, ratificada por el Ministerio de Educación Nacional, lo separó definitivamente
Vivía con su familia en el populoso patio La Tahona, situado frente al hospital de la Cruz Roja y al final de la calle Real. Allí también daba clases a los hijos de los obreros sin recursos, por lo que dicho patio llegó a ser más conocido como el «Colegio de la Tahona». Tras el golpe militar, un buen número de maestras ceutíes se vieron represaliadas por su significación con la República.
En el informe de depuración sobre Elisa, se puede leer que «no recibió con agrado el Movimiento», y el capellán la acusó de pertenecer al Frente Popular. En el expediente de otra maestra amiga suya, se alude a ella como una «izquierdista acérrima». El nuevo régimen tenía muy claro que no podría imponer la política «nacionalcatolicista» que pretendía mientras no terminara con la base de aquellas maestras de espíritu republicano y lo hizo mediante un escarmiento constante, castigando delitos no cometidos y sin fundamento jurídico alguno. Por añadidura, estaba el señalamiento, la vigilancia permanente de una sociedad que no admitía a quienes no estaban con el «Movimiento». del cargo y le dio de baja en el escalafón el 12 de mayo de 1941.
Con el tiempo, Teófilo Escribano, toda una institución en la ciudad, se convertiría en un prestigioso y querido profesor de varias generaciones de ceutíes. Elisa abrió su propia academia, «Academia Escribano», durante los años 50 junto a sus hijos Teófilo y Luis, formados en la Escuela de Magisterio de Granada.
Estaba situada en la calle Real, en el piso superior del taller de máquinas de escribir y academia de mecanografía «Casa Sánchez» (propiedad de mi padre), en el edificio La Perla. Todas las medidas que se aplicaron a Elisa tenían la misma finalidad: someterla, destruir su identidad y quebrantar a su familia. Tras largos años de depuración y alejamiento de la enseñanza oficial, en julio de 1941 se volvió a estudiar su expediente reintegrándola, pero con traslado forzoso y la prohibición de solicitar cargos vacantes durante cinco años.
Si eso no fuera suficiente, inhabilitación para ocupar cargos de confianza y, por supuesto, supresión de empleo y sueldo durante el tiempo que había estado suspendida. En 1956, Elisa solicitó una nueva revisión de su expediente tramitado por la Comisión Depuradora de Granada, pero no todos los informes le fueron favorables. El franquismo quería desmantelar todo lo que supusiera avances en el progreso social, cultural y espiritual del país en la creencia de que con ello se habían perdido las mejores esencias patrias.
La represión se iba a convertir en una cuestión de Estado, en un valioso instrumento político del que los sublevados se servirían para perpetuar la situación. Con todo, Elisa consiguió finalmente reingresar en 1957, aunque con una sanción de tres años de traslado fuera de la provincia e inhabilitación para desempeñar cargos directivos y de confianza.
Este proceso de depuración se inició prácticamente al día siguiente de la sublevación, pero no fue legalmente establecido hasta la publicación del Decreto de 8 de noviembre de 1936. Anteriormente, las autoridades académicas de los distritos universitarios se habían encargado de efectuar la purga siguiendo directrices de las autoridades militar y civil de cada provincia, que redactaron las primeras listas de maestros sancionados para, después, hacerlas públicas en cada uno de los B.O.P.
Los grandes perdedores de ello no solo fueron los maestros, sino la sociedad española en su conjunto: la nueva pedagogía impuesta por el régimen sepultó un progreso muy destacado que se había podido conseguir apenas unos pocos años antes. El profesor Francisco Morente apunta en este sentido: «Sencillamente había que aplicar un castigo ejemplarizante a los intelectuales en general que quitara las ganas a cualquier otro de repetir aquel modelo de vida».
Se creó una Comisión de Depuraciones encargada de la primera y segunda enseñanza, lo cual afectó a todos los centros docentes existentes en la ciudad: escuelas primarias, institutos, escuelas de trabajo, conservatorios y escuelas normales. Mariano Mota propuso que dicha Comisión estuviera integrada por el delegado del Gobierno, un catedrático, un profesor de Normal y dos personas «de arraigo», haciendo constar que «no había inspector de enseñanza (cargo que desempeñaba él mientras tanto) ni tampoco Asociación de Padres de Familia, por lo que propuso a tres miembros de su confianza. Así pues, dicha comisión estuvo presidida por el delegado del Gobierno, Luis León Apalategui, y, en algún momento, por Feliciano Luna Arenes, primer director franquista del Instituto Hispano-Marroquí. Además, varios profesores actuaron en calidad de vocales, como Pedro López Soriano ―maestro y capellán de la Legión―, Eulalia Amor ―presidenta del Consejo Local de Enseñanza―, Arcadio García de Castro y el inspector José Figuerola, entre otros. Para su labor, contaban con informes proporcionados por la Alcaldía, Falange, Comandancia Militar, la comandancia del puesto de la Guardia Civil, la Asociación Católica de Padres de Familia y los párrocos de las iglesias Nuestra Señora de África y Santa María de los Remedios.
Desde 1920, era propietaria de la Escuela n.º 3 de Ceuta. Vivía con su familia en el populoso patio La Tahona, situado frente al hospital de la Cruz Roja y al final de la calle Real. Allí también daba clases a los hijos de los obreros sin recursos. En el informe de depuración de Elisa se puede leer: «No recibió con agrado el Movimiento». Además, se la acusó de pertenecer al Frente Popular. En el expediente de otra maestra amiga suya, se alude a ella como una «izquierdista acérrima».
Su hijo José María, de 25 años, y también maestro, fue asimismo denunciado por la Comisión Depuradora como izquierdista y los sublevados le asesinaron en Granada el 27 de enero de 1937. Un mes después, el 11 de febrero, Elisa sería definitivamente destituida de su cargo. A su otro hijo, Teófilo, le arrestaron por estar afiliado a la FETE y a las Juventudes Unificadas, y por haber sido apoderado del Frente Popular en las elecciones de febrero del 36; también le acusaron de pertenecer al Socorro Rojo. Fue suspendido de empleo y sueldo por primera vez el 4 de septiembre de 1936 al considerarle «peligroso para la enseñanza».
Desde 1937 hasta 1939, estuvo movilizado en el Ejército. La Comisión Depuradora de Granada, ratificada por el Ministerio de Educación Nacional, lo separó definitivamente del cargo y le dio de baja en el escalafón el 12 de mayo de 1941. Elisa abrió su propia academia, Academia Escribano, durante los años 50 junto a sus hijos Teófilo y Luis.
Todas las medidas que se aplicaron a Elisa tenían la misma finalidad: someterla, destruir su identidad y quebrantar a su familia. Tras largos años de depuración y alejamiento de la enseñanza oficial, en julio de 1941 se volvió a estudiar su expediente reintegrándola, pero con traslado forzoso y la prohibición de solicitar cargos vacantes durante cinco años. Si eso no fuera suficiente, inhabilitación para ocupar cargos de confianza y, por supuesto, supresión de empleo y sueldo durante el tiempo que había estado suspendida.
En 1956, solicitó una nueva revisión de su expediente tramitado por la Comisión Depuradora, pero no todos los informes le fueron favorables. El franquismo quería desmantelar todo lo que supusiera avances en el progreso social, cultural y espiritual del país en la creencia de que, con ello, se habían perdido las mejores esencias patrias. Con todo, consiguió finalmente reingresar en 1957, aunque con una sanción de tres años de traslado fuera de la ciudad e inhabilitación para desempeñar cargos directivos y de confianza.
La educación fue una de las responsabilidades sociales contraídas por la Segunda República con el fin de garantizar los derechos de todos los ciudadanos y modernizar el país. Para la elaboración de este capítulo sobre la depuración del magisterio en Ceuta, nos apoyamos principalmente en tres trabajos: la magistral tesis doctoral de la profesora arabista Maribel García, la Memoria Inédita de Cecilio Alonso, catedrático de Literatura de los institutos mixtos y femeninos (1968-71), conservada en el Archivo General de Ceuta. Y, también, en los diferentes trabajos de la historiadora Vicenta Marín Parra.
Centrándonos específicamente en el género femenino, algunas maestras pudieron volver a ejercer tras años de persecución. Otras, por el contrario, dejaron la enseñanza y se dedicaron a coser o montaron algún pequeño comercio. Hubo, incluso, muchas que fueron invitadas a abandonar la ciudad y hasta el país camino del exilio. Todo ello dio comienzo la misma tarde del 17 de julio de 1936, momento en que el Gobierno de la República se hundió. El proceso de limpieza comenzó prácticamente al día siguiente de la sublevación, pero no fue legalmente establecido hasta la publicación del Decreto de 8 de noviembre de 1936, en el que se advertía que «no se volverá a tolerar, ni menos proteger y subvencionar a los envenenadores del alma popular».
El 3 de diciembre de 1936, el delegado del Gobierno Luis de León da a conocer la Comisión: «Repetimos, que los señores que constituyen ambas comisiones son una garantía absoluta de que la depuración de la enseñanza en nuestra ciudad será un hecho en breve plazo, y, pronto, arrancadas las yerbas venenosas, podrá realizarse la nueva siembra de sentimientos cristianos y patrióticos en los futuros hombres de nuestra Ceuta».
También algunos profesoras y profesoras del conservatorio de música fueron represaliados, desgraciadamente, no hemos tenido acceso a ninguna documentación. Tan solo tenemos el caso de Ramón Bellas Lamas, músico y maquinista de la Armada símbolo Beethoven, fue represaliado por su pasado masónico en Hércules desde 1933 pese a apoyar el golpe. Gran entendido en música clásica destacó por su maestría con el violín y numerosos actos extraordinarios en el templo masónico terminaban con un concierto suyo, como se indica en los libros de actas. Era uno de los profesores del Conservatorio de Música de Ceuta y compuso algunas obras. Después de constituirse el TERMC, se le instruyó un expediente y se le separó del servicio en ese mismo año por pertenecer a la masonería ceutí. Juzgado otra vez en 1947, el fallo determinó y ratificó su separación del Ejército. Fijó su residencia en su ciudad natal, Puentedeume (La Coruña), donde destacó por sus valores musicales.
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