Categorías: Opinión

El valor de la Dignidad

De lo que está ocurriendo en Grecia se han escrito ríos de tinta. Yo también he dejado mis impresiones al respecto unas cuantas veces en estas mismas páginas (“Grecia defiende su dignidad”). Lo último, y más importante, es que ahora sí parece que la denominada Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), considera que el plan griego es suficiente. Evidentemente, algunos diarios de noticias, se apresuran a decir que los “griegos reciben con decepción la propuesta de Tsipras”, o que lo que ahora acepta el presidente Griego es lo mismo que le ofrecían antes del referéndum. Su interés es seguir confundiendo a la opinión pública y ocultar que el pueblo griego ha dado todo un ejemplo de dignidad.
Respecto al origen de la deuda griega, Paul Krugman nos explica que en 2009 rondaba el 130% del producto interior bruto, igual que la de Estados Unidos en 1946, después de la guerra, o la mitad de Gran Bretaña en ese mismo año. Sin embargo, hoy alcanza la cifra del 170% del PIB. Una causa es porque su PIB se ha reducido un 20% a consecuencia de las medidas de austeridad impuestas a Grecia por los acreedores. Esta situación, combinada con una política de préstamos caros (a consecuencia de no poseer su propia moneda), ha hecho la situación incontrolable.
En un sentido similar se han pronunciado los franceses Gabiel Collets, Jean-Philippe Robé y Robert Salais, en Le Monde Diplomatique, que indican que el aumento de la deuda griega se debe al gran aumento de los tipos de interés entre 1998 y 2000, a los importantes gastos militares, y a la caída de los ingresos públicos desde el año 2000, a consecuencia de la evasión fiscal y las sucesivas amnistías fiscales a los más favorecidos.
Pero el problema griego tiene causas estructurales más allá de la deuda, según la opinión de Carlos Berzosa. El proceso de desindustrialización sufrido, nos dice, ha sido una consecuencia directa de la aplicación de la teoría económica dominante de conceder primacía al mercado sobre la intervención estatal. De esta forma, “…la economía griega se endeudaba, con el beneplácito de los banco, no para desarrollarse sino para favorecer la especulación inmobiliaria y la expansión de las burbujas. El enriquecimiento de unos cuantos sobre la mayoría de la población”.
Es evidente que Tsipras no es responsable de la situación en la que se está. Pero tampoco podía aceptar las condiciones que se le imponían. Estas serían las principales razones de su convocatoria de referéndum. El haber obtenido un resultado tan claro, pese a la campaña de intoxicación desplegada desde las instituciones europeas y desde los poderes financieros, nos indica que los griegos han marcado unas líneas rojas que no están dispuestos a sobrepasar. Efectivamente les tenemos que ayudar para que salgan de su situación. Pero esto no puede hacerse a cualquier precio. Seguir exigiendo medidas de austeridad como hasta ahora, sin combinarlas con medidas expansivas, no conduce más que al incremento de la deuda y a la reducción de su producción. Es decir, un círculo vicioso del que no se podrá salir hasta que los prestamistas se hayan adueñado de todo el país.
Un artículo que me ha llamado especialmente la atención ha sido el escrito por Enrique Esteve titulado “El mercader de Grecia”. Se trata de un análisis comparativo ente lo que ha ocurrido en Grecia en esta semana y lo que relataba Shakespeare en “El mercader de Venecia”. Nos cuenta el autor que lo que se proponía en esta obra no era más que el discurso respecto al concepto de “clemencia”, que estaría por encima de la autoridad de reyes y príncipes, al ser un atributo de Dios. Esto nos debería conducir a ser clementes con nosotros mismos y a moderar la justicia de nuestras demandas. Evidentemente, la traslación de aquél drama a la actualidad, nos conduce a Alemania (la prestamista) y a Grecia (la deudora), que mantienen en vilo a Europa. Sólo una sentencia como la del drama shakesperiano, nos llevará a hacer frente al drama actual con “inteligencia, responsabilidad, flexibilidad y, ante todo, humanidad”.
Es lo que el pueblo griego nos está pidiendo. Es lo que debemos darle.

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