A través de toda la historia del cristianismo el séptimo número es omnipresente, símbolo irreversible y unívoco de lo sagrado, de lo divino, de lo universal, del infinito poder del creador. El Apocalipsis es una pléyade del séptimo orden, con siete reyes, siete espíritus, siete iglesias, siete candeleros de oro, siete estrellas, siete lámparas, siete sellos, siete diademas, siete cuernos, siete ángeles, siete trompetas, siete truenos, siete ojos, siete plagas, un dragón con siete cabezas, y siete copas llenas de incienso. Así con el último cáliz, el séptimo, todo llega finalmente a su plenitud, su complexión, a la excelencia. Será sin duda el fin de los sufrimientos terrenales del hombre, y el triunfo de Dios y de su Iglesia. «El séptimo Ángel derramó su copa en el aire, y desde el Templo resonó una voz potente que venía del trono y decía: Ya está» (Ap. 16:17). Y ese “ya está” significa que terminó el reinado del mal, que triunfará ese mundo de justicia, que será el Reino de Dios en su perfección. Es eso lo que Dios nos promete cuando se haya completado el número siete de la historia de la humanidad ¿Y nosotros, hemos llegado a la plenitud con el séptimo vía crucis infantil? Probablemente no, porque aún no hemos llegado al principal legado de Jesús en la tierra, compromiso del perdón ¿Lo conseguiremos durante esta cuaresma?
El siete es el número de la perfección, de la plena espiritualidad, quiere decir lleno o satisfecho, tener suficiente. Por lo tanto, la palabra "siete" tiene una significación unívoca, pues, en el séptimo día, Dios descansó del trabajo de la Creación. Las escrituras están plagadas del número siete, pero donde este dígito adquiere su mayor significado teológico y dimensión cristiana es sin duda en el evangelio de Mateo [18,21-19,1]: «En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». Jesús amplía el perdón hasta más allá de nuestros límites humanos. Este infinito perdón, no fue una mera teoría, ni efímeras palabras, encontrando su momento sublime en la frase «Padre perdónalos, que no saben lo que hacen». ¿Perdonamos nosotros a quien nos ofende? Este es el mensaje para los niños en su séptimo vía crucis. Jesús no pone límites a la hora de olvidar las faltas, no pone fronteras a la gracia del perdón. Los más pequeños tienen que entender el vía crucis como un símbolo del sacramento de la Penitencia, que les permite borrar sus pecados a través del perdón incondicional y del arrepentimiento. Es fundamental que nuestros hijos aprendan una lección de misericordia y de amor a través del perdón. Pues así como Dios perdona infinitas veces, igualmente debemos hacer nosotros con todos aquellos que nos perjudican. Perdonar es el mejor compromiso para esta cuaresma, pues es vivir la caridad desde la humildad. Aunque sea costoso y se oponga a nuestros sentimientos, pasiones e intereses, es la mejor manera de manifestar nuestra correspondencia al infinito amor de Dios. Los más pequeños deben entender que el perdón es el secreto y la esencia de la vida cristiana, y el único antídoto contra el odio, la sinrazón y la venganza. Deben entender que los problemas no se solucionan con la violencia, ni los litigios se ganan con la fuerza física o verbal, sino con el poder del perdón.
Efectivamente, este séptimo vía crucis debe ser un instrumento de perdón, pues siete fueron las palabras de Jesús en la cruz, perdonando a todos nosotros porque aún hoy «no sabemos lo que hacemos». El monte Gólgota fue y seguirá siendo el epicentro de la historia, punto final de la pasión del redentor, foco fulgente de la revelación, y de la genuina experiencia del Dios hecho hombre. Todos los momentos del vía crucis son significativos, pero de manera especial las siete palabras del Salvador en la cruz, pronunciadas de lo más profundo de su injusto sufrimiento, desde lo más íntimo de su ser, del interior de su efímera condición humana. Él habló siete veces -una completa revelación de la majestad del Dios hecho hombre. Ninguna palabra de más, ni una de menos.
¿Cuántos vía crucis infantiles son necesarios para acercar a nuestros hijos a la plenitud de Dios? ¿Solo siete? ¿Cuánto tiempo tenemos que dedicar a los más pequeños en la iglesia? ¿Siete días de la catequesis y después descansar? ¿Cuánto tiempo le dedicamos nosotros, los padres, a nuestros hijos en la diaria catequesis doméstica? ¿Llega a siete minutos?
No cabe duda que, en los agnósticos tiempos actuales reinados por el laicismo, las familias cristianas, y las comunidades parroquiales ceutíes, tienen la enorme responsabilidad de realizar una constante labor evangelizadora, con una apuesta clara por el reconocimiento del papel de los niños como sujetos activos en su parroquia, como un miembro más de la misma Iglesia, y como jóvenes peones aprendices en la construcción del Reino de Dios. En este sentido, deben apelar a la creatividad y ofrecer un abanico de actividades dirigidas a los más pequeños, durante todo el año, y más ahora en Cuaresma, cuidando siempre todos los detalles, para que sean ellos los auténticos protagonistas, se les escuchen y atiendan sus inquietudes, y se potencie su vida cristiana. ¿Y qué pueden hacer? Mucho, la imaginación y la fe siempre al poder.
La comunidad parroquial de San José lo tiene muy claro, organizando por séptima vez consecutiva un Vía Crucis infantil. En este evento, tradicionalmente enclavado en el segundo viernes de cuaresma, las catequistas y los feligreses hacen un doble llamamiento, tanto a los niños, como a otros menos “niños” pero jóvenes de espíritu, para que despierten el corazón de infante que siempre han llevado dentro. «Les aseguro que si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos. El que se haga pequeño como estos niños será el más grande en el Reino de los cielos» [Mt 18, 1-4].
Con este tipo de actos se invita por séptima vez a los más jóvenes a la casa del Señor, se les enseña a rezar, a iniciar la cuaresma con oraciones a Jesús. Es justo eso lo que él nos pide en el evangelio. De esta forma, canalizados por los feligreses adultos, podemos conseguir que los niños sean personas de pleno derecho en la vida de la comunidad eclesial a la que pertenecemos, con voz de timbre agudo, e ingenuo, sin voto pero con alma.
Los niños de 1º y 2º año de catequesis de la parroquia de San José invitan a la juventud caballa a participar en el séptimo Vía Crucis infantil que han organizado sus catequistas, siempre bajo la atenta mirada del Padre D. Miguel Tenorio, para el próximo viernes 15 de marzo a las 19:00 horas. Esta iniciativa, nacida de la inquietud de unos jóvenes, fue bien acogida en la feligresía, realizándose en el año 2013 el primer vía Crucis infantil de la historia de Ceuta. Esta apuesta por y para la juventud caballa, ya ha tenido eco en otras parroquias que, desde entonces, están organizando con altibajos actos miméticos dedicados a los más jóvenes. Este año, los niños vuelven a ser de nuevo los protagonistas, iniciando la cuaresma con el primer Vía Crucis infantil en nuestra ciudad. Después vendrán otros, pero solo éste será para ellos.
Lo novedoso del evento de San José radica en su dimensión infantil. No cabe duda que las tradiciones cristianas, una vez heredadas con los genes, deben ser luego conquistadas con el corazón, y mantenidas con el alma en nuestros descendientes. Solo así, redescubriremos con ellos, nuestras tradiciones más ancestrales, así como, el sendero para caminar todos juntos hacia el Reino de Dios. Este vía crucis es una celebración muy significativa porque los niños van a tener de nuevo la posibilidad de vivir de una forma muy especial la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Se trata de un camino de oración y vida con un claro mensaje de perdón desde el amor, y de paz desde la esperanza. «Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque solo de ellos es el reino de los cielos», [Mt 19, 14]. Por séptima vez os lo pido, dejad que los niños vivan con ilusión el mensaje de Jesús, portando sobre sus tiernos hombros infantiles la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud, Cristo real de dimensiones y peso proporcionales a sus estaturas que representa el momento de la 1ª estación, cuando Jesús es condenado a muerte.
Dejad a los más pequeños que sientan el liviano peso de la parihuela, dejad que, por unos minutos, sustituyan el rutinario peso de sus mochilas cargadas de la efímera sabiduría terrenal del hombre por la verdad eterna de Dios, por el perpetuo símbolo de la cruz, «porque mi yugo es suave y mi carga ligera» [Mt 11: 29-30]. Dejadles en nombre de la religión, de la tradición, de la cultura, e incluso de nuestra propia supervivencia espiritual. Dijo Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» [Mt 5, 3-10], por eso solo ellos –los más inocentes- serán, por séptima vez consecutiva, los auténticos protagonistas del evento religioso. Los niños leerán las 14 estaciones y sus correspondientes reflexiones, adaptadas a su mentalidad por las catequistas, en un emotivo acto que tendrá lugar –como antaño- solo en el interior de la iglesia.
Los organizadores piden a los niños que vengan a la casa de Dios acompañados de sus padres y abuelos, para que vivan con ellos la experiencia de recordar con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por nosotros para salvarnos del pecado. Si enseñamos a rezar a los más pequeños, y los motivamos para que lleven con sus hombros la parihuela, es como si ellos cargaran con las cruces de cada día, recordando los momentos de la pasión de Jesús.
Tenemos que apoyar hoy y mañana con nuestra asistencia todas las iniciativas religiosas dirigidas a la infancia, con independencia de su número, lugar, color, condición, naturaleza, forma o dimensión cultural y cristiana. Si solo lo hacemos “ahora” y no lo continuamos “mañana”, una sórdida e inquietante pregunta quedará eternamente crucificada en el aire de un futuro tan oscuro como incierto, y su retórica respuesta seguirá colgando como cuerpo inerte en nuestras vacías y arrinconadas conciencias ¿Cuántas actividades religiosas tenemos que organizar por y para los niños? ¿Siete? ¿O setenta veces siete?