La sociedad española empezaba a desarrollarse económicamente. A unos grandes almacenes se les ocurrió, en 1956, una original frase que acompañaba su campaña comercial y que incluso se registró: “Practique la elegancia social del regalo”. Una referencia a la acertada promoción del fenómeno regalar, parece un adecuado título del artículo.
Recurriendo al DRAE, encontramos que una de las acepciones de la palabra regalo es “dádiva que se hace voluntariamente o por costumbre”. En principio no supone un compromiso de contraprestación, es gratuito y supone una manifestación de afecto, agradecimiento, amistad, de buenos deseos o utilizado convencionalmente para celebraciones y aniversarios. En algunas sociedades puede estar relacionado con motivos religiosos, morales o de tipo social. Su origen o etimología no está clara, aunque hay interpretaciones que lo relacionan con el latín regalis, que significa propio de rey, o con el verbo francés galer, que significa divertir.
Posiblemente los primeros regalos en la humanidad fueron amuletos, conchas, dientes de animal, cortezas de árbol y se harían −en muchas ocasiones− como establecimiento de concordia entre clanes o tribus. En el antiguo Egipto, los faraones recibían cantidad de regalos. En la Biblia se refieren episodios de regalos, como los de Nabucodonosor al Profeta Daniel y en el Nuevo Testamento el oro, el incienso y la mirra, ofrecidos por los Reyes Magos de Oriente al recién nacido Niño Jesús, en Belén. En la antigua Grecia se regalaban a los niños sortijas, amuletos y ramos de flores, en los cumpleaños. Incluso en la Odisea, se relatan los regalos a Ulises del arquero Eurito y del Dios Eolo. En Roma, a partir del año 150 a.C. se generalizó la tradición de entrega de regalos a familiares y amigos. En el mundo árabe también eran corrientes. Durante la Edad Media y en las religiones budistas e hinduistas, el regalo ha tenido una importante significación, por diversos motivos. Hay curiosas ceremonias de intercambio de regalos, como el Kula, de Nueva Guinea, citado por Malinoski, o el despilfarrador Potlatch, de algunas poblaciones indias de la costa del Pacífico, en Norteamérica, consistente en cambiar regalos por prestigio.
Al tratar el tema del regalo debe citarse al antropólogo y sociólogo francés Marcel Mauss (1872-1950) que publicó, en 1925, su Ensayo sobre el don: forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas. En el mismo estudia el proceso que lleva consigo el regalo. Lo considera como un elemento básico en las relaciones sociales y supone una prestación y contraprestación de bienes materiales y simbólicos. Asevera que en las sociedades tempranas, aunque parezca voluntario, libre y gratuito en la realidad es obligatorio dar, recibir y corresponder. Otros autores consideran que el valor económico y funcional del regalo queda eclipsado por el valor simbólico. La psicóloga inglesa Karen Pine, manifiesta: “La entrega de regalos es una experiencia social, cultural y económica; un intercambio de comunicación material y social que es inherente a las sociedades humanas e instrumental para mantener relaciones sociales y expresar sentimientos”.
La psicología también se ha introducido en el campo de fenómeno regalo y bastantes investigaciones han proporcionado interesantes conclusiones. En algunas de ellas, se ha definido una correlación entre los regalos que se ofrecen y la tipología a la que pertenece el obsequiante. Así los perfeccionistas tienen todo controlado, incluso la calidad del embalaje o el papel de regalo. Los aventureros y dinámicos suelen regalar otras opciones diferentes a los productos, como viajes o excursiones. Los narcisistas y ególatras buscan al regalar ser exclusivos, únicos, normalmente los hacen caros y a veces estrambóticos o estrafalarios. Los descuidados y de poca empatía, compran el regalo a última hora, sin planificar. Las personas sensibles buscan emocionar y se centran más en regalos personalizados.
Curiosa conclusión es la obtenida por investigadores de las universidades Tecnológica de Virginia y de Michigan, en EEUU, confirmando que el hecho de regalar más no es mejor. Comprobaron lo que en psicología denominan “paradoja del obsequiante”, consistente en que cuando a un regalo principal se une otro de menor valor, el obsequiado internaliza una reducción valorativa del principal. La explicación puede radicar en que el obsequiante tiene una visión individual de los objetos y el obsequiado una visión global que, de cierta manera, le lleva intuitivamente a una valoración media.
Con los estudios en 2010 y 2012, de otros investigadores, se concluye que el hecho de regalar tiene su sitio en el lado derecho del cerebro y, aunque parezca extraño, regalar proporciona más felicidad que recibir regalos. El fenómeno no ocurre solo en la población adulta, ya que en la Universidad British Columbia, canadiense, se realizaron experiencias con niños menores de dos años y se llegó a las mismas conclusiones.
Independientemente de las motivaciones para hacer un regalo, como el afecto, el altruismo o el interés, lo cierto es que recibir un regalo ejerce un profundo efecto en el cerebro. Constituye una táctica para persuadir ya que, aunque sea de pequeño valor, crea el efecto favorable de corresponder al mismo.
Aparte de las fechas convencionales para dar o intercambiar regalos como: cumpleaños, onomásticas, bodas, homenajes o jubilaciones, etc. y las clásicas de Navidad y Reyes, por iniciativa y fomento de entidades comerciales se han creado otras fechas como Día de Padre, Día de la Madre, Día de los Enamorados y muchas más. En todas ellas es conveniente, para asegurar el éxito del presente, respetar algunas reglas. Así, el británico Neel Burton, psiquiatra, filósofo y autor del libro La psicología del autoengaño, recomienda entre otras: que el valor monetario no es tan importante, debe buscarse la sorpresa, asegurar un espacio de tiempo adecuado para el acto de entrega, acertar con el gusto de la persona, presentarlo con cariño y, si puede ser, personalizarlo. Un modo práctico de acertar es concurrir a las usuales “listas de regalos” que utilizan muchas parejas de novios.
Viene a cuento citar a este respecto− vigente a pesar de su antigüedad− al filósofo Lucio Anneo Séneca, nacido en Córdoba el año 4 a.C. que, en su obra De Beneficiis, dio consejos para elegir los regalos y la forma de darlos: “En primer lugar ponemos los necesarios; en el segundo los útiles, y en el último los deleitables, y en todos hemos de procurar sean de calidad que duren siempre” y :”… lo que se hace ó lo que se da, no es de tanta consideración como el ánimo con que se da y se hace”.
De forma general, cuanto mayor es la consideración hacia el receptor, mayor es el tiempo y el interés en la búsqueda del regalo que más le agrade. También el género tiene su diferenciación en el tema del regalo. La Universidad de Oxford constató que las mujeres realizan más regalos que los hombres, un 84 % de los mismos frente a un 16%. Ellas dan más importancia sentimental a los regalos, mientras que los hombres valoran más lo práctico y lo funcional.
Una modalidad de intercambio de regalos es la que ha dado en llamarse “el amigo invisible”. Consiste en extraer individualmente el nombre de uno de los componentes del grupo −que previamente se han depositado en un recipiente o caja− y sin manifestar de quien se trata, se adquiere la obligación de obsequiarle con un regalo, de forma anónima. Habitualmente se establece el tope de coste del regalo y la cuestión está en saber elegir el que pueda gustar al receptor del mismo. El origen del curioso método de intercambio de regalos hay quien lo vincula al siglo XIX en Venezuela, como una forma de recibir regalos las mujeres casadas y quien lo atribuye a un millonario norteamericano que repartió de forma anónima gran cantidad de dinero. Solo en el umbral de su muerte reveló su identidad−Larry Dean Steward− pero permaneció su aura de amigo secreto. Una variedad se encuentra en Escandinavia, donde en Navidad se utiliza algo parecido y se llama Julklapp.
Es conveniente citar un tipo de regalos que pueden calificarse de envenenados. Aquellos que, bajo una apariencia de atención y cortesía, en el fondo esconden una serie de condiciones y efectos que pueden ser gravosos. Suele ser corriente que los ofrezcan algunas instituciones bancarias, de telecomunicación o en grandes almacenes.
Como el regalo − siguiendo a Mauss− suele generar un compromiso de correspondencia, para evitar comportamientos no correctos, el Estatuto básico del Empleado Público, prohibe “cualquier regalo, favor o servicio en condiciones ventajosas que vaya más allá de los usos habituales, sociales y de cortesía, sin perjuicio de lo establecido en el Código Penal”, con la obligación de declararlos.
El refranero recoge algunos referentes al regalo: “Al burro el palo y a la mujer el regalo”;”Caballo de regalo, tenlo por bueno aunque sea malo” o su variante “A caballo regalado, no le mires el dentado.”
La historia está llena de regalos que, bien por su elevado valor o por sus características, merecen formar parte de un impresionante catálogo. Sin ser exhaustivo, formarían parte de él: La Estatua de la Libertad − regalada por Francia a EEUU en 1876− que costó un millón de francos del siglo XIX; el Taj Mahal −construido en Agra (India) entre 1631 y 1634 por más de 20.000 obreros− como regalo de amor del emperador Sha Vahan a su fallecida esposa; la cabeza de Juan el Bautista, del Rey Herodes a Salomé, la hija de su amante Herodias; la propia Cleopatra que se regaló a un sorprendido Julio Cesar, desnuda, envuelta en una alfombra; la oreja que se cortó el genio y trastornado Van Gogh para regalársela a una prostituta; el suntuoso retrete, decorado a base de rubíes, zafiros y diamantes, del actor Ben Affleck a su entonces novia Jennifer López o el vibrador de platino y diamantes− valorado en dos millones de dólares− de David Beckham a su mujer, Victoria.
Estos días nos encontramos en unas fechas tradicionalmente propicias para el regalo y por ello parece adecuado referirse, para finalizar, al origen de las mismas
En la antigua Roma se festejaba la Saturnalia, fecha en la que se daba culto a Saturno, Dios de la agricultura y de la siembra, del 17 al 23 de diciembre y en este periodo se intercambiaban regalos e incluso se iluminaban las casas. También se celebraba con profusión de regalos, el inicio del año. Estas celebraciones fueron asumidas por el cristianismo, así como la costumbre generalizada de regalar, haciendo coincidir con las mismas el nacimiento de Cristo o la Navidad− del latín nativitas− y el Año Nuevo. Los regalos de los Reyes Magos a Jesús, recogidos en el Nuevo Testamento, generaron la tradición de hacerlo a los niños el día 6 de enero.
La figura del obispo San Nicolás del siglo IV, tiene gran importancia como repartidor de regalos a los niños, el día de su celebración, el 6 de diciembre, en Holanda, Bélgica, Alemania, Austria, Suiza y República Checa. El traslado de la tradición a Norteamérica, por parte de los emigrantes holandeses, a la actual Nueva York, llevó con el tiempo a modificar su nombre inicial Sinterklass y convertirlo en Santa Claus, repartidor de regalos montado en un trineo. Su popularidad llegó a Europa y concretamente en España se ha adoptado el nombre francés de Papá Noel.
Hay que hacer constar que existen variadas versiones de personajes relacionados con regalos en Navidad. Por ejemplo, en Italia existe la bruja buena o hada, Befana. En Rusia hacen regalos en invierno a los niños, el Det Marós (Abuelo del frío) con su nieta Snigúrachka (Niña de la nieves) y en nuestro país son celebrados el desarrapado carbonero Olentzero, en Navarra y el País Vasco, el defecador Tió de Nadal, en Cataluña o el Apalpador en Galicia.